Viajar a los flysch de la Costa Vasca es como adentrarse en un libro de historia escrito en las propias rocas. Desde el momento en el que pones un pie en sus senderos costeros, es imposible no verse inmerso en un mundo de texturas y colores que desafía cualquier imaginación. Caminar por los flysch es como recorrer un museo al aire libre, donde las rocas son las obras maestras y el mar, el incansable artista que las moldea. Cada estrato de piedra cuenta una historia distinta, una historia de millones de años de evolución geológica.
Con unos colores protagonistas de un mosaico visual que deja sin aliento, el contraste entre la suavidad de las formas y la rudeza de sus texturas recuerda a la fragilidad y la fortaleza que a la vez posee la naturaleza. En compañía de una banda sonora basada en el romper de las olas contra las rocas y en el susurro de la brisa marina entre los acantilados, nos sumergimos en la belleza más cruda de los flysch más legendarios de la Costa Vasca.
Rumbo hacia Zumaia
Comienza la aventura que nos llevará a descubrir el impresionante flysch de Zumaia, una maravilla natural esculpida por el capricho del tiempo. Con el espíritu de exploradores ansiosos, ponemos rumbo hacia Zumaia, un pintoresco pueblo costero situado a 30 kilómetros al oeste de Donostia. En caso de viajar en autobús desde allí, la experiencia de viajar por carreteras serpenteantes merece la pena teniendo en cuenta las vistas panorámicas y los majestuosos acantilados que bordean la costa del Golfo de Bizkaia.
En caso de salir desde Bilbao, es posible llegar hasta el pueblo de Zumaia en tren desde la estación de Casco Viejo. Si nuestro punto de partida se encuentra en Gasteiz, es posible llegar hasta el pueblo en autobús realizando algunos transbordos, y en caso de salir desde Pamplona, la forma más directa de llegar es desplazándose hasta Donostia en autobús y desde allí, también en autobús, hasta la propia Zumaia. Una vez ya en Zumaia, y tras el recibimiento del aire fresco del mar y del sonido reconfortante de las olas rompiendo contra la costa, hay que dirigirse hacia el centro del pueblo, donde se encuentra el Centro de Interpretación Algorri, nuestro punto de partida para comenzar a explorar el flysch. Equipados con ropa cómoda y la ilusión por lo desconocido, comenzamos nuestra caminata siguiendo el sendero costero que bordea los acantilados entre prados salpicados de flores silvestres y rocas erosionadas por el paso del tiempo.
Playa de Itzurun
El primer punto de parada obligatorio es famoso por su imponente acantilado de flysch y su arena dorada. Es imposible no maravillarse ante la playa de Itzurun y la magnitud de sus formaciones rocosas, talladas por millones de años de actividad geológica. Con cuidado, es posible descender por una serie de escalones tallados en la roca que conducen a la base del acantilado, donde se pueden observar de cerca las capas de roca que revelan su longeva historia.
El recorrido continúa siguiendo el sendero costero, que permite disfrutar en todo momento de las vistas panorámicas del océano y los acantilados escarpados. A lo largo del camino se pueden encontrar varios miradores, de los cuales cada uno de ellos ofrece una perspectiva única del flysch y su costa accidentada.
Cabo de Matxitxako
En caso de que nos sobren energías y nos gusten las largas caminatas, tras horas continuando por el sendero, podremos llegar al impresionante cabo de Matxitxako, el punto más occidental de este recorrido. Desde su parte más alta, es posible contemplar la inmensidad del océano extendiéndose hasta el horizonte mientras las olas chocan con fuerza a nuestros pies contra las rocas.
A la hora de emprender el camino de regreso a Zumaia, recomendamos comenzar antes de que comience la puesta de sol para aprovechar la ocasión y disfrutar al máximo durante la vuelta del espectáculo visual que supone ver a la gran estrella esconderse tras el azul inmenso antes de llegar al pueblo.
Flysch Negro de Deba
Cabe destacar que muy cerca de Zumaia se encuentra la localidad guipuzcoana de Deba, en la que un paseo por su playa nos permitirá conocer los secretos de un flysch negro no muy conocido. De esta forma, es posible viajar 100 millones de años hasta el momento de la apertura del golfo de Bizkaia, lo que supone descubrir un paisaje submarino formado por arrecifes de coral y por las reconocidas septarias de Deba.
De camino a Barrika
La emocionante jornada hacia el flysch de Bizkaia comienza con la anticipación de explorar uno de los tesoros más impresionantes de la región, situado concretamente en Barrika. En caso de partir desde Donostia, Gasteiz o Pamplona, la forma más directa de llegar al flysch en transporte público es desplazándose primero hacia la ciudad de Bilbao y partiendo desde allí.
Si partimos desde Bilbao, es posible llegar al encantador pueblo costero de Barrika en tren o en autobús con transbordos, y en caso de ir en automóvil, es necesario dirigirse hacia el aparcamiento situado cerca de la playa. Una vez allí, comienza la caminata por el sendero que bordea los acantilados tomando la ruta señalizada hacia el flysch. Un paisaje encantador guía el sendero en el que a medida que se avanza, es posible vislumbrar los secretos que revelan sus peculiares formaciones rocosas.
Barrikako Flysch
Siguiendo las señales que se encuentran a lo largo del camino, pronto se llega a uno de los puntos más destacados de la ruta, el mirador de Barrikako Flysch, desde el que es posible disfrutar de las espectaculares panorámicas. Al continuar la ruta por el sendero que serpentea los acantilados, es imposible no admirar la belleza natural que lo rodea, además de que el camino se encuentra bien marcado y señalizado, lo que facilita su seguimiento a través de dicho paisaje costero.
Sin embargo, este no es el único mirador que nos encontramos, ya que a medida que avanzamos nos vamos topando con más miradores y puntos de interés que ofrecen su peculiar punto de vista del flysch y sus alrededores, donde desde lo alto de sus acantilados, la fuerza del mar esculpiendo la costa brota desde nuestro interior para demostrarnos que la inmensidad del mundo que nos rodea no tiene ningún límite.
Después del tiempo que se requiera para caminar y explorar, el regreso consta de dar la vuelta hacia Barrika, donde una vez llegado al pueblo, podemos descansar y reflexionar sobre la aventura, acompañados de un cielo con tonos cálidos y dorados que nos hace enorgullecernos de lo que tenemos en nuestro territorio.
Nos despedimos de los flysch vascos con la promesa de volver pronto y con el convencimiento de que el mar y las rocas dejarán marcadas nuestras huellas en su historia, hasta que la erosión decida borrarlas de su memoria y arrastrarlas a las profundidades del vasto piélago.