Ahora que EH Bildu anuncia que se va a despojar del maquillaje de coalición y ya podremos hablar abiertamente de su absorción por Sortu -Otegi explicó su perpetuación al frente con otras palabras, pero en esencia es que ya no hace falta vestir con siglas ajenas lo que siempre ha sido juguete propio-, empieza a atenuarse el discurso de la cooperación y empezar a hacer oposición como siempre la ha entendido: con ideología y sin memoria.
Pero, en los últimos días, los dichos y los hechos empiezan a virar. Por comenzar con lo más reciente, a la reunión del Consejo Vasco de Finanzas acudió la vicepresidenta de Eudel, Nagore Alkorta, a exigir a las Diputaciones -que gobiernan PNV y PSE en coalición- un aumento de la financiación de los municipios. La también alcaldesa de Azpeitia por EH Bildu tiene razón en que la adecuación y el desarrollo urbanístico de los municipios y parte de los servicios públicos están en manos de los ayuntamientos. Y aquí está el problema de la desmemoria. Hace año y medio fue el equipo presidido por la jeltzale Eider Mendoza el que acordó con Eudel la primera reforma desde 1994 del sistema de financiación de los pequeños municipios del herrialde. En Gipuzkoa, durante el gobierno de Bildu en la Diputación, no se transformó su financiación, ni se destinó un céntimo a la adecuación y desarrollo urbanístico de los municipios más allá de los postes de los cubos de basura. El municipalismo va por rachas; ahora es el único eje de poder institucional de la coalición.
Vuelven los latiguillos ideológicos que permiten no profundizar en el realismo. Ahí deslizó Rebeka Ubera la semana pasada, tras la reunión sobre diagnóstico hacia un Pacto de Salud, que el diagnóstico debe incluir la privatización de servicios como “una de las principales causas del declive de Osakidetza”. Eso es ideología, pero no hechos. Euskadi dedica un 6,7% de su presupuesto de Salud a conciertos con entidades privadas para derivar servicios. La media del entorno es un 9% y la de Catalunya durante el gobierno de ERC, del 24%. La realidad puede afrontarse con ideología pero no sustituirse por ésta. ¿Alguien está empedrando ya el camino hacia la ruptura de consensos nonatos?