A estas alturas de la temporada, los accidentes ya no son casualidad. El Deportivo Alavés, motivado tras ganar al Villarreal, viajó a Vigo dispuesto a sumar los tres puntos y meterse de lleno en la pelea por la permanencia, pero, pese a que el Celta no se jugaba nada, los babazorros mostraron su peor cara –aunque en la línea de otras muchas actuaciones del presente curso– y no solo no estuvieron cerca de sumar, sino que ofrecieron un esperpento (4-0) cuando menos sonrojante y que les deja prácticamente sin opciones de seguir en Primera División.
Cuando algo funciona, lo mejor es no tocarlo mucho. Eso es lo que pensó Julio Velázquez en Balaídos, donde, pese a la ausencia en la convocatoria de hombres importantes como Duarte, Escalante y Manu García, decidió mantener el dibujo que le permitió vencer al Villarreal dando entrada a Nahuel Tenaglia en la banda derecha –mandando así a Ximo Navarro al carril zurdo– y acompañando Mamadou Loum en el centro del campo con Tomás Pina y Toni Moya, principal sorpresa después de no haber participado en ninguno de los últimos tres encuentros.
Ahora bien, igual de llamativo que la inclusión del futbolista extremeño en el once fue el arranque de la contienda, porque, si alguien aparentó estar jugándose su futuro en la máxima categoría –y eso que no era el caso– fue el Celta. Los locales llevaron la batuta desde el pitido inicial e, inexplicablemente, se encontraron enfrente a un Alavés muy desconcentrado y dócil; tanto que, en apenas cinco minutos, lograron adelantarse en el marcador por medio de Thiago Galhardo (1-0), que definió a placer un centro raso de Denis Suárez, libre de marca tras una bonita jugada combinativa.
El gol gallego, sin embargo, no cambió el guión del partido. La reacción babazorra fue nula, dando muestras de una inoperancia absoluta; y, por consiguiente, los pupilos de Eduardo Coudet no sintieron en ningún momento que su ventaja estuviera en peligro. Algo que, lógicamente, derivó en que los celestes siguieron acechando la portería de Fernando Pacheco en busca de una segunda diana con la que hundir definitivamente al conjunto gasteiztarra, quien, en realidad, ya estaba tirando piedras sobre su tejado al no poder ni siquiera superar la línea del centro del campo con el balón en su poder.
Entonces, el 2-0 llegó superada la media hora de juego, aunque esta vez, eso sí, sin necesidad de una triangulación compleja. De nuevo Suárez, muy activo durante toda la contienda, vio el desmarque de Iago Aspas y, con un potente y profundo pase perpendicular que superó fácilmente a Laguardia, conectó con el propio atacante de Moaña y este batió al guardameta pacense por el palo corto.
Ya en la segunda mitad, y ante tal paupérrima actuación a lo largo de los primeros cuarenta y cinco minutos, Velázquez se vio obligado a mover el banquillo. El salmantino dio entrada a Martín y Manu Vallejo, formando un 3-5-2 con el gaditano en la mediapunta; y, de esta manera, intentó que su equipo tuviera más presencia en zona de ataque, pero no fue así. Se podría decir, incluso, que ocurrió lo contrario, puesto que, después de un muy breve e inútil arreón, el Celta volvió a ser el único contendiente sobre el terreno.
Además, por si la mera existencia del monólogo vigués no fuera ya motivo suficiente de decepción, este evolucionó hacia una muy preocupante humillación. Porque el Glorioso no solo no fue capaz de intimidar la meta del exalavesista Dituro –mero espectador de la decadencia babazorra–, sino que también se olvidó de defender y, en consecuencia, los locales encontraron multitud de oportunidades para ampliar su diferencia y también el enfado de los seguidores albiazules desplazados a Balaídos.
Por fortuna, visto lo visto, el resultado final no superó los cuatro goles. El tercero, en el minuto 56, fue obra de Cervi, con la ayuda de Ximo y gracias a la asistencia de Aspas; y el cuarto, poco más tarde, lo marcó el propio diez, bigoleador por medio de un remate raso desde la frontal del área, donde fue víctima de un derribo del mencionado lateral granadino, expulsado por roja directa. También pudieron anotar, ya con un hombre más en el césped, Nolito y Galhardo por segunda vez.