Tomarse una cerveza fría sentado en una terraza en una calurosa tarde de verano y en buena compañía es uno de los pequeños placeres de la vida. Esta bebida, consumida con moderación y de forma responsable, puede tener efectos positivos sobre la salud, siempre en el marco de una alimentación sana y equilibrada.
El consumo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de entre una y dos cervezas diarias para los hombres (unos 700 mililitros, 28 gramos de alcohol al día) y una para las mujeres (unos 400 mililitros, 16 gramos). Estas cantidades de cerveza se consideran seguras si se consumen a diario; sin embargo, su efecto positivo se perderá si se toman siete cervezas en un solo día y ninguna en los otros seis días de la semana.
Según varios estudios, y siempre que no te excedas de esas cantidades recomendadas, la cerveza puede contribuir a una buena salud cardiovascular: sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias reducirán el riesgo de enfermedades del corazón y de accidentes cerebrovasculares. Además, los individuos investigados presentan una menor incidencia de diabetes mellitus e hipertensión y un buen nivel de colesterol bueno (HDL).
Aunque el alcohol contiene calorías vacías que no aportan nada útil al cuerpo (7 Kcal por gramo de alcohol), en el caso concreto de la cerveza se trata de una bebida compuesta por cebada (malta), lúpulo, agua y levadura fermentada de bajo contenido alcohólico (entre un 4% y un 6%) muy completa a nivel nutricional.
Contiene nutrientes como vitaminas del complejo B, además de vitaminas A, D y E, así como proteínas, ácido fólico, fibra y minerales como el silicio o el magnesio, estos últimos muy beneficiosos para la salud ósea y el sistema inmunológico.
Sin embargo, si el consumo de cerveza se convierte en un hábito diario y se ingiere en una cantidad excesiva podría tener efectos negativos en nuestro organismo. Algunos de ellos son:
1- Obesidad. Una lata de cerveza de 330 mililitros nos aporta casi 150 calorías y, si su consumo se multiplica, el peso se dispara. Además, muchas veces el problema no está solo en la cerveza, sino en las patatas bravas, los fritos o las aceitunas que las acompañan y que son una auténtica bomba de calorías.
2- Mayor riesgo de muerte. Un consumo excesivo de alcohol puede llevar a desarrollar dependencia y ser causa de una muerte prematura.
3- Enfermedades graves. Cáncer de laringe, esófago, boca, garganta, colon o hígado, además de la hipertensión, son algunas patologías asociadas a un consumo elevado de alcohol.
4- Problemas de hígado. El hígado es el encargado de metabolizar el alcohol y un consumo superior a 30 gramos al día incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades como esteatosis hepática, cirrosis hepática o hepatitis alcohólica.
5- Problemas digestivos. El alcohol tiene gas, aumenta la producción de ácidos en el estómago y puede provocar gastritis, úlceras, sangrado de estómago o esófago, inflamación, síndrome del intestino irritable y daños en el páncreas.
6- Mala calidad del sueño. El consumo de alcohol puede ayudar en un principio a conciliar el sueño, pero también puede interrumpir después sus patrones normales, impidiendo así un descanso óptimo que se traducirá inevitablemente en cansancio y malestar al día siguiente.
7- Riesgo de depresión. El alcohol es una sustancia depresora del sistema nervioso central y aunque en un primer momento mejore el estado de ánimo, su efecto a medio y largo plazo puede provocar depresión y ansiedad, así como dificultades cognitivas y de memoria.
8- Interacción con otros medicamentos. Ingerir alcohol mientras se toma algún tipo de medicación puede dejar a los fármacos sin efecto.
9- Relaciones. Un consumo excesivo de alcohol, además de afectar a la salud física y mental, puede pasar factura a las relaciones personales, sociales y a la calidad de vida en general.
Si eres de los que disfrutas tomándote unas cañitas, recuerda que debes hacerlo siempre con moderación para evitar el amargo trago de ver perjudicada tu salud.