Francia quiere poner rumbo a la conquista de su segundo título mundial consecutivo. De momento, va por el buen camino, después de ser la primera selección que encadena dos triunfos en Qatar y que le mete directamente en los octavos de final. Las sensaciones son las que manda y las del combinado de Didier Deschamps son para liderar las apuestas, aunque aún sea temprano. Ha superado a Dinamarca, una selección a la que no es fácil tumbar y lo ha hecho gracias a la pegada de Kylian Mbappé, que ha sacado del apuro al equipo francés gracias a su doblete en el segundo acto, con lo que el jugador del PSG da un nuevo golpe de autoridad en un Mundial donde desea convertirse en uno de los grandes protagonistas.
Francia ha sudado para ganar, pero ello le da aún más valor. Y lo ha hecho ante una Dinamarca que ha vendido cara su derrota, ya que ha hado la talla y ha tenido sus opciones de ganar incluso con el 1-1, pero ha podido la diferencia, la de Mbappé.
Se conoce el potencial de Francia, vigente campeona mundial. Juega casi de memoria, sobre todo porque cuenta con futbolistas desequilibrantes en el uno contra uno, una virtud que cotiza por las nubes en el fútbol actual. Mbappé y Dembélé encarnan la genética del colectivo de Didier Deschamps, el único técnico vasco presente en Catar, y de sus botas, junto a un implicado Griezmann, han nacido el peligro en el primer acto del equipo del gallo, al que le ha faltado tino en la última decisión para batir a Schmeichel, que se ha tenido que multiplicar, especialmente en los remates de Rabiot, Koundé y el propio Griezmann.
Francia había activado su maquinaria, pero sin traducirse en el marcador ante una Dinamarca fiel también a su idea, un combinado disciplinado, donde prima el grupo por encima de las individualidades. Con todo, la selección nórdica no hace ascos al buen gusto. Tiene jugadores con talento técnico, como los casos de Eriksen, Hojbjerg y Lindstrom, que han tenido posesión, pero sin impacto en el área defendida por Lloris, solo inquietado antes de volver a vestuarios en una buena contra que no pudo consumar Cornelius, un delantero casi de la vieja escuela.
A Francia le ha faltado pegada en los primeros 45 minutos. Ejecutó cuatro goles en su debut ante Australia y cuando se tiene una llegada tan continua lo lógico es que lleguen los frutos. Así ha sido. Y todo en un segundo periodo en el que las dos selecciones han ofrecido una oda al fútbol. Ataque en esencia. A pecho descubierto, lo que alegra los ojos del aficionado. Francia no ha tardado en rentabilizar su propuesta. Mbappé y Griezmann, los dos valedores del éxito galo, han vuelto a avisar al pequeño de la saga Schmeichel, hasta que el astro del PSG ha abierto la lata tras una gran combinación con Theo Hernández. Una acción marca de la casa.
El 1-0 se ha entendido como una recompensa de la justicia. Habría quien intuía un paseo de la tropa de Deschamps, pero más lejos de la realidad. Dinamarca no ha entregado la cuchara, como así lo dice su ADN. Es una selección fiable, aunque fallara en su estreno con Túnez. Y el balón parado le ha premiado en un saque de esquina que para que Christiansen, central del Barça, batiera de cabeza a Lloris tras peinada de Andersen. El 1-1 ha enloquecido el partido, con una Francia lanzada, pero Dinamarca no se ha arrugado, hasta el punto de que Lindstrom ha tenido el segundo para su selección, pero Lloris lo ha evitado con una intervención providencial. Ha surgido entonces la mejor Francia, ya sin Dembélé en el verde, sustituido por Coman, partícipe de la acción de la sentencia de Mbappé con asistencia de Griezmann.