El Pirineo guarda muchos rincones que todavía permanecen desconocidos para la mayoría de los amantes de los viajes y las excursiones. El otoño que ahora parece terminar ha convertido los paisajes boscosos de Huesca en un entorno mágico al que numerosas personas han querido acercarse. Puntos como el Parque Nacional de Ordesa y Monteperdido o Benasque y sus alrededores, entre otros muchos, han recibido numerosos visitantes, haciendo que lo que podría ser un encuentro más o menos personal con la naturaleza tenga cierto aire de romería.
Pero todavía quedan rincones que reciben menos visitas y de los que se puede disfrutar con tranquilidad. Además, la nieve que acaba de caer le dan todavía más una ambiente de recogimiento aún mayor. Uno de estos rincones es el valle de Garcipollera, al este de la carretera que comunica Jaca con Canfranc.
Valle de Garcipollera
El valle de Garcipollera lo forma el río Ijuez y es paralelo a la línea del Pirineo. El Ijuez es uno de los afluentes del río Aragón y confluyes entre la localidad de Castiello de Jaca y el despoblado de Bergosa, el primero de los pueblos deshabitados del valle.
A mediados del siglo XX, cuando se construyó la presa de Yesa, en Navarra y que embalsa el agua del Aragón, el Estado expropió las tierras del valle con objeto de reforestarlos y de esta manera evitar la colmatación del pantano y la erosión remontante. Esto tuvo como consecuencia que los habitantes de las localidades de Bescós, Acín, Larrosa y Villanovilla tuvieran que abandonar sus hogares y trasladarse a otras localidades. Años después, algunos vecinos de Villanovilla volvieron y rehabilitaron sus viviendas. El resto de las localidades fueron sufriendo la ruina de sus edificios.
Para darle algún tipo de aprovechamiento extra se decidió también convertirlo en una reserva natural de caza, por lo que se introdujo un pequeño grupo de ciervos que se ha reproducido hasta convertirse en la mayor población de venados del país.
Aunque una carretera recorre casi en su totalidad el valle bordeando el río Ijuez, recorrer este entorno es mejor tomárselo con calma y transitar por los numerosos caminos para senderistas y ciclistas, lo que permite disfrutar de la naturaleza y de un patrimonio histórico que se remonta a la Edad Media.
Por asfalto
La entrada al valle se encuentra en la localidad de Castiello de Jaca, en la que hay que coger la carretera que lleva a Bescós de Garcipollera, el primero de los despoblados de esta ruta. Pero antes, nada mas cruzar el puente sobre el río Aragón un camino de tierra arranca a la derecha, es parte del Camino de Santiago que lleva hasta Jaca a los peregrinos. Dejando el coche en un apartadero, se puede seguir durante apenas un kilómetro para llegar a la inmediaciones de Bergosa, también despoblado y que ofrece una buena panorámica sobre el valle. Eso sí, llegar hasta él requiere cierto esfuerzo ya que los antiguos caminos están muy desdibujados y primero hay que cruzar la vía del tren con toda la precaución del mundo.
De nuevo, o siguiendo, hacia Bescós, unas pozas de agua bajo el antiguo acueducto se ofrecen tentadoras si este recorrido se hace en verano después de regresar de Bergosa. En otoño e inverno la cosa cambia un poco. Ya en Bescós se puede recorrer el pueblo en ruinas, entre las que destaca la vieja iglesia de San Miguel. Con un poco de tiempo, y antes de llegar a este despoblado, se puede buscar la ermita de San Bartolomé. En este valle, tan próximo al camino jacobeo y a la vez tan retirado, abundan los restos de ermitas medievales que el tiempo se ha acabado comiendo. El Gobierno de Aragón mantiene aquí una granja experimental sobre agricultura y ganadería de montaña.
Desde Bescós se puede tomar un desvío hacia Yosa de Garcipollera, otro pueblo abandonado en la década de los años 60 del siglo pasado. Pero resulta más cómodo si se va en coche seguir la carretera hacía Villanovilla, la única habitada del valle. Aunque también le afectó la expropiación, nunca llegó a estar deshabitada del todo ya que sus vecinos pudieron mantener la propiedad de las viviendas y hace ya unos años se rehabilitó el pueblo volviendo ofrecer su imagen típica de pueblo pirenaico de montaña. Se ha convertido en el punto de recepción de visitantes del valle con albergue y restaurante
Hasta Iguácel
Desde aquí la carretera pierde asfalto y pasa a ser una pista que lleva a los tres últimos punto de interés. El primero es Acín de la Garcipollera, otro despoblado en el que se alza todavía a torre de la iglesia de San Juan Bautista. Una vez en el pueblo, de esta iglesia también se puede visitar su ábside original.
Camino de la iglesia monasterio de Iguácel una alto al borde del camino permite llegar a pie hasta Larrosa, como en el caso de Bergosa aunque con un recorrido más empinado. También en el último de los despoblados de Garcipollera se mantiene en pie la iglesia, en este caso bajo la denominación de San Bartolomé.
El punto final de la ruta es la iglesia monasterio de Santa María de Iguácel, de estilo románico que se levantó a comienzos del siglo XI y tras pasar por varias manos su últimas ocupantes, monjas cistercienses, lo abandonaron en el siglo XIII. Se ha mantenido en buen estado desde entonces ya que la virgen de Iguácel es la patrona del valle.