Quique Domínguez tiene más que visto y estudiado el claustro de la Catedral de Pamplona. “Es una joya del gótico”, dice. Entre sus piedras, columnas, jardines y fuentes no le cuesta nada trasladarse a “la época en la que fue construido”. Es un enclave que admira profundamente, con la sensibilidad que le otorga además ser licenciado en Historia del Arte. Allí, en una mañana soleada, citamos al entrenador del Helvetia Anaitasuna para las fotos de una entrevista en la que habla de balonmano, de cómo ha vivido un primer tramo de competición no exento de malos momentos, con el equipo encadenando seis partidos sin ganar y con derrotas crueles, si bien finalmente ha terminado con la felicidad de tres victorias seguidas. Pero no sólo habla de deporte. También de arte, de libros, de su admirado García Márquez o de escapadas por Navarra y sus alrededores, necesarias para él “por higiene mental”.
¿Qué balance hace de la primera vuelta?
Me parece que ha sido una primera vuelta rara, extraña y dura en muchas cosas. Desde mi punto de vista, está marcada por dos circunstancias. Una, la más fea y que ninguno queríamos, la recaída de Ander Torriko a dos días de empezar la Liga. Cuando estaba muy cerca de volver y todo parecía ir por buen camino. Fue un mazazo tremendo en lo anímico y en lo grupal. Y, después, la derrota contra el Puente Genil. Nos hizo muchísimo daño. Creo que nunca debimos perder ese partido, que ganábamos por cuatro a falta de siete minutos para acabar. Al final caímos por un gol, de manera muy cruel. Nos hizo mucho daño en la moral y en la confianza. Luego entramos en unas lagunas, en esos finales de partido que se nos iban. Nos había pasado ya contra Cuenca y se repitió ante Cangas o Valladolid, que aunque no perdimos, empatamos de una forma muy parecida. Ahí se instaló un cierto pesimismo y las semanas fueron duras. El arreón en el tramo final nos deja un buen sabor de boca y la sensación de que 14 puntos no están mal, pero que es inevitable acordarse de esos encuentros y de esos puntos que se nos escaparon. Esos finales de partido que se repitieron, algo que no me había pasado nunca, marcan mucho y creo que, sin ninguna duda, podríamos haber estado jugando la Copa Asobal, mientras que ahora estamos en el pelotón de la zona media y con la sensación de que aún nos queda mucho por hacer en la segunda vuelta.
¿Encuentra alguna explicación a toda esa dinámica? ¿A perder de forma tan seguida y cruel en los finales de partido? Seguro que le ha dado mil vueltas...
En el deporte, una de las peores cosas que te pueden suceder a la hora de competir es la falta de confianza. Que afloren las dudas o el miedo. Eso nos ha pasado. Creo que al final es la cabeza y cuando hay inseguridad y ganas de hacerlo bien, algo que a este equipo le sobran, pues pasa. En algún momento había que darle la vuelta a las cosas y, afortunadamente, pasó contra el Guadalajara y siguió con Logroño y Benidorm.
Después de todos esos baches había que afrontar semanas nuevas para preparar el siguiente duelo. ¿Qué les decía a los jugadores? ¿Cómo les alentaba?
El primero que pierde mal soy yo. Me cojo unos berrinches tremendos. Le pongo mucho a mi profesión y eso lo encajo mal. No pierdo las formas, aunque reconozco que me cuesta digerir las derrotas y más cuando son de este estilo. Pero como entrenador tengo la obligación de estar de pie de nuevo y tirar del equipo. Si el sábado estoy triste o frustrado, el lunes ya estoy preparado para empezar la semana. Eso se lo intento transmitir también a los jugadores. Conforme transcurría la semana nos íbamos encontrando mejor y ya el siguiente sábado de partido estábamos listos. Este equipo ha competido muy bien, excepto el choque de Irun, y en todos los encuentros hemos tenido opciones de puntuar, incluido el del Palau ante el Barça. Eso significa que nos hemos levantado ante las adversidades.
¿Y los jugadores llevaban las derrotas como usted?
En cada equipo hay jugadores de distinta personalidad. Pero todos tienen una gran responsabilidad y todos se sentían mal en ese tramo en el que las derrotas nos perseguían y las victorias no llegaban. Estaban muy afectados. Trabajamos mucho y metemos muchas horas dentro y fuera de la pista, y luego veíamos que no éramos capaces de trasladar todo ello a los resultados. Así que había semanas en las que estaban afectados y preocupados. Pero con la convicción a la vez de que hacíamos cosas bien. En las sesiones de vídeo, cuando perdemos, me ocupo mucho de sacar los aspectos positivos de los partidos. A algunos es algo que les chirriaba, pero eso también es una forma de trabajar sobre la cabeza de los jugadores, para que ellos mismos vean siempre que hay cosas a las que agarrarse.
A la vez ha tenido que lidiar con aspectos imposibles de controlar como las lesiones de Torriko, de Xavi Castro, Gastón, Pereira o Edu...
Hemos tenido muchas, al igual que la anterior temporada. Recuerdo que analizábamos con el resto del cuerpo técnico, con los fisios, la razón de tantas lesiones y de tan diversa índole. No era fácil obtener un patrón. Este curso queríamos reducirlas y no lo estamos cumpliendo. No sé si estamos haciendo algo mal o qué. Pero sí que es verdad que en muchos deportes y en diferentes categorías, de un tiempo a esta parte, las lesiones se han disparado. No sé si ha sido a raíz de la pandemia, si tiene que ver con el estilo actual de vida... No lo sé. En Asobal hay muchos equipos que las están padeciendo y nosotros somos uno de ellos. Eso afecta. La plantilla ya es justa en algunos aspectos y te tienes que reinventar y apostar por jugadores jóvenes, que en algunos casos tienen aún un período de madurez largo. Las lesiones son un factor importante cuando se trata de plantillas en las que no vas demasiado sobrado.
Entiende entonces muy bien a su compañero de pabellón, el técnico del Xota Imanol Arregui, con quien coincide muchas veces en la pista y que también está pasando por algo similar con su equipo.
El otro día me lo decía él, que es algo que está pasando en muchas disciplinas, y le veía muy preocupado lógicamente. Vaya por delante mi admiración por Imanol, que me parece un ser superior. Me gusta muchísimo verle entrenar y el respeto que le tienen los jugadores. Lo bien que les transmite. Aprendo mucho de él. Me pongo en su piel, viendo cómo están cayendo jugadores cada semana, cómo está compitiendo pese a todo y tirando de jugadores muy jóvenes en puestos tan importantes como la portería... Estamos parejos ahora mismo en ese aspecto e incluso ellos creo que peor.
Llegó en 2020 a Anaitasuna y en febrero de este año renovó hasta 2025. ¿Qué tal está siendo su experiencia hasta ahora en el club y también en la ciudad, en la región?
La verdad es que lo estoy viviendo como una etapa muy bonita de mi vida. Desde el momento en el que vine a Pamplona me sentí muy cómodo y muy bien acogido. Dentro de las dificultades que hay siempre en cualquier oficio, en este caso por las rachas que hemos vivido sin ir más lejos, lo cierto es que estoy en el sitio en el que quiero estar. Muy feliz aquí. En un club con el que comparto una filosofía y una manera de hacer las cosas. Y mi familia también está muy a gusto, muy cómoda en Pamplona. Mi mujer y mi hija pequeña son las que están conmigo. Disfruto mucho del momento y valoro las cosas buenas que me pasan. Así que aprovecho también para hacer mis escapadas y conocer sitios nuevos de Navarra y de sus proximidades.
¿Y con qué sitios se queda, de los que ha visitado en todo este tiempo?
Difícil, pero me encanta Roncesvalles por lo que significa. Yo soy un enamorado del Camino de Santiago y del románico. Me gusta mucho también Puente la Reina. Y otros sitios como las Cuevas de Urdax, donde estuve este verano, al igual que la Catedral de Pamplona y el claustro donde hemos estado haciendo las fotos. Me parece una joya absoluta. Disfruto mucho de estos sitios y lo necesito, además, para mi higiene mental. Necesito en algunos momentos dejar el balonmano y dedicarme a otras cosas, sean excursiones, leer un libro, ir al teatro o al cine. Al menos un día a la semana que haya un paréntesis.
¿Qué tiene ese claustro, que le enamora tanto?
Es una joya del gótico, una preciosidad. Me resulta fácil trasladarme a la época en la que fue construido. Yo disfruto mucho con el arte y no me cuesta nada pasarme una mañana paseando, leyendo o haciendo algunas fotos. Me llena mucho.
¿Qué está leyendo ahora mismo?
Estoy releyendo El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez. Me parece una de sus mejores novelas. A mí la literatura latinoamericana me apasiona. Durante la temporada leo menos, es verdad, pero en cuanto paramos, intento darle un empujón a los libros que se me acumulan en la mesilla. Ahora he vuelto a Gabo, que siempre es una buena compañía.
¿Es de tener muchos libros pendientes?
Sí, demasiados. Pendientes de leer y de comprar. Me encanta el mundo de los libros. Las bibliotecas y las librerías. Pero sí que es verdad que leo menos de lo que me gustaría durante la temporada, aunque siempre encuentro ratos.
Ahora se va para Galicia para celebrar las Navidades. ¿Cómo son estas fechas en su familia? Siendo 14 hermanos parece complicado que se junten todos...
Ahora mismo juntarnos todos es complicado, porque además tengo hermanos que están fuera. Uno en París y otro en Santander, pero sí que nos gusta reunirnos. Mis Navidades son en familia. Yo también me juntaré con mis otros dos hijos, a los que llevo tiempo sin ver. No son muy distintas a las de otras personas, pero sí que es verdad que nosotros nos juntamos muchos. Ahora mismo entre hermanos, parejas, sobrinos y mis padres somos 53. Todos no estaremos, pero cuarenta y muchos, sí. Además, como nos llevamos muy bien y no tenemos tanto tiempo para reunirnos, lo disfrutamos mucho. Lo pasamos muy bien. Es divertido. En las familias numerosas nunca te aburres. Mis padres lo pasan estupendamente. Mi madre es de exteriorizarlo más y agradece mucho el vernos juntos.
¿Qué deseo tiene para Navidades y para el Año Nuevo?
Lo primero, que la tercera operación de Ander Torriko sea la buena. Se le ve animado, con fuerza y vamos a estar todos ahí animándole. Espero que esa parte de las lesiones nos deje tranquilos. Estoy convencido de que cuando nos golpee menos, el equipo va a estar más regular y con mejores resultados. En lo deportivo, esos son mis deseos. Y en lo personal, tener salud y mantener la ilusión. Disfrutar de las cosas buenas que ocurran, no pasarlas por alto. Que las pongamos en valor. Hay que poner un poco de positividad y optimismo a la vida.