Una tarde de verano, más de 30 grados a la sombra, chiringuito en la playa, arboleda en el campo o terraza en la ciudad... Lo primero que nos viene a la cabeza es una cerveza bien fría para calmar la sed. Sin embargo, ¿es en realidad tan buena idea como parece?
La cerveza convencional está compuesta de malta, lúpulo, levadura y agua (95%) y el 5% restante es etanol, un tipo de alcohol que se crea a partir de la fermentación de frutas o granos en la producción de las bebidas alcohólicas. Pese al sabor refrescante de la cerveza y a su irresistible presencia, puede que una birra no sea la mejor opción para quitar la sed y la culpa la tiene precisamente el alcohol.
Nuestro organismo necesita agua para el correcto funcionamiento de todas las funciones vitales, desde la regulación de la temperatura corporal hasta la frecuencia cardíaca pasando por la tensión arterial. Por ello, los expertos recomiendan consumir alrededor de dos litros de agua al día para mantener una hidratación óptima.
La reposición de todos esos líquidos que perdemos a través del sudor, de la respiración y de la eliminación de residuos va a proceder también de algunos de los alimentos que ingerimos, precisamente de esos que tienen un alto contenido en agua como es el caso de las verduras de hoja y de la mayoría de frutas y hortalizas.
Efecto diurético
Desde el primer sorbo de cerveza, esta comienza a circular por nuestras venas y al llegar al cerebro, el alcohol empieza a hacer de las suyas. Va a interferir en la producción de la vasopresina, la hormona antidiurética segregada por la glándula pituitaria cuya función es la de regular la retención de líquidos y de sales minerales.
Con esta hormona parcialmente bloqueada, el alcohol va a actuar como un diurético y va a aumentar la producción y la secreción de orina, de ahí que cuando bebemos cerveza sentimos continuamente la necesidad de ir al baño. Además de esto, al perder más líquido del que ingerimos acabaremos sufriendo deshidratación, que es precisamente lo contrario de lo que buscábamos al tomarnos esa refrescante cerveza.
Cuanto más alcohol se consume, menos vasopresina se produce y más líquidos se pierden. Conforme aumenta la ingesta de alcohol, el color de la orina se va aclarando y llega a ser casi transparente, lo que indica que prácticamente todo lo que se está expulsando es agua.
Deshidratación
De esta forma, tomar cerveza para saciar la sed puede ser contraproducente y aunque en un primer momento aplaque nuestro deseo de beber, a la larga nos deshidratará y tendrá el efecto contrario empeorando la sensación de sequedad en la boca.
Además, la deshidratación es una de las principales causas de la resaca del día después. Los dolores de cabeza, náuseas, vómitos, mareos, fatiga y calambres que nos recuerdan los excesos cometidos el día anterior son la consecuencia de la falta de agua en el organismo.
Tratar de calmar la sed con refrescos azucarados también es un error, puesto que el cuerpo va a tomar el agua de las células para poder metabolizar todo el azúcar que estos contienen. Por eso, este tipo de bebidas solo te darán más sed porque vas a tener que compensar todo ese agua que estás perdiendo.
Que la recomendación de los especialistas es alcohol cero ya lo sabemos, de forma que lo más sano es no consumirlo. Si no te puedes resistir a esa refrescante cerveza, procura no excederte y recuerda que no es la mejor forma de quitarte la sed. Si lo que necesitas es hidratarte, el agua será siempre la mejor opción.