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“Estaba tan deseoso de ‘curarme’ de ser gay que acudí a la terapia de descargas creyendo que servía”

La presión de la sociedad que tildaba de “enfermas” a las personas homosexuales empujó a Griset a someterse a 80 sesiones de descargas eléctricas para “curarse”
Jordi Griset
Jordi Griset

¿ Qué suponía ser gay en aquella época?

-En mi época gay no existía. Éramos maricones, de la acera de enfrente, invertidos, sarasas, violentas, corruptores de menores... Yo nací en 1947, cuando tenía 10 años no era ni 1960. No había ningún tipo de información, ni internet ni nada de nada. Ni siquiera televisiones. Me sentía diferente, y recalco esta palabra, porque no teníamos palabras concretas para definirnos. Siéndolo o no, pero me sentía distinto a los demás. Cuando buscaba información no la encontraba. Si le preguntabas a un cura eras lo peor de lo peor, y te condenaba al infierno, para los médicos éramos enfermos, para un policía o la sociedad éramos corruptores. Entonces ¿a quién le preguntas? No sabías qué hacer, te sentías el bicho más raro del mundo. Poco a poco te das cuenta de que te insultan, te señalan, y te empiezas a meter en el cajón de los maricones, afeminados, sarasas.. y empiezas a pensar que a lo mejor tú eres eso tan malo que dicen. Cuando toda la sociedad te dice que tú eres lo peor de lo peor, claro que quieres cambiarlo, y ser “normal”. Quieres curarte. Y ser como todo el mundo. Es cuando empecé a angustiarme, y pensar que iba a ser una carga para mis padres, que si se enteraban sus amigos les iban a tachar de tener un hijo maricon. Te empiezas a plantear que esto no está bien y hay que cambiarlo. 

¿Cómo?

-Me planteé visitar un psiquiatra. Acudí pero me dijo que en 5 o 10 minutos de visita no podría hacer nada, y me dio una tarjeta de su consulta privada. Yo estaba estudiando y no tenía dinero y fue un jarro de agua fría, salí descorazonado pensando que nunca podría resolver este “problema”. Se me ocurrió que si algún día pudiera tener los medios para pagar un psiquiatra estaría bien llevar parte del trabajo hecho. Empecé a escribir en un papel lo que sentía. Este papel quedó encima de la mesa del estudio, y por casualidades de la vida mi madre lo leyó. Me llamó a media mañana llorando y diciendo que había descubierto mi secreto. También se enteró mi padre, claro. Hubo una reunión familiar y se decidió que esto había que arreglarlo al precio que fuera, incluso vendiendo la casa donde vivíamos. Imagínate la carga que estaban poniendo sobre mis espaldas. Simplemente por ser diferente. Se me pasó por la cabeza varias veces la idea del suicidio, pero no tuve el valor de hacerlo. 

Y tiempo después decidió someterse a una ‘terapia’ de conversión.

-Al cabo del tiempo, a mi padre le recomendaron un psiquiatra, el típico con una terapia de diván que te hacía preguntas, tomaba nota etc. Esto duró 8 meses, y el psiquiatra dijo que esto no avanzaba, y les recomendó a mis padres un psiquiatra con una técnica recién llegada de EEUU. 

¿En qué consistía?

-Me sentaba frente a la pared, apagaban la luz. Previamente me habían dado dos tubitos, uno lo sujetaba con la mano derecha, el otro me lo habían puesto a la altura del biceps. Entonces proyectaban sobre la pared una diapositiva de una mujer desnuda, y no pasaba nada, y en 30 segundos se proyectaba una de un hombre en bañador. Ahí había descargas eléctricas intermitentes de 10 segundos, después paraba otros 10. Y así hasta alcanzar los 30 segundos. Luego cambiaba a una mujer desnuda, relax, no pasaba nada, otra de un tío en bañador, otra descarga de volumen más alto. La intensidad iba subiendo. La terapia pretende que te provoque aversión hacia el objeto de tu deseo, mediante un estimulo negativo, y en cambio que cuando observes a una mujer desnuda no pasa nada por lo que tu mente debería asociar todo lo contrario. La misma técnica que aparece en la naranja mecánica. Duró 8 meses, 80 sesiones, hasta que me di cuenta de que no me estaba haciendo nada. Me sirvió para ratificarme de que esta era mi naturaleza y que ni corrientes eléctricas me iban a cambiar. Es como si metieras los dedos en el enchufe, la sensación de descarga es igual de desagradable. Pero mi deseo de cambiar era tan grande que me sometí a las 80 sesiones. Pero decidí no continuar, y llegué a un pacto con él. Podía haberme denunciado pero les dijo a mis padres que estaba casi resuelto, y que como tenía que ir al servicio militar allí acabaría de hacerme un hombre. Fui y volví hecha una loca.

¿Cómo le afectó este proceso?

-Estoy sano, pero claro que me afectó. Si ya la sociedad te marcaba diciendo que eras distinto, el hecho de someterte a una terapia te confirmaban que estabas enfermo y necesitabas cambiar. Y cuesta mucho quitar esto de la cabeza, te marca a fuego. Más siendo de un médico; afecta y mucho.

¿Al principio creía en esa terapia?

-Sí, claro. Estaba tan deseoso de cambiar que creía en ello. Pero seguía mirando a los tíos y no a las chicas, me di cuenta de que yo no estaba cambiando, que no funcionaba. Creí en ella, si no no me hubiese sometido, o igual sí por sumisión a mis padres. 

Fue una decisión “voluntaria” pero empujada por la sociedad que le consideraba enfermo.

-Sí, nadie me puso una pistola física en la sien, pero la pistola estaba ahí socialmente. Si te dicen que eres una porquería... La frase típica de la época, y que previamente había escuchado a mi madre era: prefiero un hijo muerto antes que marica. Si eso lo dice tu madre, oírle decir que prefiere que estés muerto antes que marica que es como tú te sientes...

Y después del procedimiento ¿cómo fue su vida?

-En los 70 estaba Franco, que tanto daño hizo. Yo me acepté pero no podías coger de la mano a un chico por la calle, ni compartir habitación. Me acepté pero socialmente no cambió nada. Después de su muerte estábamos aún encarcelados por ser y querer distinto, estábamos considerados como peligrosos sociales. Tardé aún 10 años más en aceptarme plenamente y salir del armario. Aún hoy, que soy activista no es fácil. Hay momentos en los que vuelven los fantasmas del pasado. Y más aún cuando suben las derechas. Se me encienden todas las alarmas. 

Aún hoy son legales en países de la UE. ¿Qué opinión le merece?

-Me pone los pelos de punta, por eso me presto a explicar mi vida. Me he convertido en activista, bueno revolucionario, estoy llamando a que la gente salga a la calle y hagamos una revolución por todo lo que está pasando. ¿Cómo puede ser que se sigan aceptando estas terapias? Mientras la gente se escandalice más de que dos chicos o chicas se besen que por eso así nos irá. Hago lo que puedo para que se reconozca que no sirven.

2024-06-30T16:17:02+02:00
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