Ya jubilado, Félix aún sueña alguna noche con su profesión de periodista. Andrea lo hace despierta todos los días. En los extremos opuestos de una misma carrera, comparten sus vivencias en el día dedicado a los trabajadores y las madres
FÉLIX Macua le triplica la edad a Andrea Valle, pero hay noches en las que ambos sueñan con la misma profesión. Félix, dormido y sudando la gota gorda, porque, tras toda una vida ejerciendo el periodismo, cuando el oficio se cuela en su fase REM no suele ser para bien. "Podía soñar con que he hecho un reportaje maravilloso, pero no, siempre es con algo de tensión y preocupación, de que no llego. No me pasa mucho, pero cuarenta y pico años de profesión no se olvidan", confiesa este profesional navarro, ya jubilado. Andrea, en cambio, sueña con escribir noticias despierta y con toda la ilusión que le cabe en su cuerpo, ocupado ahora por una pequeña habitante en proceso de formación. "Si consigo una estabilidad, mi pareja reducirá su jornada para cuidar a la niña y que yo no tenga que renunciar al trabajo de mis sueños", ansía, doblemente emocionada por estrenar casi en paralelo su vocación y su maternidad.
A sus 77 y 25 años, se diría que Félix y Andrea se han intercambiado los papeles. O el teclado y la carpeta. No en vano, tras poner el punto final a su última editorial, él empezó a estudiar, mientras que ella dejó de hacerlo para poner en práctica sus conocimientos. Dos periodistas en los extremos opuestos de una carrera que comparten su experiencia en el día dedicado a los trabajadores y las madres.
Félix Macua, 77 años
"Al jubilarte te quedas un poco descolocado"
Félix Macua nació en Dicastillo, Nafarroa, quién sabe si predestinado a empuñar la pluma o el pincel. El caso es que estudió Periodismo, en segundo se trasladó a Bilbao para hacer prácticas en La Gaceta del Norte y ya fue un no parar: estuvo dos años en Canarias lanzando un nuevo periódico, asumió la delegación de otro en Eibar "quince días después de que colocaran un petardo", pringó en un semanario deportivo los domingos para completar el sueldo y pasó por todos los puestos en prensa escrita habidos y por haber, desde "escribir las croniquillas de la regional preferente que se hacían por teléfono" hasta ser redactor jefe de opinión y editorialista. Cargo que desempeñó hasta los 62 años, cuando se prejubiló, más que por ganas, por esquivar una "renovación tecnológica".