El doctor Borrego es un referente internacional en investigación con células NK contra el cáncer. Recientemente, su grupo en BioCruces ha conseguido financiación de la Fundación BBK para un ensayo clínico en el que se testará un nuevo medicamento de terapia celular basada en las células NK para tratar a pacientes con leucemia mieloide aguda.
Trabaja usted con las células NK. Explique qué son. Suenan a chino.
—Nos las encontramos en la sangre. Se llaman NK por sus siglas en inglés de natural killer o células asesinas naturales. Y se denominan así porque cuando se describieron por primera vez se descubrió que tenían la capacidad de reconocer y matar a células cancerosas. Por ejemplo, en el útero de una mujer embarazada hay muchas células NK, y tienen un papel muy importante en el buen desarrollo del embarazo. Pero ahora lo que se estudia es su papel en infecciones por virus, y sobre todo contra el cáncer. Y se diseñan nuevos tratamientos contra el cáncer basados en estas células.
¿Es cierto que la inmunoterapia ha cambiado el pronóstico de muchos tumores?
—Esto es ya una realidad aunque todavía queda camino por andar. El pronóstico, y la supervivencia de pacientes de cáncer ha mejorado muchísimo gracias a la inmunoterapia. Al fin y al cabo, su objetivo es conseguir que tu sistema inmunitario, que tus propias defensas, puedan luchar mejor contra un tumor. Y eso se puede conseguir a través de diferentes vías.
¿Con qué tumores funciona mejor?
—A muchas pacientes de cáncer de mama se les da inmunoterapia, también a pacientes con cáncer de colon. Hoy por hoy la inmunoterapia a veces no está en la primera línea de tratamiento, pero sí en la segunda. Pero aún se sigue investigando porque el cáncer no es una enfermedad, es un conjunto de enfermedades. Hay cánceres con mejor pronóstico y hay otros que, desafortunadamente, no lo tienen. O personas que aunque responden bien a los tratamientos, luego vuelven a recaer. Además de las células NK se administran otras, pero yo hablo de las NK porque en mi laboratorio trabajamos con ellas. Están entrando poquito a poco porque estas terapias celulares son más complicadas. Trabajamos con células vivas y resultan más difíciles de producir.
¿Eso significa que son más caras?
—Hoy por hoy suelen ser caras. Por ejemplo, en el caso de las terapias avanzadas denominadas CAR-T, el precio es muy alto. Aquí, en Euskadi, los tratamientos con CAR-T se administran en el Hospital Donostia que es el que está oficialmente acreditado. Pero hay terapias muy caras que están ya aprobadas por las agencias reguladoras y en otras se está investigando.
Estas terapias parece que pisan el acelerador en la lucha contra el cáncer. Han conseguido subir varios peldaños los tratamientos.
—Sí, esa es la metáfora perfecta. Esta lucha contra el cáncer es una escalera y, gracias a la inmunoterapia, ya hemos subido un peldaño y podemos subir otro, y otro más. Pero siempre teniendo en cuenta que, para cada cáncer, los tratamientos que se dan son diferentes porque cada cáncer es distinto y entonces la herramienta que se usa va a ser diferente. Además la lucha contra el cáncer es así, un paso hacia delante y otro más. Y las células NK son ese otro paso más.
¿Los pacientes toleran mejor la inmunoterapia que la radio o la quimio?
—No necesariamente. En la terapia basada en células NK los efectos adversos son relativamente pocos y son de medio y bajo grado. En cambio, en las terapias con CAR-T es posible que aparezcan efectos adversos más complicados. En estos temas, es difícil generalizar. Porque una radioterapia, si está muy dirigida a un punto muy específico, no debiera causar excesivo daño. Por el contrario, si es una radioterapia que irradia zonas más grandes, pues es posible que sí. La quimio ya no suele ir tan dirigida aunque cada día se mejora. Yo, en Estados Unidos, he visto pacientes que se han puesto una infusión de células NK propias, y al cabo de las tres o cuatro horas, se han podido marchar como si fueran al hospital de día.
Muy esperanzador.
—Hoy por hoy los resultados son buenos en términos de seguridad, y de hecho, hoy el primer ponente del congreso es el doctor Rizwan Romee, un experto que viene de Harvard, y que me está ayudando mucho con su especialidad.
Usted trabajó como investigador en Estados Unidos. Tras 18 años allí, ¿qué le hizo fichar por BioCruces Bizkaia?
—Regresé el 1 de marzo de 2013, o sea que llevo más de diez años aquí. Estuve trabajando allí 18 años estupendos, y tengo también nacionalidad norteamericana. Yo no buscaba activamente venir porque estaba muy bien. Pero mi padre se encontraba un poco regular y creí que igual era el momento. Por casualidades del destino, Ikerbasque me envío un e-mail, les gustó mi perfil, y decidí intentar esta nueva experiencia. Vine aquí porque de formación soy médico y también me llamaba la atención poder trabajar en un ambiente hospitalario.