BILBAO fue forjándose y haciéndose lo que fue y es hoy sobre las aguas. Se diría casi que lo trajo la marea. Es por ello que Itsasmuseum dedica desde ayer una muestra al Consulado de Bilbao y al comercio marítimo que tanto trajo, que tanto llevó. La exposición, ubicada en la planta baja del centro, exhibe varias piezas que explican el desarrollo económico y social de la ciudad. El 22 de junio de 1511 nació esta institución pionera que pretendía mostrar cómo la riqueza comercial de la villa y se expansión estaba muy vinculada a la navegabilidad de la ría. El Consulado de Bilbao, nacido gracias a la aprobación de las ordenanzas por parte de la reina Juana I de Castilla, obró el milagro: que el puerto de la ciudad se convirtiera en uno de los que más actividad albergaba de España.
La navegabilidad, he ahí la palabra de la discordia. Les cuento esto porque cuando, ya por la tarde, seguía llegando gente para regodearse en la contemplación de la exposición de recuerdos –un conjunto de armarios creados en 1761 por Joaquín Echevarría; los bancos de la Sala de Audiencias construidos en el siglo XVII o la capilla del consulado presente a través de la talla de Nuestra Señora de la Consolación así como dos pinturas de gran formato: Corredor de Columnas del Consulado, de Manuel Losada y el Mural para el petrolero Bilbao de 1962, obra de José María Ucelay, entre otras maravillas...– se organizó una charla que llevó por título Navegabilidad y urbanidad en la ría de Bilbao en la que intervinieron Joaquín Cárcamo, miembro fundador de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública AVPIOP (fueron los organizadores de la charla...); Jaio de la Puerta, doctora en Historia Económica; Ainara Martínez Matías, presidenta de la sección española del Comité internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial y vocal de AVPIOP, la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública, y el arquitecto Iñaki Uriarte Palacios. Sus voces, por momentos, sonaron discrepantes, como si una ola de protesta subiese por la ría.
¿A cuento de qué?, se preguntará alguien curioso. Sobre el riesgo de que la construcción de puentes fijos impida la navegabilidad en ese tramo del cauce de la ría a su paso por Bilbao a la altura en que se entrecomilla entre Olabeaga y Zorrotzaurre. Al objeto de que llegue hasta el renacido Zorrotzaurre el tranvía se hace necesario un puente que sobrevuele esas aguas. No faltan voces quejosas y protestantes. Que si el puente es alto condena a Olabeaga a una vida bajo el puente (acuérdense de Carpanta...) y que si es bajo dificulta la navegabilidad de la ría, lo que debiera forzar la construcción de un puente levadizo o giratorio. "Dicen que es complejo", asegura Jaio de la Puerta. "El puente Isabel II tiene 175 años de vida y así se hizo", puntualiza.
Fue un encuentro intenso al que acudieron vecinos de la zona afectada, gente amante de la ría y de su historia y gente curiosa. Entre ellos se encontraban el director de Itsasmuseum, Jon Ruigómez; la restauradora Carmen López Camarzana, Luis Muñoz, Iñaki Llano, Leire Aurrekoetxea, Nerea Aldekoa, Javier Sanz, Cristina Agirre, Juan Mari Recalde, Maialen Suárez, Federico Jauregi, Maite Ibáñez, Marta Zabala, Mikel Zeta, Willy Villar, que ya hizo nombre en la protesta contra el puente de Galindo tiempo atrás; Mila García, Maite Martínez de Vírgola, Esti Gandariasbeitia y Paul Gandariasbeitia, entre otros. Casi al tiempo, iba llegando gente para ver la exposición, ya echada la tarde. Entre ellos se encontraban Begoña Marín, Aintzane Rodríguez, Matxalen Etxebarria, José Luis Madariaga, Ikerne Olabarria, Ainara Zarate, Joseba Cuadrado y un buen puñado de gente que participó en una jornada intensa en el Itsasmuseum, un día con la santabárbara repleta de tesoros y de pólvora.