Una de las iniciativas que suelen llevar a cabo algunas familias autóctonas que participan en el proyecto Familia Laguna es presentar a su cuadrilla a la familia foránea o intentar que se conozcan entre las cuadrillas del barrio para poder hacer planes con más gente y conocer sitios nuevos. “Henry y su familia se han integrado genial entre nuestros amigos y en general con todo”, cuenta Jon Elzo.
Este donostiarra asegura que el hecho de participar como familias voluntarias en este tipo de proyectos ya es un gran ejemplo para los hijos pequeños, porque ellos se relacionan en el colegio todos juntos y ven cómo sus padres también lo hacen fuera del centro.
“Es una manera de que nuestras hijas, aunque aún sean muy pequeñas, empiecen a trabajar la empatía y, sobre todo, para que las mayores vean que cuando viene un alumno nuevo a clase hay que ponerse en su lugar porque viene a un sitio que no conoce, sin conocer a nadie y sin saber el idioma, y así les hacemos también ver que no cuesta nada hacer compañía a alguien que es nuevo y aprenden a prestarse a ayudar en cualquier cosa” añade el padre de Jule.
Henry insiste en que “tal vez las pequeñas aún no lo comprendan por su corta edad, pero de alguna manera ya llevan ese proceso de formación que les inculcamos como familia desde el respeto y la aceptación”.
“Esta cultura enamora, yo no me quiero ir de aquí. Y si me tengo que ir será de muy viejo, pero ahora no me voy ni van a hacer que me vaya porque mi proyecto principal es apoyar a mis dos hijas y en este lugar que no conocíamos somos muy felices y aquí vamos a fortalecernos y a aprender de la gente de aquí que hemos conocido”, asegura Henry, haciendo referencia a la familia de Jule y al resto de padres de los alumnos del colegio.
A lo que Jon Elzo responde que “a Euskadi le hace falta gente que quiera venir a vivir aquí, por eso hay que cuidar a los que vienen de otros países porque eso también hace que nuestro país sea aún más atractivo”.