A pesar de que la mayor parte de la sociedad parece estar concienciada en la lucha contra el cambio climático, lo cierto es que, en la mayoría de las ocasiones, esa preocupación no se traslada a los hechos. Con el objetivo de poner en evidencia “la urgencia climática que difícilmente tiene marcha atrás”, el fotógrafo bilbaino Fernando Moleres muestra una serie de imágenes capturadas por él mismo en diferentes paisajes árticos a lo largo de seis años en la exposición La huella del deshielo, que se puede visitar hasta el 5 de marzo del próximo año en el Centro de Recursos Medio Ambientales de Cristina Enea, en Donostia.
“Existe cierta ilusión de que el cambio climático se puede controlar, pero lo cierto es que se están dando puntos de inflexión para los que la vuelta atrás no será tan sencilla”, cuenta Moleres, quien ha viajado en cinco ocasiones a Groenlandia y una a la Antártida en los últimos años para poder capturar la desaparición de los paisajes árticos y antárticos como consecuencia del calentamiento global.
El resultado final se expone en el centro situado en Donostia en forma de 34 fotografías de diferentes formatos y tamaños, incluidas dos lonas, y una videoinstalación con las que tratar “desde lo visual un tema científico”. “Se trata de dar una información para crear conciencia, pero que esta genere acción, de las personas, de las empresas y, sobre todo, de las instituciones, porque el cambio climático es algo político. Si no se cambia la política no se soluciona”, avisa el fotógrafo.
En tan solo seis años de trabajo es muy complicado ver un derretimiento de los glaciales, por lo que la muestra se complementa con series comparadas de otras épocas. Así, por ejemplo, es posible apreciar las diferencias entre un glaciar de los Pirineos en 1899 y su estado actual en este mismo 2022, o el cambio en paisajes que en los últimos años han recibido la llegada del turismo como Islandia.
22 días en la Antártida
El proyecto, tal y como explica Moleres, comenzó en 2014 en Groenlandia y terminó poco antes del inicio de la pandemia en la Antártida, donde estuvo 22 días en la sede que el Gobierno de España tiene ahí. “Sin un pase del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) no se puede entrar. Aún así, hay mucho turismo, aunque les obligan a tener que dormir en el barco”, cuenta.
Los momentos más duros, no obstante, los vivió en Groenlandia, con temperaturas de -20 y -30 grados durante la primera quincena de marzo, los días más fríos del año en esa zona. “En buena parte de Groenlandia no hay ni infraestructuras ni carreteras, por lo que en invierno no te puedes mover. La única opción es abrigarte bien con tres capas de ropa e ir protegido”, relata, al tiempo que señala que los hogares se encuentran muy bien acondicionados para hacer frente a tales condiciones climáticas. “Una de las veces que fuimos se acababa de inaugurar Airbnb allí y nos alojamos en una casa. Era septiembre y estaban en manga corta sin necesidad de poner la calefacción”, recuerda.
De este modo, la mayor complicación tuvo que ver con la iluminación. Con un máximo de seis horas de luz solar diarias, Moleres tuvo que darse prisa por conseguir las tomas que necesitaba, más teniendo en cuenta las distancias para poder llegar hasta cada uno de los paisajes helados.
La exposición La huella del deshielo permanecerá en Donostia hasta el 5 de marzo de 2023 tras haber pasado por Bilbao y Gasteiz. Junto a ella, gracias tres pantallas simultáneas, el visitante puede conocer de primera mano las consecuencias del cambio climático y las medidas a tomar para acabar de una vez por todas él.