Hace no tantas lunas, el futuro se consultaba en una bola de cristal, pero en estos tiempos voraces y urgentes basta con asomarse a la ventana. Tiende el porvenir a solaparse con el presente porque todo sucede a velocidad supersónica. La categoría sub’23 era un proyecto, un semillero que mimar y aguardar hasta el florecimiento a través del calendario de la paciencia y el trabajo sosegado.
La aparición de fenómenos extraordinarios, irrupciones meteóricas como Pogacar, Evenepoel, Ayuso y otros tantos ha acelerado el proceso. De los brotes se esperan flores bellas y exuberantes de manera inmediata. Ha enloquecido el ritmo. En ese ecosistema, Yevgeniy Fedorov, que es profesional del Astana, se hizo de oro en Wollongong. El kazajo fue el más fuerte en el galimatías de la última vuelta, donde giró la rueda de la fortuna que eligió a Fedorov.
Mathias Vacek, que le discutió la victoria, fue segundo. Ambos llegaron emparejados, pero Fedorov, más poderoso, sentó al checo en el esprint. El bronce lo mordió Soren Waerenskjold, el mejor del pelotón. El noruego cerró el podio. Días antes conquistó el arcoíris de contrarreloj de la categoría. A Fedorov le vistieron de arcoíris en el podio, pero no lo podrá lucir en el pelotón profesional, donde habita. Lo mismo le sucede al noruego.
Solo existe una prenda así, uno para la ruta y otro para la crono, y le corresponde al campeón del Mundo élite, cuya identidad se conocerá este domingo. Eso sí, Fedorov podrá contemplar orgulloso su magnífica obra en el salón de su casa, como uno observa un Picasso colgado en la pared. Si no es exhibicionista, tal vez lo guarde en un cajón, allí donde habita la memoria y los recuerdos. La postal que se llevó de Wollongong fue la más bella, aunque no lució el sol.
EL EMPEÑO DE LE BERRE
Moqueaba el cielo, con la lluvia barnizando los rostros jóvenes que corren con el ansia propia de los adolescentes pero el método y la métrica de los profesionales. Hibridación. Van den Bossche, Wilksch, Kelemen, Le Berre, Weiss y Miholjevic no esperaron. Jóvenes y hambrientos se lanzaron a la aventura desde que el Mundial alzó el telón.
No les asustaba la lluvia ni la carretera espejada, burlona por la humedad. Tampoco Mount Pleasant, el repecho que se asomaba al 12% y que servía para ir astillando la prueba, cribando las piernas. En el sexteto colaboran con entusiasmo hasta que la fatiga quebró la sintonía de la respiración acompasada y asomaron los jadeos.
Van den Bossche, Wilksch y Le Berre resistieron. Tres selecciones clásicas: Bélgica, Alemania y Francia. En el pelotón, aún con tiempo para reaccionar, se agitaban unos y otros, pero sin coreografía. El desorden y las prisas. En ese frenesí, con menos de dos vueltas para el final, se fusionaron los perseguidores con los fugados. El Mundial se reiniciaba con el pelotón laminado. Le Berre rememoró el amanecer, un muchacho en fuga. Rebelde bajo la melancólica lluvia, siempre presente.
FEDOROV NO PERDONA
Sonó la campana. Con Le Berre se vincularon Segaert, Vacek y Fedorov, unos palmos por delante del grupo. El anuncio del último baile. El eco de las medallas. A Le Berre le engulló Mont Pleasant. Balmer surgió de la pena del francés y se unió a Segaert, atosigado. A ambos, sin aliento, les embolsó el pelotón. Mount Pleasant se había convertido en el Stelvio en su décimo paso. El ser o no ser. La chepa del inicio era un gigante en el ocaso.
Se mantuvieron en pie Vacek y Fedorov, que se desgañitaban para pelear por la gloria con un manojo de segundos de renta sobre el grupo. Soportaron la presión. Su dilema era claro: oro o plata, he ahí la cuestión. En el vis a vis, Fedorov vació a Vacek, que inclinó la cabeza cuando el kazajo se encorajinó. Waerenskjold, fue el más rápido en el pelotón.
Repartidas las medallas, Fedorov se vistió de arcoíris, el maillot que no podrá vestir en el pelotón profesional. Lo enmarcará y lo colgará en una pared del salón de su casa. Probablemente lo mostrará a las visitas y contará cómo fue la carrera que le llevó a la gloria. Otros días, lo contemplará en solitario, en silencio, y recordará su conquista. Aunque no pueda mostrarlo en carrera, el arcoíris siempre lucirá para él.
EMIL HERZOG, ORO JÚNIOR
El alemán Herzog se ganó el maillot arcoíris al vencer en un esprint agónico al portugués Antonio Morgado, que buscó la victoria con un ataque lejano. Sin embargo, a tres kilómetros de meta, el ciclista alemán le capturó y le derrotó. La tercer plaza fue para el belga Van Mechelen.
RECORRIDO MUNDIAL 2023
Mientras la competición continúa en Wollongong, la UCI dio a conocer el recorrido del Mundial de 2023, que se celebrará en Escocia. La carrera élite masculina, que se disputará el 6 de agosto, partirá desde Edimburgo y conectará con Glasgow en un trazado que sumará 277, 6 Kilómetros y acumulará un desnivel de 3.167 metros. La prueba femenina partirá desde Loch Lomond y concluirá en Glasgow tras 157,4 kilómetros y sumar un desnivel de 1.930 metros. Las mujeres competirán el 13 de agosto.