La Real salió viva de Leipzig. Lo hizo gracias al planteamiento acertado por parte de Imanol, que impidió a los teutones correr, sin duda lo que más les gusta. Fue un duelo completamente distinto a lo que estamos acostumbrados, con un equipo realista muy defensivo con la retaguardia retrasada y las líneas muy juntas, lo que provocó un cortocircuito en un rival al que le gusta salir a la contra. Los donostiarras apenas cometieron errores y se aprovecharon de dos regalos de los locales para ponerse por delante en sendas ocasiones en el marcador gracias a las dianas de Le Normand y de Oyarzabal, de penalti. Lástima que los alemanes empataron la ventaja inicial con un gol absolutamente evitable en función de la táctica programada y en un presente lamentable y vergonzoso en forma de penalti que se inventó el turco Çakir. Con este tipo de colegiados UEFA hay que ser muy prudente y esperar siempre lo peor, porque cuando bajan un escalón, nunca se complican y tratan de contentar al público local para evitar broncas incómodas. En Europa el VAR tampoco corrige piscinazos, ya que Zaldua casi no tocó a Szoboszlai, que se dejó caer de forma lamentable. Los trencillas todavía no entienden que el videoarbitraje debería ser un busca y captura de los tramposos como objetivo primordial.
Alemania siempre ha sido un infierno futbolístico. Y la Liga lleva unos años siendo inferior al nivel físico de los mejores campeonatos europeos, como se pudo comprobar este martes en el PSG-Madrid. La diferencia entre el Leipzig y la Real no es tan grande como nos quisieron vender en las horas previas, en las que muchos de los protagonistas ofrecieron la sensación de ponerse la venda antes de la herida. Lo malo es que a la baja de Januzaj anunciada el martes, que dentro de lo que cabe se podía sustituir sin excesivos quebraderos de cabeza por Portu, había que añadir la ausencia de Isak, que se cayó de la lista por unas molestias musculares que confiemos en que no le dejen fuera del derbi. Una pena y algo extraño, ya que la víspera compareció en rueda de prensa, lo que suele ser sinónimo de titularidad. Lo más dramático es que en el banquillo no había ninguna variable ofensiva, salvo Naïs, que, como todos sabemos, sigue siendo un proyecto.
En definitiva, pensando en positivo, dos inmejorables oportunidades para el murciano y Sorloth. El resto del once fueron los esperados, salvo la presencia de Ryan en detrimento del mejor Remiro de la temporada, con Zubeldia como, supuestamente, sustituto del sancionado Zubimendi y Rico en lugar del tocado Aihen, como sorpresa inesperada. La titularidad del australiano se justifica en el asedio teutón que podía presagiarse y la del azkoitiarra en la búsqueda para equilibrar una parcela física en la que la Real partía con clara desventaja.
Enfrente el Leipzig con el once más o menos esperado. Un equipo temible como bloque y por individualidades, pero que tampoco era el Bayern de Lewandowski.
Defensa de cinco
La gran apuesta de Imanol fue colocar a Zubeldia de central izquierdo en una línea de cinco, algo muy poco habitual. El partido arrancó con el clásico tanteo hasta que a los diez minutos, en el rechace de un córner, Portu proyectó a Rico con un gran taconazo por la banda izquierda y su magnífico centro al segundo palo, el mejor desde que está en Donostia, lo aprovechó Le Normand para anotar con la izquierda tras bajarla con el pecho. Ya era hora. Se echaba de menos la aportación del galo en la cuenta anotadora, como él mismo comentó al término del partido ante el Granada. Es más, no le hacía ninguna gracia los vaciles de sus compañeros sobre el tema.
Mejor imposible. La Real en ventaja descubrió su plan. Un 5-4-1 muy conservador, con la línea de la defensa muy atrás y el mediocampo muy cercano para no dejar espacios. A partir de ese momento, los alemanes se lanzaron al ataque, conscientes de la situación y del planteamiento visitante. Lo mejor es que los teutones apenas generaron peligro y lo peor es que empataron en un gol muy evitable. Angeliño centró sin demasiada oposición y Nkunku, sin saltar, cabeceó a las mallas sin que Zubeldia evitara su remate. Una pena. Los locales lo intentaron hasta el entreacto, pero sin encontrar fisuras en la zaga realista, que incluso dispuso de una buena opción casi al final en un centro de Portu que no encontró rematador. Pero fue un oasis en el desierto; las sensaciones no eran nada buenas, con el equipo demasiado atrás evacuando agua para evitar el hundimiento. Como si la cuenta atrás fuera inevitable y fuera a acabar irremediablemente en el matadero. En el descanso había deberes por cumplir y corregir.
La Real saltó con otros bríos en la segunda parte. Los blanquiazules no parecían tan agobiados y al menos intentaban alejar del área a los alemanes. Tras un par de sustos de los locales, que siempre estaban incómodos y sin demasiadas ideas, llegó otro nuevo córner en el que Portu no consiguió marcar casi a puerta vacía. El VAR descubrió que Gvardiol había tocado con la mano, en un claro y absurdo penalti, que transformó, cómo no, Oyarzabal. A partir de ese momento, los realistas volvieron a recular y Nkunku, en otra jugada que salvó Le Normand con un leve e inteligente empujón, corroboró que se iba a sufrir. Lo lamentable es que una vez más, en un partido en Alemania, un colegiado de la experiencia de Çakir se inventó un penalti que transformó Forsberg. En los últimos minutos Ryan se hizo grande y salvó dos buenas opciones de los alemanes.
Empate. Había que resistir y se hizo. La Real compitió como queríamos que lo hiciera en tierras germanas y logró que las espadas quedaran en todo lo alto para la vuelta. Con la ventaja de que ahora irá de mano con su gente. Anoeta dictará sentencia, pero la certeza es que, por mucho que todos los augurios eran negativos, la Real no parece menos que el Leipzig.