La financiación de las empresas en los mercados de capitales en Europa y en Euskadi es una realidad que ya no se restringe exclusivamente a las grandes corporaciones. Una de las grandes transformaciones empresariales en la última década ha sido la diversificación de la financiación de las empresas medianas a través de la emisión de deuda y captación de flujos de capital en los mercados de capitales. Un entorno de tipos de interés favorable y la flexibilización de las infraestructuras de mercados ha favorecido este cambio. Sin embargo, el acceso de las empresas pequeñas sigue siendo la gran asignatura pendiente.
El aprendizaje forzoso adquirido en la gran crisis financiera de 2008 provocó diferentes iniciativas europeas buscando solucionar la vulnerabilidad de las empresas en tiempos de crisis, por el hecho de que la deuda bancaria era casi su única vía de financiación. En este entorno, Europa daba el mandato a España para la creación de un mercado alternativo de renta fija que permitiera a las medianas y pequeñas empresas diversificar sus fuentes de financiación. El objetivo último es claro: fortalecer la solidez financiera de las empresas, promover el crecimiento económico y contribuir a la estabilidad financiera.
Haciendo balance de estos últimos años, nos encontramos con importantes avances por parte de las empresas medianas que acuden el mercado emitiendo deuda. Más de 130 empresas han emitido pagarés y bonos en el MARF (Mercado Alternativo de Renta Fija, mercado alternativo de BME) desde su creación en 2013. Según datos de Banco de España, en 2019 el 34% de las empresas medianas cotizadas realizaron emisiones de deuda en el mercado de capitales frente al 20% de 2012. Esta evolución también se ha producido en las empresas medianas vascas que han aprovechado el favorable entorno para reforzar su estructura de financiación, más equilibrada entre financiación bancaria y de mercado. Los emisores vascos tienen un peso muy relevante en el MARF, siendo la segunda comunidad autónoma con mayor volumen de emisión después de la Comunidad de Madrid en el segmento pagares.
Adicionalmente a la convicción de las empresas y de los reguladores sobre esta necesidad, en los últimos años el entorno de rentabilidades ultra bajas e incluso negativas de los activos en los que tradicionalmente han invertido los grandes inversores institucionales (bonos de deuda pública y de grandes empresas cotizadas), ha favorecido el aumento del apetito de éstos por los pagarés y bonos corporativos de empresas medianas, menos conocidas y analizadas por la banca de inversión, en su búsqueda de activos con rentabilidad positiva y un perfil de riesgo de crédito ajustado a sus políticas de inversión.
Este entorno cambió en 2022 por el giro de las políticas monetarias de los bancos centrales, con un aumento de los costes de financiación, que ha obligado a un reposicionamiento de los inversores y de los emisores en sus políticas de inversión y financiación respectivamente. El resultado ha sido una vuelta parcial de las empresas a la financiación bancaria, aumentando el peso relativo de ésta, por la más rápida reacción de los mercados de capitales a las subidas de rentabilidades.
La evolución de los flujos canalizados por las salidas a bolsa en los mercados nacionales no ha sido tan positiva. La financiación de capital en el mercado principal de BME ha ido perdiendo fuerza en los últimos años, con un número reducido de empresas que decidían salir a cotizar por la volatilidad de los mercados y la fuerte competencia del capital riesgo. El mercado nacional para medianas y pequeñas empresas, BME Growth, sin embargo, ha conseguido atraer a un creciente número de empresas alcanzando un total de 132 compañías cotizadas (55 empresas en expansión + 77 SOCIMIs). Son sobradamente conocidas las ventajas de salir a cotizar: capacidad de financiar el crecimiento de las empresas, prestigio e imagen de marca, liquidez para los accionistas… sin embargo parece necesario tomar medidas para reactivar esta fórmula de financiación y volverla más atractiva.
Turbulencias bancarias
En las últimas semanas, las turbulencias generadas en los mercados por el colapso de Silicon Valley Bank en Estados Unidos y los problemas de Credit Suisse en Europa han puesto de relevancia la urgencia y necesidad de que las empresas cuenten con alternativas de financiación. Esto les permitirá sortear mejor los tiempos difíciles en los que las entidades bancarias pueden verse obligadas a restringir el crédito o, como en la actualidad, en los que los mercados se cierren a cal y canto por la alta incertidumbre y volatilidad.
Pero esta situación coyuntural no invalida el discurso central por el que debemos seguir trabajando para buscar nuevas herramientas que permitan a las empresas más pequeñas acceder a la financiación en los mercados. Precisamente por su menor tamaño las pequeñas empresas de calidad, solventes y bien gestionadas son conscientes de que necesitan crecer y tienen voluntad de avanzar en esta línea.
En este sentido, es una buenísima noticia que la nueva Ley del Mercado de Valores, alineándose con el Plan de Acción para la Unión de los Mercados de Capitales Europeos, busque atraer a más empresas a los mercados, a través de distintas medidas: simplificando los requisitos para la emisión y admisión a negociación de valores, ampliando los plazos de reporting financiero… En cualquier caso, consideramos que también son necesarias medidas de estímulo para fomentar el aumento de inversores que participen en estas nuevas emisiones de deuda o capital de medianas y pequeñas empresas.
Las bondades de una diversificación de las fuentes de financiación son claras: esta diversificación aumenta la capacidad de resiliencia de las empresas en el corto, medio y largo plazo, limitando su vulnerabilidad financiera en escenarios adversos. Aquellas economías con un mayor recurso de sus empresas a los mercados de capitales tienen unas compañías más fuertes, más grandes y más saneadas. Por ello, el objetivo es claro y el camino también.