Para muchos, la redes sociales a través de los teléfonos móviles fueron el medio más rápido para informarse de lo que estaba ocurriendo en Valencia durante la dana del 29 de octubre. Consiguió conectar amigos y familiares para conocer su situación y dar avisos. Pero a medida que las dimensiones de la catástrofe empezaron a conocerse también aparecieron otros con mensajes como "El radar de Valencia no funciona", "el agua no es potable", "se dieron 700 tickets en el aparcamiento del centro comercial Bonaire" o "los efectos de la dana son consecuencia de que el Gobierno destruyera cuatro pantanos", entre otros muchos.
Son algunos de las bulos o fake news, intentos de desinformación que han corrido por los medios y las redes estas casi dos semanas después de las riadas y que en su momento tuvieron un importante impacto entre la población. "Las fake news tienen una influencia emocional y política, estamos hablando de una difusión de información que apela a las emociones, al dolor y a la previsión de más dolor, y que, por lo tanto, ha tenido una gran influencia en generar un estado de ánimo peor entre la ciudadanía", explica Alexandre López-Borrull, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador del grupo GAME.
La polarización en redes sociales
Al inicio de la tragedia eran básicamente dos las principales temáticas: el aviso de la emergencia a la ciudadanía, como la supuesta amenaza de la rotura de una presa, y la llegada de los equipos de apoyo a los afectados, con especial protagonismo de los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Pero poco después fueron cambiando de matiz y comenzó el señalamiento a las administraciones. "En el ámbito político, a causa de la desinformación ligada al dolor y la tragedia, hay mensajes de lapidación a la confianza en las administraciones, en muchos casos haciendo un doble mensaje sobre las administraciones, sobre todo en perfiles de ultraderecha, generando un vacío de confianza entre la ciudadanía para recoger políticamente el fruto de esta desconfianza”, añade López-Borrull. "Se está polarizando porque hay un enfrentamiento entre dos administraciones para construir el relato oficial y sacarse de encima las responsabilidades y la presión sobre lo que podían haber hecho mejor", comenta López-Borrull.
¿Pero qué se gana al difundir fake news? “En muchas campañas de desinformación se han observado dos motivaciones: la primera sería la económica, visitas a sitios web y contenidos para publicidad. La segunda, más peligrosa incluso sería la que tiene detrás una finalidad política, una agenda política más o menos clara (en este caso clarísima), un intento por hacer llegar un mensaje más extremo a una parte importante de la población. Gente que puede escuchar y hacer caso por ejemplo a la ultraderecha que normalmente nunca lo hubieran hecho”, explica López-Borrull.
Un control necesario
Aun así, las redes también han sido una herramienta de aviso (en algunos casos de rescate), de encuentro y de solidaridad en toda esta situación, tanto para localizar a las víctimas y a los familiares como para organizar la llegada de material y de los voluntarios a las zonas más afectadas. “Los medios sociales cobran un protagonismo especial en momentos de emergencia como los vividos recientemente, y son momentos en que se puede observar lo mejor y lo peor, de manera extrema, de lo que pueden aportar", explica Sílvia Martínez, profesora de lolos Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y directora del Máster universitario en Social Media: Gestión y Estrategia de la UOC.
"Pero las redes sociales tienen una responsabilidad en el control de los contenidos y en la generación de algoritmos que hacen que se recomienden contenidos relacionados con los que ya se están viendo", advierte López-Borrull. Es lo que se conoce como burbujas algorítmicas. A ello hay que añadir también que el consumo de noticias y de información en los sitios web de los medios de comunicación ha bajado notablemente, del 32 % en 2018 al 22 % en 2023, en beneficio de las redes sociales, especialmente entre los más jóvenes, los menores de 24 años), y este es un hecho preocupante. "La rueda del algoritmo de recomendación hace que sea muy difícil salir de esa alimentación constante de contenidos falsos; por lo tanto, es más necesario que nunca tener una consulta plural de contenidos, porque esto es lo que permitirá que el algoritmo continúe recomendando voces plurales", recomienda Borrull. "Si algo está apelando a tu miedo, a lo que percibes como una injusticia o tu rabia, ten cuidado, porque quizás alguien quiere utilizarte", concluye.
“Pero las redes también han servido para dar información de servicio de calidad y enviar mensajes a la ciudadanía: desde operativos como protección civil, bomberos, policía, pero también de la UME, emergencias 112 o, como en esta ocasión, AEMET”, comenta Martínez. Han permitido explicar la catástrofe al mundo, mostrar el desastre y ser un altavoz para los afectados. "Las personas directamente afectadas tienen la necesidad de compartir su historia, lo que han vivido y sus emociones. Las redes canalizan así el relato de la crisis, pero la narrativa se compone de diferentes voces, en un momento en que la rabia y el miedo están a flor de piel. Hay muchos grupos interesados en conseguir que su mensaje cale y se viralice para politizar así los mensajes", explica Martínez, investigadora del grupo GAME.