La curva maldita del descenso de Olaeta mordió con saña a Remco Evenepoel, fractura de clavícula, y dejó heridas en Primoz Roglic. Desde aquel fatídico 4 de abril, –en el que la Itzulia se convirtió en un drama y entró en shock alrededor de una cuneta en la que se rompieron Vingegaard, Vine o Cras– el belga y el esloveno no habían competido. El danés tenía establecido ensayar el Tour en el Dauphiné, pero la fractura de la clavícula y un neumotórax se lo impidieron.
El campeón de las dos últimas ediciones del Tour observó la crono del Dauphiné a distancia, desde las alturas de la concentración de Tignes, donde busca el estado de forma óptimo para acometer la Grande Boucle. Esa es su contrarreloj. Apenas restan 24 días para el comienzo en Florencia. Evenepoel y Roglic salieron de la Itzulia para impulsarse al Tour desde el Dauphiné.
En la carrera francesa regresaron a lo que son, como si aquella caída fuera un pasaje que entierra el olvido del tiempo. El belga, campeón del mundo de contrarreloj, agarró el liderato del Dauphiné tras un poderosa exhibición en la crono, donde batió a Tarling, un especialista, y sometió a Roglic, el mejor entre quienes buscan la corona del Dauphiné. El belga paró el conteo en 41:49.
Fantástico Oier Lazkano
Evenepoel, que aventajó en 39 segundos al esloveno en un recorrido de 34 kilómetros, tiene 33 segundos de renta respecto a Roglic. Matteo Jorgenson, pespunta por encima del minuto, a 1:08. Oier Lazkano, que completó una gran actuación, es quinto en la general, a 1:21 del fenómeno belga. Juan Ayuso y Carlos Rodríguez acumulan más retraso.
Joshua Tarling, un espigado galés, 1,94 metros, 78 kilos, era un cohete que quemó a quienes le precedían. Su rueda era de fuego. Estrategia de tierra quemada. Calcinó a tres dorsales que se dispararon antes. Los adelantó sin piedad. Caníbal. Sorpasso sin intermitente. Los fagocitó el británico, que se ensilló sobre una turbina.
El campeón de Europa de la especialidad, un meteorito que recorría las vías secundarias camino de Neulise, era un estela de calor, el que dejó su turbina, que era un fogonazo de energía constante. Empujado por ese sensacional motor, por las palancas enormes de un ciclista zancudo y poderoso, fijó un registro sideral: 42:06 minutos.
Evenepoel dista mucho de la fisonomía de tallo del galés. El belga, 1,71 metros y 61 kilos, es un puño de músculos que golpea el airea recogido sobre sí mismo, a modo de un carenado sofisticado.
Es un bicho bola, perfecta su postura aerodinámica para que le resbale el viento, poderosas las piernas, dos mazas de antiguo futbolista que bombean velocidad.
Evenepoel no fluctúa la posición. Hierático. Se enrosca y pedalea sin oscilaciones. La bicicleta y el cuerpo hacen un todo. Acompasado el ritmo. Profunda la pedalada. El belga es el campeón del Mundo de contrarreloj. Una bola de cañón.
Imperial Evenepoel
Con esas credenciales, ambos se midieron al segundo sobre el relojero del Dauphiné hasta que Evenepoel desplegó las alas de su ambición para aplastar cualquier resistencia con un final estratosférico que le fijó en el liderato del Dauphiné.
Marcó un tiempo inalcanzable para el resto: 41:49 minutos. 17 segundos menos que el zancudo Tarling. Todo ese tiempo recuperado en apenas 10 kilómetros después de debatir por un segundo durante 24 kilómetros.
Evenepoel estableció la reglas del juego para sus oponentes a la general del Dauphiné desde la silla caliente, que para el belga era un trono en el que contaba el tiempo con el que castigaba al resto de nobles que ensayan de cara al Tour, el destino de Evenepoel, Roglic y Carlos Rodríguez.
El esloveno padeció en el primer tramo de la crono, menos exigente, donde el caudal de vatios del campeón del Mundo de la modalidad lo anegó todo.
Era una avalancha Evenepoel, al que solo soportaba la mirada Tarling, destinado al jornal del día. En el baile por el amarillo, que arrancó el belga de la piel de Derek Gee, Evenepoel se destacó con suficiencia.
Decidirá la montaña
Apiló 39 segundos de renta sobre el esloveno, 1:07 respecto a Jorgenson, campeón de la París-Niza, 1:27 sobre Ayuso y 1:41 con Carlos Rodríguez. Entre esos nombres que buscan la gloria se coló el perfil de Oier Lazkano, que completó una estupenda crono para firmar la quinta plaza.
En otro tiempo, en otra dimensión, el arcoíris de Evenepoel ondeaba en lo más alto. El belga puso en hora su cita con el Dauphiné. Es su relojero a la espera de lo que suceda en las montañas, que no son su hábitat.
Su latifundio son las manecillas del reloj. Evenepoel aprovechó cada pulgada para almacenar tiempo para su causa. Es la misma que Roglic, que le persigue. Los chicos de la curva maldita están de vuelta.