¿Va a ser el trabajo del hogar y de los cuidados un nicho al que siempre vamos a estar abocadas? Esta es la pregunta que lanzan al aire, como un grito silenciado, un grupo de mujeres migradas que cada tarde de sábado se reúnen para compartir experiencias, apoyarse mutuamente y reivindicarse como "sujetas de derechos". Forman parte del programa Torre de Babel, de la Fundación Ellacuria, en el que participan unas 40 mujeres de América Latina y África, muchas de ellas trabajadoras del hogar en régimen de internas. En esta ocasión han acudido a la cita Matilda Noriega (Guatemala), Olga Barahona (Honduras), Deysi Peña (Bolivia), Marie Lucía Monsheneke (República Democrática del Congo), Lucía Ixchíu (Guatemala), Jenny Paula Tenorio (Colombia), Julie (República Democrática del Congo) y Claudia Favela (México), responsable del grupo de Torre de Babel-Ellacuria. Por streaming, además, están Ehidy Funes (Honduras), desde Valencia, y Amina Kamour (Marruecos), desde Sevilla.
"Estar aquí no termina siendo una experiencia ni tan agradable ni tan de acogida. Creen que se nos hace un favor, que vamos a estar bien porque estamos en un país donde ya nos salvamos, pero ¿cómo vamos a estar bien cuando ni siquiera tenemos oportunidades de salidas laborales dignas?", cuestiona Matilda Noriega, solicitante de asilo guatemalteca que tuvo que abandonar su país por su trabajo como comunicadora. "Las brechas de desigualdad son enormes y las estrategias que tiene el sistema de poderes para aplicar esa desigualdad son terribles. Hablemos solamente de racismo institucional. Hablemos de todos los trámites para poder regularizarnos, de la carencia que existe de poder optar a un empleo digno y abordemos la frase: es lo que hay y lo que conlleva", continúa, vehemente.
Torre de Babel forma de Mujeres en Marcha, un programa de Alboan que busca identificar, documentar y denunciar las violencias que sufren las mujeres migrantes en origen, tránsito y destino. "Los tránsitos de las mujeres son muy duros. Hemos visto también la dureza de las fronteras vía aérea. Hemos identificado vejaciones por ser consideradas posibles muleras o por sospechas de prostitución. Y luego está la violencia con el estar aquí, la violencia psicológica que va mermando la autoestima y el estrés por la separación. Y a ello se suma todo lo que es el proceso de adaptación y encontrarte con una realidad que no te esperabas", explica Favela. Noriega certifica que la violencia aquí existe. "Son violencias silenciosas que pero que están ahí. Tenemos racismo institucional, tenemos exclusión, tenemos desigualdad, tenemos discriminación, tenemos insultos y abusos. Las latinas son putas, las latinas son mujeres de sangre caliente, a ti lo que te conviene por ser latina es encontrarte un vasco y regularizarte, esto es un insulto, son insultos cotidianos del espacio en el que hoy por hoy habitamos", critica.
"Hemos tenido violencias y abusos en los sitios de los que procedemos, muchas las hemos tenido en el tránsito y las continuamos teniendo en la llegada, como si no fueran suficientes. Tenemos mujeres trabajando más de 10 horas diarias encerradas en una casa sin poder salir más que un día a la semana y si ese día a la semana es domingo, ¿de qué manera nuestras mujeres van a generar red? ¿De qué manera nuestras mujeres van a tener oportunidad de abocarse a asociaciones de apoyo, a instituciones de acogida, a crear lazos? ¿De qué manera se van a visibilizar?", apunta. Al contrario, "desgraciadamente, por falta de regularización tienen que aceptar dolorosamente ese es lo que hay".
El trabajo
Según Favela, el porcentaje de mujeres migrantes que están en trabajos cualificados en la CAV no llega al 4%. Olga Barahona tiene protección internacional por violencia de género. Es perito mercantil y en su Honduras natal trabajó en el sector de las finanzas, como administradora en hostelería y hasta tuvo negocio propio. En Euskadi trabaja cuidando niños y personas mayores. "Nadie quiere migrar de su país, tenemos una vida hecha, tenemos profesiones. Cuando yo vine a España traía altas expectativas, no pensaba trabajar de mi área pero al menos algo parecido", señala. "Las migrantes nos estamos jugando nuestra salud emocional y física, en uno de mis trabajos yo tuve que salir con medicación para poder dormir. Y encima tienes que agradecer que te dan trabajo", critica. Deysi Peña conoce bien esta realidad. Lleva 17 años en el Estado, primero estuvo en Sevilla y luego en Cádiz hasta que llegó a Euskadi hace unos años. "Aquí empecé una nueva vida. Por lo general los trabajos que he tenido no han sido malos, mis jefas han sido buenas. Pero trabajé un año con una señora que era muy mala, no quería que descansara, tenía que estar con ella todo el tiempo, incluso si se iba a las tres de la mañana a la cama. Y por las noches me llamaba, no podía dormir. A consecuencia de eso tuve pérdida de visión, me han operado dos veces del ojo izquierdo y he perdido la visión de ese ojo", se lamenta. Una situación que la ha llevado a quedarse sin trabajo y sin ningún tipo de apoyo. "Estoy en una situación que tengo que ir a Cáritas. Y aquí no tengo familia, estoy sola, tengo a mis amigas, pero a veces me siento muy sola", continúa.
"Esta es una violencia que hay que evidenciarla, no hay garantías para mujeres que están haciendo trabajos que son necesarios para que puedan acceder a la red de servicios públicos, mujeres que están teniendo situaciones de enfermedad por las características y las largas jornadas laborales, enfermedad mental, enfermedades físicas. Aquí tiene que haber una reflexión muy seria sobre cuáles son las situaciones de mayor vulnerabilidad de las mujeres migradas, porque son las que están haciendo los trabajos en mayor precariedad", explica Favela, quien pide una perspectiva de género tanto en la ley de extranjera y en las políticas de asilo, como en los servicios públicos.
La formación
Ehidy Funes huyó de Honduras con su familia por la violencia. Es ingeniera industrial, se maneja en perfecto inglés, pero "no encuentro trabajo". "No pido ser directora gerente, solo algo que no sea trabajo del hogar", sostiene. "Te lavan la cabeza con que toda tu preparación ya no sirve y que tienes que volver a empezar. Pero te lo ponen muy difícil porque los horarios de las formaciones son con horario de mañana, pero ese es el horario en que las mujeres tenemos trabajo, porque a las mamás españolas les gusta que les limpien la casa cuando sus hijos están en la escuela", critica. "Toda tu experiencia la tiras por la basura para sobrevivir", secunda Marie Lucie Monsheneke.
En los últimos meses, hay además una espina que se les ha quedado clavada. "La desigualdad se ha hecho mucho más visible con el tema de Ucrania, se han activado normas y se han abierto puertas que nos invisibilizan, nos discriminan y nos excluyen aún más. Y entonces estamos aquí, en nuestros nuevos espacios y tenemos que continuar siendo mujeres en resistencia. Sujetas que se defienden, no víctimas, porque no nos victimizamos, continuamos aquí intentando visibilizarnos y reivindicarnos", denuncia Noriega. Jenny Paula Tenorio secunda la reflexión: "Ha quedado claro que hay migrantes de primera y de segunda, a mí me ha tocado mucho este tema".