El desafío, el reto de Remco Evenepoel, campeón olímpico de contrarreloj en la ciudad de la luz, donde alumbró dos oros, era equipararse a Grace Brown, que horas antes hermanó los laureles olímpico y Mundial. El hito de la australiana, que reinó en París y prolongó su estado de gracia en Zúrich era un estímulo para el belga en el Mundial contrarreloj.
La ambición es el faro que da luz a Evenepoel, dorada la bici, el recordatorio de sus logros en las manecillas y defensor del arcoíris. El belga se asustó en la rampa de salida. Entró en pánico cuando se le salió la cadena de la bici al pedalear hacia atrás para lanzarse y tomar impulso. Solucionó el desarreglo en cuestión de segundos. Con el pulso acelerado se propulsó el belga hacia el arcoíris.
Así pintó el cielo de Zúrich, de todos los colores. Revalidó el título con una actuación colosal que enfatizó su dominio en la especialidad. Es el mejor contrarrelojista del planeta aunque no responde a la lógica y fisionomía de los hombres que dominaron el tiempo.
Evenepoel, enjuto, compacto como una bala de cañón, los músculos prietos de culturista, derribó a Filippo Ganna, un ciclista colosal. El gigante de Verbania, recordman de la hora, no pudo con el muchacho de oro, que le sometió por seis segundos. El belga marcó un registro de 53:01. A más de 52 kilómetros por hora. Edoardo Affini logró el bronce a 56 segundos del talento belga.
Evenepoel recorrió pisando baldosas de oro el camino desde París hasta Zúrich. El belga alcanzó la gloria ante Ganna, devorado por su bestia negra. Evenepoel le sometió en el pasado Mundial y también en los Juegos Olímpicos de París.
“Ha sido una locura. Mentalmente ha sido la crono más difícil de mi vida. La subida se me hizo dura y en los últimos 5 kilómetros he luchado al máximo. He tenido que regular para no superar mi límite”, dijo Evenepoel, que revalidó el título del pasado cuso sobre su montura, no solo dorada, también brillante al extremo. Como Evenepoel.
No conviene abusar del color oro, que tiene cierta tendencia hacia lo hortera y el mal gusto si se exhibe en exceso, salvo que sea cuestión del mundo del espectáculo, con ese toque teatrero, exhibicionista e histriónico en el que se contonea.
En Suiza están acostumbrado al oro, del que nunca se preguntó su procedencia por eso de no molestar a quienes lo depositan en confianza, entre sombras.
Así llenaron las tripas de los bancos, con el sigilo del secreto bancario, una religión en el país helvético. Los relojes también dan personalidad a Suiza, que dispuso un recorrido con salida y llegada en Zúrich de 46 kilómetros para vestir con el arcoíris al campeón del Mundo de la especialidad. Un repecho hacía de bisagra.
En ese territorio, ideal para especialistas puros, para los contorsionistas que en una posición tortuosa son capaces de desarrollar enormes potencias y alcanzar velocidades meteóricas en un ejercicio que rueda en los límites del dolor, en el abismo del sufrimiento, colisionaron los misiles.
Duelo entre Evenepoel y Ganna
El puño aerodinámico de Evenepoel, escasa la talla, exuberante su capacidad de generar vatios, y las zancadas gigantescas de Ganna, dos veces campeón del Mundo de crono, se midieron al centímetro desde el arranque hasta el final. Joshua Tarling, otro tallo, era la otra central de vatios que vislumbraba las medallas.
El primer parcial anudaba esa pelea. Lejos de su mejor versión, Primoz Roglic, penaba. El esloveno fue doblado por Ganna en los estertores. Sufrió más aún Jay Vine. El australiano estaba completando una gran crono hasta que se cayó en el descenso. Alcanzó la meta ensangrentado y dolorido. La desgracia no abandona a Vine.
A medida que se apelmazó el trazado, a Tarling se le espesó el ritmo y se deshojó su opción. Affini se posó sobre el podio. En el segundo control de pasaportes para las medallas, Evenepoel y Ganna continuaban empujándose.
El belga mandaba, pero la incertidumbre se posaba en el Mundial entre dos ciclistas extremos, antagónicos, hasta que el Evenepoel arrugó al italiano, que había crecido en el tramo más favorable.
Ganna no pudo sostenerle la mirada, apergaminado ante el belga, que elevó los brazos para agarrar el arcoíris y subirse al trono. El belga marca la hora Mundial. Evenepoel es un reloj.