¿Azar o milagro de san Fermín? Que no haya más desgracias en el encierro, ¿qué es? Los corredores lo saben. O, al menos, creen que lo saben. Hoy hablo con Iñaki. Él es joven y, aunque no tiene mucha facilidad de palabra, tiene las ideas lúcidas. Justo lo que echo en falta yo, que soy una maraña de dudas.
Iñaki me habla de su primer encierro: “Al llegar a la plaza, choqué. Intenté volver al callejón, pero acabé en el montón, arriba del todo. Noté muchísimo peso y unos golpes en la cabeza. Miré y tenía un cabestro encima, y su morro en mi cara. Ha sido la peor sensación que he tenido en mi vida”. Iñaki se lamenta de la masificación, del antideslizante, de estos mansos, que privan de los toros. “Ojalá volviesen aquellos encierros. Pero lo veo muy difícil”, concluye.
Y hablamos del patrón: “Un día, mi hermano vino con un paquete a casa –me cuenta–. Para ti, me dijo. ¿Qué es esto? Un sanfermín. Como siempre has querido uno... Lo tengo en el salón. Y, debajo, el pañuelo rojo. Yo corro siempre con ese pañuelo y, cuando termina el encierro, lo pongo debajo hasta el siguiente”. Y añade: “También llevo esta cadena –la coge. Parece de plata y lleva una figura del santo–. Le doy tres besos antes del encierro, cuando suena el cohete”. Y enseguida abunda: “Y, en esta pierna –se la toca–, tengo al santo tatuado”. Le hago la pregunta de rigor y me contesta: “Hay muy pocos heridos, muy pocos muertos para lo que pasa. En el encierro está san Fermín, con el capotico”, asegura, y me informa de que él no es creyente.
Desconozco si estoy haciendo un experimento, una encuesta o una chorrada, pero ya ves, patrón, lo que me ha dicho Iñaki. Hoy Tú vuelves a ganar en toda regla. Y vas por delante: cuatro a dos.