A medida que habla, el forense no oculta su indignación por la violación de Derechos Humanos propia del terrorismo de Estado.
¿Qué sintió al descubrir que los restos localizados en Alicante eran los de Lasa y Zabala?
Llegué allí con incertidumbre, pensando que no sería porque ya había intervenido en otros lugares y no se les había encontrado. Pero cuando vi los restos, semimomificados en parte, enseguida me pareció que podían ser ellos por la dentición, antes ya había recogido esa información de las familias y conocía las características de los dientes de cada uno. Así que la primera impresión sí fue impactante para mí pero luego hay que analizarlo y me preocupé de tomar notas, la descripción, las fotografías, grabé vídeos, etc.
¿Le peso también la dimensión tan grande que tenía este caso?
Creí que realmente se iba a organizar una verdadera complicación y al mismo tiempo un esclarecimiento de los hechos. En lo que a mí me correspondía, que es una posición técnica, pensé que podía aportar algo relevante para un asunto en el que, como solemos decir en el mundo forense, había muchos indicios: de la Guardia Civil, Intxaurrondo, Amedo y Domínguez. .. Pero otra cosa son las evidencias y lo que hace un forense al fin y al cabo es convertir los indicios en evidencias. En los días siguientes me impresionó todavía más saber que, efectivamente, iba a tener una repercusión extraordinaria y que podía acabar incluso con el esclarecimiento total.
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En este punto cabe recordar la figura del policía Jesús García, que tuvo la intuición para encaminar la resolución del caso. Por desgracia tuvo un final trágico...
Por supuesto, fue Jesús García el que tuvo una buena notificación que había unos restos que nunca se habían identificado correctamente con lesiones traumáticas. Él me vino a buscar al aeropuerto y me llevó al lugar donde seguían estando unos restos olvidados.
¿Cuál fue la pista inicial que posibilitó reunir las piezas dispersas de este rompecabezas?
Cuando alguien les preguntaba a Amedo y Domínguez “qué sabéis vosotros de Lasa y Zabala”, ellos decían que “no sabemos nada de ese asunto porque nosotros no lo hicimos”. Lo de Segundo Marey sí, pero lo de Lasa y Zabala se hizo desde Donostia, es decir, la Guardia Civil. Y cuando se iba un poco más lejos y les preguntaban “¿qué hubierais hecho si hubierais venido y os hubieran dado la orden -esto es terrible- de asesinar a Segundo Marey?”. Por lo visto estaba hablado en el mundo de estos funcionarios públicos el matarles a tiro de pistola y enterrarles en el suelo con cal viva. Eso es un poco lo que orienta el caso y lo que le sirvió al policía Jesús García, que luego murió por infarto en las sesiones del juicio oral.
En esa época eran habituales las detenciones durante varios días de personas que después aparecían con signos de maltrato.
Es que eso ha ocurrido, había gente que era detenida, pasaba por los cuartelillos, lo pasaban muy mal porque los tratos nunca eran buenos y, sin acusación de ningún tipo, es decir, sin pasar por el juez, les dejaban en libertad. Pero también hubo casos de personas que eran detenidas, les llevaban al monte, les interrogaban, les maltrataban, les torturaban y les dejaban tirados allí o en otro lugar. Alguna persona no apareció en varios días y nunca se ha sabido dónde la tuvieron, pero por el tipo de interrogatorio era obvio que eran miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Quizás incluso alguna de ellas estuvo en las mismas instalaciones en las que estuvieron Lasa y Zabala. Nunca lo hemos sabido.
“ En el Palacio de la Cumbre, a 500 metros del Palacio de Justicia, había un centro clandestino de detención" ”
En este caso, las torturas fueron especialmente crueles.
Desde el punto de vista forense, si a una persona se la encuentra semimomificada, con disparos en la cabeza, le han amordazado en la boca, le han puesto unas vendas para taparle los ojos que son recortes de manta de las que se utilizan en el Ejército, con cinta de empalme blanca que da un montón de vueltas a la cabeza para fijarlo de manera sólida... Ya solo por tener al detenido así se puede considerar maltrato. Pero si a eso se le añade que aparecen apósitos de gasas con esparadrapo, tiritas, algodones, mercromina, gasas, etc., pegados prácticamente al cuerpo, a la superficie de piel seca, momificada, es por algo.
Ha afirmado que todo ello derivó incluso en el desenlace fatal.
Si una persona aparece en esas circunstancias se puede hacer la deducción de que fueron maltratadas, es absolutamente lógica y relevante en cualquier lugar del mundo. Y quizás precisamente porque fueron maltratadas es por lo que finalmente decidieron asesinarlos y esconderlos. En manos de quien luego hemos sabido que lo hicieron, son los mismos con sentencias condenatorias por otros casos de torturas que fueron demostrados y ratificados por el Tribunal Supremo.
¿La obligación de esclarecer lo sucedido es uno de los principales motores de estas investigaciones?
Que los cuerpos tenían disparos de arma de fuego lo dije yo, los que habían intervenido en su momento cuando los encontraron en el monte ni siquiera se dieron cuenta de que aquello eran disparos. No solo eso, no se dio cuenta de que uno de los proyectiles todavía estaba incrustado dentro del cráneo. Es más, yo propuse a la juez de Alicante que fuimos a la fosa donde habían aparecido los restos unos años antes, que cribáramos la tierra. Quizás no habría servido para nada pero mereció la pena porque apareció una vaina, el casquillo de un calibre 9 milímetros, que era de un 9 largo, una munición que utilizaban particularmente las Fuerzas Armadas.
En este caso abundaron por tanto las opiniones divergentes entre profesionales como los forenses.
Es perfectamente analizable a posteriori porque hay mucha información. Cualquier otro observador a fecha de hoy al que le enseñaran todas las diligencias judiciales del caso Lasa y Zabala -testigos, declaraciones, nuevos interrogatorios, petición de datos-, quizás incluso podría, solo con el sumario, exigir que algunos otros aspectos que aparecen ahí con carácter secundario fueron desarrollados también como líneas diferenciadas. En el caso Lasa y Zabala está todo lo que significó en aquel tiempo esta organización de funcionarios públicos con dinero público y con conocimiento de las autoridades que actuaron de una manera tan delictiva.
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¿Se sintieron amparados por una sensación de impunidad?
Hay que decir que esto se hizo en tiempo de democracia y que en el Palacio de la Cumbre, en el centro de la ciudad, a 500 metros del Palacio de Justicia en San Sebastián en aquellas fechas, había un centro clandestino de detención. Esto es muy fuerte. No cabe mayor crimen que ir a otro país soberano como es Francia, secuestrar a unas personas allí, traerlas al territorio, torturarlas en un centro clandestino de detención, asesinarlas y esconderlas con cal viva en un agujero a 800 kilómetros del lugar donde los tenían. Ya más no sé qué podemos esperar. Por eso es tan relevante el caso.
En Euskadi se acaba de aprobar la Ley de Memoria Histórica y Democrática. ¿Cómo la valora?
Estamos tratando de atender cosas que estaban deficientemente atendidas con independencia del esfuerzo, mucho, poco o a veces nada, que hicieron las autoridades judiciales en su momento. Todo esto tiene mucho que ver con el encubrimiento de las autoridades, que es lo que permitió la perpetuidad de estos asuntos. Un individuo salía de ser torturado y enseguida se daba la versión de que se había caído al ir a ducharse.
¿Y colaba esa excusa?
En las dependencias de la Guardia Civil en San Sebastián casi siempre que había lesiones Rodríguez Galindo terminaba argumentando por escrito a los tribunales que los detenidos, al ir a ducharse, se habían resbalado y se habían caído al suelo porque había un baldosín suelto en el cuarto de baño. Es humillante escuchar esto, es una vulgaridad. Esto se reiteraba y un buen día, un juez de San Sebastián le llegó a decir, “oiga, arreglen el baldosín”.