AUNQUE el pufo Koldo-Ábalos se va poniendo más jugoso por momentos –¿quién será el tal Alberto?–, hoy les varío la dieta para retomar un clásico entre los clásicos: el intento de poner a la sombra a Carles Puigdemont. O, como poco, de evitar que pueda volver a su país.
En el último episodio del serial nos encontramos al Tribunal Supremo abriendo causa penal por terrorismo al president expatriado. Se suponía que había un informe –vinculante, nos dijeron– elaborado por la teniente fiscal de esa casa que desmontaba con pelos y señales la posibilidad de endilgar tal delito al residente en Waterloo.
Pues verdes las han segado. Sus señorías se han hecho un puro con esos papeles y, después de fumárselo, han tomado como catecismo la (ejem) “exposición razonada” del juez García-Castellón para concluir que hay dos o tres docenas de motivos para sentar en el banquillo como terrorista a su enemigo público número uno.
Y la ley, en el limbo
Algunos de los entrecomillados del auto que han ido publicando los medios retratan al líder de Junts como una suerte de Fu-Man-Chú o Doctor No que lideraba una organización de villanos que perpetraron las peores fechorías.
Luego, por curiosidad, uno busca los nombres de los integrantes de la Sala de lo Penal y se encuentra con que a su frente está Manuel Marchena. Sí, el mismo Manuel Marchena que presidió el tribunal que juzgó los hechos del 1 de octubre de 2017 y que impuso severísimas penas de cárcel a los principales dirigentes del procés. ¿No se podría hacer de un modo un poco menos descarado? Es una pregunta retórica.
A nadie se le escapa que todo esto no ocurre en el vacío sino en un contexto muy concreto: el de la elaboración de un proyecto de ley de amnistía. Se diría que se busca neutralizar sus efectos, por lo menos, sobre las personas con más simbolismo, como el propio Puigdemont.
Y la cuestión es que en este minuto, esas maniobras orquestales en la oscuridad parece que están cumpliendo su cometido. Por de pronto, el miedo de Junts a que la amnistía no alcance a su jefe ha provocado que el proyecto esté en el limbo. Continuará.