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Esto sí es acoso y derribo

El expresidente del Parlamento Vasco Juan Maria Atutxa. / EP

Una gotita de perspectiva. A mi muy querido Juan Mari Atutxa, igual que a mis también apreciados Kontxi Bilbao y Gorka Knorr, el cagarro justiciero que atiende por Manos Libres les jodió la vida. Durante once años, vivieron un calvario judicial que, además de impedirles seguir con su actividad política, les supuso un sinfín de penalidades personales muy por encima de su compromiso ideológico. Solo once años después de la primera actuación de la banda de Miguel Bernard, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo condenó a España -simbólicamente, como siempre- por haber consentido la destrucción judiciosa de tres seres humanos que en su día, incluso frente a sus propios prejuicios individuales, actuaron según su conciencia para no impedir que el grupo Sozialista Abertzaleak, marca electoral de la ilegalizada Batasuna, pudiera desempeñar el mandato de la ciudadanía en el Parlamento Vasco.

Por la misma época, el lehendakari Juan José Ibarretxe y el presidente del EBB del PNV, Xabier Arzalluz, eran tildados a diario como terroristas por una basura mediática que deja en aprendices a lo que hoy se ha dado en llamar fachosfera. Esto, mientras en esas cortes españolas que denunciamos que son un estercolero infecto, las y los representantes de PNV y EA soportaban esputos dialécticos de la peor estofa por parte de culiparlantes del PP y... oh, ah, uh, del mismo PSOE que ahora pide el frasco de las sales. Pregunten a Begoña Lasagabster, Josu Erkoreka, Pedro Azpiazu o al veteranísimo Iñaki Anasagasti lo que tenían que soportar camino del atril o durante sus intervenciones. ¿Crispación? ¿Polarización? ¿Lawfare? Los cinco de Bateragune -Otegi, Díez, Rodríguez, Zabaleta y Jacinto- se comieron seis años de trullo porque se le puso en la punta de las puñetas a ciertos magistrados. Y ahora va Pedro Sánchez y trata de explicar a Noé lo que es la lluvia.

29/04/2024