El Gustavo de Maeztu acogerá hasta el próximo 26 de marzo la obra más reciente y que representa, también, la evolución del pintor navarro Fermín Alvira. Obras en pequeño formato que son englobadas en las paredes de la sala de exposiciones temporales del museo, alternándose con otras de mayor tamaño creando un juego de encierro, apertura y concentración en torno a los pinturas.
Precisamente el título de la exposición, Campos de Resiliencia, tiene mucho que ver con una versión del expresionismo abstracto que se vincula en su concepción a los campos de concentración que sembraron buena parte de Europa del nazismo.
Una colección que agrupa ámbitos creativos separados e incluso rotos, que el artista restaña en ocasiones con fragmentos de pan de oro. Para Alvira, esta sugerencia del arte como reparación también lo es como ocultamiento de una parte de la realidad, dejando vacíos expresivos en parte de sus obras. Su inspiración se nutre de los espacios y la vivencias de la realidad donde la creación es una manera supervivencia. Aquí sus retratos anónimos son metáforas de un mundo real en el que crece el ser humano entre la impotencia de los muros que lo atrapan.
La obra de Alvira avanza hacia un humanismo romántico que mezcla su trabajo académico con un original juego con la ensoñación en el que admite colores o los destierra premeditadamente, para alcanzar relevancia e ingravidez en expresiones que flotan dentro de l propio cuadro y que ahora también lo hacen en las paredes del Gustavo de Maeztu.
La propuesta artística la completará el autor con la realización de diversos talleres y otras actividades “que buscan favorecer la participación y abran el espacio expositivo como lugar de encuentro”, asegura la directora del museo Gustavo de Maeztu, Camino Paredes. Un lugar que mantiene su carácter gratuito y al que se puede acceder de martes a sábado de 9.30 a 13.30 y los domingos y festivos de 11.00 a 14.00 horas.