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Evenepoel y Roglic se retan en un Giro que teme al covid

1ª etapa El belga y el esloveno, grandes favoritos para conquistar la carrera, a la que también aspiran Vlasov, geoghegan, Almeida o Thomas
Primoz Roglic y Remco Evenepoel pelearán por el trono del Giro de Italia que arranca hoy. | FOTO: AFP

pamplona

– Todos los caminos conducen a Roma, que el día 28 coronará al rey del Giro de Italia. Para alcanzar la ciudad eterna, antes espera Nápoles, ardiente y fugaz como el Vesubio, caliente el corazón de la ciudad que idolatra a Maradona, su dios pagano y también celestial. Sus gentes aún estarán festejando la consecución del scudetto 33 años después de su última conquista. La fiesta rosa, la que pinta Italia con el color de su maglia, probablemente encuentre un punto azul reverberando el eco de la gran hazaña del Nápoles. El punto negro del Giro es el covid, que intimida nuevamente aunque la OMS ha decretado el final de la alarma mundial. El virus que puso de rodillas a la humanidad, que paró el planeta y lo encerró hace tres años, está metiendo los codos en la carrera italiana. El enemigo invisible es el más temible. El covid ha tachado a tres porteadores de Primoz Roglic antes de que se dispare el Giro: Van Endem, Gesink y Foss. El esloveno comienza gafado su asalto a la Corsa rosa. Tratnik, uno de sus gregarios, padeció una caída en el entreno. Le sustituirá Gloag. De salida, esquivar el virus es el mandamiento principal. Por eso, en la presentación de equipos, Remco Evenepoel, el gran adversario de Roglic en su camino a la ciudad eterna, asomó, al igual que el esloveno, con una mascarilla cubriéndole el rostro. Su equipo no ha padecido ninguna baja, pero la preocupación late en el Giro, donde solo dos ciclistas de Euskal Herria tomarán parte: Jonathan Lastra, bilbaino, y Óscar Rodríguez, navarro .

Las otras aristas de la carrera italiana se desprenden de su recorrido, aferrado el Giro a su libreto, el atlas de las grandes cumbres y las montañas totémicas, aderezado en esta edición con tres cronos individuales que suman 71 kilómetros. En realidad, la última, a un día del cierre del Giro, es una monstruosa cronoescalada y tal vez sea el lugar en el que todo cambie. En el vis a vis que se anuncia entre Evenepoel y Roglic, la cronoescalada a Lussari puede ser el todo o la nada del Giro. Once kilómetros llanos darán a una ascensión puntiaguda, 7,3 km con unos porcentajes imponentes: 12,1% de media y varios tramos con rampas del 22%. Una pared que atravesar o estrellarse. Ese será el último baile de quienes como Evenepoel y Roglic aspiran al Giro. Joao Almeida, Alexander Vlasov, Tao Geoghegan o Geraint Thomas serán otros opositores al triunfo.

Conviene rebobinar para situar el presente. El Giro que se abre hoy con una contrarreloj entre Fossacesia Marina y Ortona, de 19,6 kilómetros, se inició cuando se supo que Roglic y Evenepoel se medirían después del combate de la Vuelta, que elevó los brazos del belga. El esloveno tuvo que abandonar la carrera tras un fea caída cuando se disponía a tratar de remontar a Evenepoel en la semana definitiva Hasta entonces, el belga dominó el duelo. Después de aquello, el destino de ambos se cruzó en la Volta a Catalunya. Firmaron tablas, siameses ambos en su rendimiento, pero Roglic se llevó el laurel. La victoria tuvo algo de logro moral y de confianza. Sucede que el Giro no es la Vuelta ni la Volta. Posee mucha más altura. Esas montañas que elevan a la carrera italiana al altar de la cartografía pueden decidir en buena medida el sino de la prueba. Roglic conoce el Giro y la sensación de ahogo de las terrazas por encima de los 2.000 metros. De Evenepoel, una década más joven que el esloveno, queda por comprobar si es capaz de subir con eficiencia entre los colosos. Ambos aterrizan desde sendas concentraciones en altura. La ecuación del nuevo ciclismo: altura y competición.

La ascensión al Gran Sasso brota el séptimo día. Una montaña respetable en una jornada de 218 kilómetros. A la carrera italiana, que acumula un desnivel total de 51.000 metros, no le asustan las grandes distancias ni en jornadas con montañas. Tres puertos puntuables y el encadenado de Calascio y Gran Sasso, de casi 45 km de subida, examinarán a ambos. El último ascenso es una letanía de 26,5 km que, con 3,4% de desnivel medio pero con un final de rampas hasta el 13%, exigirá al organismo. La cumbre se sitúa a 2.135 metros, una altura en la que el oxígeno escasea. El Giro seguirá ahogando con la tortura de la crono, el paraíso para Evenepoel y un buen lugar para Roglic, campeón olímpico. Serán 33,6 kilómetros llanos como un folio y final en Cesena, el pueblo natal de Pantani, el escalador por antonomasia. De ahí, la Corsa rosa saldrá ordenada. Se espera que el belga aseste el gran golpe. Después, la carrera ganará altura. La primera gran jornada de montaña florece en la decimotercera etapa con 208 kilómetros de trama entre Borgofranco d’Ivrea y Crass Montana.

Tres gigantes estrujarán el Giro, que entrará en la neutral Suiza. Se espera una guerra entre el Col du Grand Saint-Bernard, la Cima Coppi (cumbre más alta) de este año, con 2.469 metros. A partir de ahí, la carrera alumbrará las ascensiones de Croix de Coeur (15,4 km al 8,8%) y el remate en Crans Montana (13 km al 7,2%). La última semana de la Corsa rosa es un festín de montaña. El Monte Bondone, una subida muy beligerante, con 21,4 km y un promedio del 6,7%, servirá para cerrar la 16ª etapa, con cinco puertos. Será el entrante para el tappone con cumbre en Tre Cime di Lavaredo. Se enlazarán cinco montañas con más de 5.000 metros de desnivel acumulado para una jornada de 182 kilómetros por el cielo de Italia. Una jornada extrema de dureza. La llegada en Tre Cime di Lavaredo, con rampas de hasta el 18%, es una oda al brutalismo y a la esencia del Giro. Sin respiro, la cronoescalada de Lussari será el muro final antes de los fastos en la imperial Roma. l

07/05/2023