Tras veinte carreras celebradas se han puesto en juego 529 puntos. A falta de dos pruebas para cerrar el campeonato (Arabia Saudí y Abu Dhabi), la diferencia entre Max Verstappen, primero, y Lewis Hamilton, segundo, es de 8 puntos (351.5 y 343.5), insignificante teniendo en cuenta que se han concedido 20 puntos a los autores de las vueltas rápidas. Pero cada nimiedad tiene peso en la balanza del Mundial.
El piloto británico de Mercedes venció indomable en el estreno del Gran Premio de Catar y rebajó de 14 a 8 las unidades de ventaja del neerlandés de Red Bull, que terminó segundo. Resultados que dejaron satisfechos a los aspirantes a la corona. Hamilton abrumó con su ritmo, inabordable, y Verstappen minimizó el impacto de una cita que se complicó poco antes de tomar la salida. El podio lo completó un sorprendente Fernando Alonso, que siete años después volvió a subir al cajón.
Para añadir picante a la gira de Oriente Medio, que decidirá el campeonato, a menos de dos horas de tomar la salida los comisarios decidieron sanciones para Verstappen y Bottas. El primero fue retrasado cinco posiciones por no aminorar la velocidad en la tanda de calificación sabatina mientras ondeaban banderas amarillas y el segundo, tres puestos. La pena del finlandés fue menor porque en su caso se agitaba una bandera en lugar de dos.
De este modo, Bottas salía sexto y Verstappen, séptimo. El líder del Mundial sufría el batacazo de la justicia. Entre semana había salido airoso de una sanción por la enjuiciada defensa de su posición en Brasil. Está habiendo trabajo en los despachos. Así de enconada está la batalla. No hay margen para concesiones. Las protestas se multiplican cuando los intereses se cruzan y chocan. Inmediatamente por detrás del poleman Hamilton partieron Pierre Gasli, Alonso, Lando Norris y Carlos Sainz.
Verstappen se vistió de alpinista, con piolet y crampones. En el lapso de cinco vueltas ya rodaba en segunda posición, a 4 segundos de Hamilton. Una secuencia propia de un videojuego. Pero Hamilton, que era un rompehielos como mascaron de proa de la carrera, no competía contra pilotos, sino con la mecánica y los especialmente pronunciados arcenes del nocturno circuito de Losail. A la postre darían cuenta de ello Bottas, Russell y Latifi, que pincharon por la conjunción de una escasez de gomas y los punzantes bordes de la pista. Hamilton corría contra el aburrimiento, con la soledad que dificulta la tensión.
A pesar de ello, Verstappen es inflexible. Su ambición prohibe arrodillamientos. No hay pleitesías. Lo demostró queriendo asumir riesgos en pos de la victoria, con un optimismo que brinda por el espectáculo. "Vamos a divertirnos, porque si no hacemos nada vamos a acabar segundos", propuso por radio, con un título en juego que se mece entre dos pilotos y con apenas oscilaciones. "Hay que tener cuidado con el alerón delantero", respondieron desde Red Bull, tratando de salvar la jornada. "Creedme", añadió Mad Max. Seguido registró una vuelta rápida. ¡A la caza!
El ímpetu del crédulo Verstappen no intimidó al estratosférico Hamilton. El británico de mano de hierro rodó protegido por entre 7 y 9 segundos de ventaja. No cedió más. Montó un parapeto inexpugnable. Inflexible el piloto de Stevenage. Autoritario. Red Bull solo podía pasar página.
Alonso exprime sus opciones
A la zaga, Alonso protegía su posición de podio de dos tipos dispuestos a resarcirse: Sergio Pérez y Bottas, que volaban en plena remontada y con opciones de pisar el cajón. Esta vez Alpine ofreció un monoplaza competitivo al asturiano, que lo sustentó con su destreza. Además, la estrategia en un trazado desconocido resultó efectiva. El equipo francés diseñó un plan de una sola parada. Asimismo, el compañero de Alonso, Esteban Ocon, puso su granito para conformar una playa. "Decidle que defienda como un león", solicitó Alonso. El piloto galo hizo lo que pudo ante un bravo Pérez; menos es nada. La combinación concedió a Alonso un podio que se antojaba inverosímil en el amanecer de Catar. Es el primero que logra con Alpine, el primero desde Hungría 2014 y el 98º de su trayectoria en la F-1. "Llevo tanto tiempo esperándolo... Estoy muy contento", acertó a decir, abrigado por la emoción. Aún quedan manos y deseos en los 40 años del infatigable Alonso.
Cada uno de los dos cambios de neumáticos de Verstappen fue replicado por Hamilton una vuelta más tarde. "Copiar estrategia es lo más fácil", informaron al británico. "Entonces está ya en el bolsillo", interpretó Hamilton. El triunfo viajaba irreversiblemente en su Mercedes. Lleva dos carreras sin hallar competencia. "Ha sido bastante simple. He estado muy solo. Disfruto cuando hay peleas, pero necesitábamos esto", declaró Hamilton, que no renuncia al potencial de Mercedes ante semejante igualdad. ¡Qué digan lo que quieran!, pensará, tan desprestigiado por un coche tan dominador en la era híbrida. Las victorias, al fin y al cabo, son victorias.
Si bien, Verstappen, un chico respondón, pataleó. Inconformista que es, entró en una refriega tras el segundo stint. Cruzó vueltas rápidas con Hamilton. Un duelo por el punto extra. Así de ajustado está el Mundial. Apasionante. Al final se lo adjudicó el rebelde Mad Max, que redujo el efecto de gran premio de inferioridad a la mínima expresión. "Me siento bien de cara a las dos carreras que faltan. Creo que va a ser una batalla apretada hasta el final", comentó Verstappen con discurso y rostro gélidos. Permanece líder, pero la exhibición de poderío del binomio Hamilton-Mercedes es argumento de preocupación.