Cada día, toneladas de comida terminan en la basura en colegios, restaurantes y supermercados, mientras miles de personas se enfrentan a dificultades para acceder a una alimentación adecuada. Diferentes centros educativos de Euskal Herria han logrado transformar su comedor escolar en un modelo de sostenibilidad con una iniciativa novedosa: el proyecto Rexcatering.
Uno de esos colegios es Maristak Zalla. Todo comenzó con una preocupación del equipo directivo. “A pesar de intentar ajustar los menús, siempre sobraba mucha comida en el comedor”, explica Alazne Azaceta, directora del centro. “Nos generaba inquietud, porque estamos muy concienciadas con el medio ambiente”.
Para solucionar a este problema, el colegio contactó con la Fundación Residuo Cero, que ya había implantado sistemas similares en otros centros de Euskal Herria. “Nos pareció una solución adecuada para nuestro centro”, afirma Azaceta.
Un modelo a seguir
“ Inicialmente pensamos en personas necesitadas, pero luego optamos por un sistema abierto para evitar la estigmatización ”
Alazne Azaceta - Directora de Maristak Zalla
El proyecto consiste en reutilizar los excedentes alimentarios del comedor escolar de forma segura. “La comida se envasa en táperes biodegradables hechos de pasta de maíz y se etiquetan con información sobre alérgenos y fecha de caducidad”, detalla la directora. Para garantizar la higiene, el envasado es realizado por los trabajadores del centro, quienes se aseguran de que los alimentos no bajen de una determinada temperatura antes de ser empaquetados.

Los alimentos de la máquina expendedora se pueden adquirir gratuitamente.
Los envases son trasladados por los propios alumnos a una máquina de vending instalada en el hall del ayuntamiento. “El alumnado participa en casi todo el proceso: contabilizan los alimentos, introducen los datos en el sistema, generan las etiquetas y reponen los táperes en la máquina”, señala Azaceta. Esta implicación no solo contribuye a reducir el desperdicio de alimentos, sino que también fomenta su conciencia ambiental y social.
La comida es completamente gratuita y accesible para todo quien la desee. “Inicialmente pensamos en personas necesitadas, pero luego optamos por un sistema abierto para evitar la estigmatización”, comenta la directora. Desde el inicio del proyecto, los táperes se consumen antes de su fecha de caducidad, lo que demuestra su buena acogida. “Nunca ha sobrado comida en la máquina de vending. Todo lo que envasamos se consume”, añade.
“ Los alumnos son más conscientes de la importancia de una alimentación equilibrada y del problema del desperdicio ”
Alazne Azaceta - Directora de Maristak Zalla
El impacto del proyecto no se limita a la reducción de residuos. “Cada mes recibimos datos sobre cuántas raciones hemos recuperado y cómo hemos reducido la huella de carbono. Con esa información trabajamos en el aula”, explica Azaceta.
El hecho de participar activamente en la gestión del despilfarro de comida también ha transformado la percepción de los alumnos. “Son más conscientes de la importancia de una alimentación equilibrada y del problema del desperdicio”, afirma la directora. Para ampliar el alcance de la iniciativa, el centro quiere renovar para el próximo curso los alumnos que participan en la misma , garantizando que más estudiantes puedan formar parte del proyecto.
Los vecinos de Zalla han acogido con entusiasmo esta iniciativa, que demuestra que generar un impacto real y fomentar hábitos sostenibles más allá de las aulas es posible. “Muchas familias han mostrado interés en probar los menús del comedor escolar a través de la máquina de vending”, dice Azaceta.

Un grupo de alumnos recarga la máquina expendedora de Etxebarri.