La explotación ganadera equina de Francisco Javier San Martín (Fran) de Ancín en Valdega nació de la tradición vivida en su casa por los caballos. “A mi padre le llamaban El Rayo y se dedicaba a criar potros para carne. Con el tiempo decidí que mi explotación sería solo para caballos de montar”, dijo San Martín, quien ya en la década de los 80 decidió aprender todo lo que era posible sobre los caballos y su monta. “Hice todo tipo de cursillos y cuando aquí no pude aprender más fui a Francia para sacar los cursos hasta obtener el nivel del 6º Galope”.
Una afición que se tradujo en su propia cuadra de explotación extensiva primero en Otxandio (Bizkaia) y posteriormente en Lóquiz: “me trasladé en cuanto se cercó la zona sur de la sierra”. Hoy alterna sus visitas de control de sus caballos y yeguas a Lóquiz con los cuidados en su pequeña explotación de Ancín.
Pero este verano sufrió un percance duro, ya que tuvo que sacrificar a su yegua Jara, de raza lusitana, a la que tenía recuperando en una finca de Ancín. “Había sido atacada por varios perros y tras estabilizar sus heridas estuvo escayolada cuatro meses”. Finalmente, en agosto el veterinario le recomendó que la sacrificara. “Fue una decisión difícil porque es muy duro ver sufrir y morir a uno de tus caballos, aunque desde el principio el veterinario me aseguró que lo mejor para mí era sacrificarla. Con todo, intenté que se curara”. La muerte de Jara tras esta larga enfermedad dio lugar a equívocos entre algunos vecinos: “Me denunciaron y pese a que tanto los veterinarios del Gobierno como el Seprona y Policía foral no abrieron ningún expediente, lo pasé muy mal”. “El informe del veterinario es bien claro y donde nos equivocamos fue en la zona de enterramiento algo que rectifique posteriormente”.
“La información que ha salido sobre la salud de mis caballos me ha hecho mucho daño porque yo lo he dado todo por ellos” dijo San Martín, ganadero que ha apostado su modo de vida en torno a sus caballos. “Vivo en una casa móvil porque quiero estar cerca de ellos y porque ésta es mi manera de vivir”. Y se muestra muy orgulloso de la línea de caballos que ha conseguido con una genética, en su 80% lusitana, y la inteligencia añadida “que les da vivir en Lóquiz”.
Los comienzos de su explotación arrancaron con la compra en la década de los 80, de Argaz hijo de un mítico caballo lusitano llamado Sol. Desde entonces ya siempre prefirió vender los caballos a las yeguas “porque son las que pueden parir, algo que aprendí en Portugal, donde se cuida sobre todo a las hembras”. Fue con uno de sus caballos vendidos con el que el jinete navarro “Borja Hortelano se quedó segundo en el campeonato de España”.
Aunque la venta es uno de los puntos claves de este negocio, para Fran no los es todo. En su explotación catalogada como de bajo impacto ambiental, los animales viven en plena naturaleza. Unos equinos comen el doble de cantidad que una vaca, y su formación es fundamental para su futuro uso. “A un caballo si lo educas bien valdrá para todo el mundo, pero si lo fuerzas solo valdrá para quien consiga domarlo”.
Fran pertenece a un tipo de ganaderos aferrados a su tierra: “Yo nunca bajaría de Lóquiz porque ahí soy feliz y libre”. Tampoco siente que su pasión sea una forma de ganarse la vida. “Al criar caballos ya elegí ser pobre, porque son ellos quienes se lo comen todo”. Eso sí, a pesar de las muchas ofertas por sus animales, “nunca he vendido un caballo a alguien que presintiera que lo iba a maltratar”. Tras un periodo de incertidumbre, aseguró que “aunque me han dado ganas de venderlo todo, no me imagino vivir en otro lugar que no sea la sierra de Lóquiz”.