Osasuna

Fructuosa y el barrio chino de Iruñea

La regente del bar Eslava trabajó en la sombra durante la segunda guerra mundial tejiendo redes de evasión en una zona de Pamplona repleta de prostíbulos y nazis
Montaje con la imagen de Fructuosa Zalba en su Bar Eslava a principios de los año 40.

“Escondía a un grupo de rojos en la cocina cuando aparecieron soldados nazis en el Bar”, le contó Fructuosa Zalba a su nieta Mari Cris en la Venezuela de los 80, y años después la historia ha regresado a Iruñea. Fructuosa Zalba Pérez (Sada, 22 agosto de 1900) regentaba el bar Eslava en la calle del mismo nombre, a la altura del número 32. Vivía en el piso superior junto a su marido José, su hijo Ernesto y su madre Rafaela. Era una familia republicana de izquierdas sin adscripción política conocida que, tras la guerra, no dudó en colaborar con la resistencia antifranquista en una Iruñea filonazi, al menos institucionalmente, y en un contexto represivo donde la doble moral dominante convivía entre las casas de alterne, el control policial, clientes de una sociedad-bien, legionarios, nazis y rojos que trataban de resistir o de huir.

El 7 de julio de 1940, 300 militares alemanes presenciaban en la plaza de toros de Iruñea la corrida sanferminera, junto a las peñas y el público en general. “Esto es más difícil (el encierro y la corrida de toros) que coger tanques”, recogía la prensa las palabras de un soldado germano y ampliaba la información: “Era un ambiente típico sanferminero. A la salida de las peñas, confraternizaban con los mozos, bailaban y compartían los cascos de guerra, los pañuelos rojos, las txapelas y los sombreros de paja. Antes, el Ayuntamiento de Iruñea les abrió sus puertas para que los mandos tomaran un vino de honor”.

Es probable que algunos de ellos, desperdigándose por las calles, entrasen al bar de Fructuosa, mientras en la cocina ésta escondía a huídos de la represión franquista que, camuflados por el ambiente y la afluencia de forasteros, aprovechasen la confusión para pasar desapercibidos en su ruta hacia la muga para cruzar a Francia. O, tal vez, fueran algo más que soldados, quizás oficiales o mandos alemanes.

Porque oportunidades las hubo, muchas, pues la huella de los nazis en Iruñea perduró años (1936-1944). El número dos de los nazis, Heinrich Himmler, junto a Franco, pasó cerca, por Alsasua, en octubre de 1940. Delegados nazis visitaban la ciudad, venerados por las autoridades, con el Gobernador Civil y Jefe de la Falange, José López-Sanz Alamán, al frente. En el Archivo General de Navarra encontramos testimonios gráficos de aquellas visitas, como la de pilotos de la Legión Cóndor o personal del consulado alemán que trabajaban en la calle Estella número 2, con el cónsul Enrique Schultz a la cabeza, o en compañía de su camarada, el nazi mexicano Schieter, del que habla Sánchez Ostiz en su libro El Botín.

Se dice que en el balcón del Ayuntamiento de Iruñea se colgó la esvástica desde el 20 de noviembre de 1939 hasta finales de diciembre. Cuatro días después del inicio de la invasión de la Unión Soviética por los nazis, a finales de 1941, mediante una nota presentada en los consulados alemán e italiano de Iruñea, Antonio Lizarza, Amadeo Marco y otros tres exrequetés ofrecieron su colaboración en la lucha del nazismo contra el comunismo, al mismo tiempo que el primero tomaba la presidencia de Osasuna.

Una actuación considerada contradictoria por los carlistas, pues no todos estaban con los alemanes y había quienes apoyaban a los aliados. Sin embargo, lo cierto es que en plena Segunda Guerra Mundial, España y Navarra iban con Hitler, pese a que 60 navarros acabaron asesinados en los campos de exterminio nazis.

Los Bengaray y los Saraldi

La historia de los nazis y el bar donde escondía a rojos se la contó Fructuosa a su nieta Mari Cris Saraldi Bengaray en Caracas en los años 80. “La abuela era una mujer adelantada a su tiempo, muy valiente, de armas tomar, con las ideas claras y, la verdad, no me sorprende”, reflexiona. Mari Cris, que comparte dos apellidos muy significativos de aquella Iruñea republicana, se arrepiente ahora de no haberse interesado más por aquella historia preguntando más detalles a su abuela.

Fructuosa se casó con Valeriano Saraldi Lanz y tuvieron un hijo, Ernesto. Siendo éste todavía un niño, falleció Valeriano, por lo que Fructuosa se volcó en el cuidado de su vástago. Volvió a casarse con José Orayen, zapatero de profesión, y en 1932 arrendaron el bar situado debajo de su casa, un lugar que, con anterioridad, había sido casa de prostitución, como las diversas que había en el barrio. Durante los años republicanos, fue modificando la ficha técnica de café a café-restaurante o taberna de licores.

Un hermano de Valeriano, José Saraldi, y su mujer, María Cruz Ramos, regentaban, cerca del bar Eslava, Casa Saraldi, un local que estaba situado en la calle Jarauta número 34 y que se anunciaba en el semanario Trabajadores, de la UGT. José había sido expulsado de su trabajo de electricista en la empresa El Irati por su significación y apoyo a la revolución de 1934, lo cual le llevó a probar suerte con la hostelería, al mismo tiempo que se mantenía activo políticamente. Casa Saraldi tenía un comedor social para parados, apoyado por la UGT, y José se ocupaba de otros menesteres, como ejercer de conserje en la sede de Izquierda Republicana, ubicada en la Plaza de la República. Otra rama de los Saraldi se encontraba emparentada con el diputado foral republicano e industrial, Fructuoso Muerza, natural de San Adrián.

Ángel, hijo de Ramón Bengaray, era el mejor amigo de Ernesto Saraldi, lo cual le vinculaba con el equipo de sus sueños: Osasuna. Bengaray, el impresor, directivo osasunista, barítono del Orfeón y líder político republicano de las izquierdas. Un año antes del golpe militar, se logró el ascenso a Primera División, tras culminar un exitoso proyecto deportivo de varios años capitaneado por Natalio Cayuela. Ángel y Ernesto tenían 15 años, eran compañeros de Instituto y, con los años, acabarían siendo cuñados. Ernesto, además de buen estudiante, jugaba a fútbol en el equipo del instituto y soñaba con Osasuna.

Posguerra, resistencia y redes de evasión

El golpe fascista de julio de 1936 y la posterior guerra trajeron los asesinatos políticos del cabeza visible del Frente Popular Ramón Bengaray, del practicante republicano Rodolfo Muerza Saraldi, primo de Valeriano Saraldi, de José Ramos y su hijo Ramón (hermano y sobrino de María Cruz Ramos relacionados con la UGT) y de otros muchos amigos, compañeros y conocidos. Los sublevados acudieron a casa de José Saraldi, enfermo de cáncer, ya que querían fusilarlo, pero un vecino carlista lo impidió. Fallecería dos meses después. 300 personas fueron asesinadas en Iruñea antes de que finalizara ese fatídico año. Muchas personas vinculadas a sindicatos y a organizaciones de izquierdas fueron perseguidas. La cineasta María Luisa Elío Bernal describe los tejados de la ciudad, donde podían verse zapatos y alpargatas de quienes se movieron entre ellos, cambiando de escondite de casa en casa. Algunos de ellos lograrían huir, como su padre, el juez Elío. También la familia Bengaray y dos hijos de José Roa, el churrero de la calle Eslava, pasaron a territorio republicano.

A dicha churrería, denominada La estrella, solían acudir a desayunar las mujeres que ejercían la prostitución, una vez terminada su jornada. Patrocinia Lasa regentaba el local, procesada en 1939 por participar y colaborar en una red de fugas de rojos. Se le acusó de que “su casa servía de centro de reunión a los extremistas” y permaneció cuatro meses en la cárcel. Gracias a la mediación de un religioso, salió absuelta. Ella nunca confesó a su familia, como sí lo hizo Fructuosa, si había participado o no. Ser viuda de José Roa, sindicalista de la UGT y socialista, elegido concejal al principio de la República, torturado y asesinado tras el golpe, era suficiente delito. En su asesinato, apunta Mikelarena, pudo estar relacionado Galo Egüés, del Escuadrón el Águila, quien escribiera loas a Hitler y que, años atrás, de joven, era futbolista y mediocentro de Osasuna, republicano que terminó en la Falange.

Hubo otras redes de evasión y personas procesadas. Entre ellas, María Pita, la dueña del bar Osasuna de la calle Bergamín, viuda de Ildefonso Zalabardo, asesinado en Valcardera; o Eusebio Arbeloa, un camarero de la calle Descalzos que había estado afiliado a la CNT. Este último contaba cómo se producían las evasiones, algunas tras el correspondiente pago y otras gratuitamente, por solidaridad. En la evasión del juez Elío, tras permanecer escondido tres años en diferentes domicilios, fueron varias las personas implicadas, entre las cuales se encontraba Carmen Boyer, la mujer de José Maraver, el secretario de sala de la Audiencia, compañero de Natalio Cayuela.

Joaquín Roa, nieto de Patrocinia Lasa, recuerda a Fructuosa, amiga de su familia, que la admiraba y valoraba. Una mujer “muy valiente”, añade. Consiguió que su hijo estudiara en la Biblioteca del Casino Eslava. La clientela del bar de Fructuosa era, a su vez, habitual de los prostíbulos de la zona. Por eso, en ocasiones, el comisario de la ciudad llamaba y le bastaba con una palabra: “Voy”. Era la señal acordada para desalojar el bar y poder cenar allí gratis.

Una forma de protegerse, una estratagema o simplemente no había otra opción. Cualquiera de las tres fórmulas le servían a Fructuosa para ocultar su actividad escondiendo a personas perseguidas y disimuladamente mantener activa la red de evasión, como ella misma contaría años después a sus nietos.

La vida en el barrio chino

Ricardo Urrizola recoge en su libro Consejo de guerra varios de estos procesos militares. Algunos de ellos por hechos ocurridos en esta zona de las calles Eslava y Descalzos. Se suceden escándalos y peleas entre soldados y las facciones golpistas, además de destrozos en el mobiliario privado de los prostíbulos, bares y comercios. Varias denuncias lo corroboran. Había fijación por romper las bombillas de las casas de prostitución y de los comercios. En una ocasión, un grupo de oficiales de la Legión la emprendió con una farola luminosa en la esquina de la bifurcación de la calle Eslava y Descalzos, en la que se anunciaba el bar Eslava. “¡La Legión hacemos lo que nos da la gana!”, señalaba uno de los procesados. Incluso se habla de disparos de arma protagonizados por legionarios y militares. El 22 de enero de 1940, Cosme Subirán fue arrestado en uno de los prostíbulos por “blasfemar” (sic) lo siguiente: “Viva el comunismo libertario”. Meses después fue juzgado y condenado a cuatro meses de cárcel. Era viudo, con un niño pequeño y afiliado al Partido Radical Republicano Socialista. A su salida, desapareció y nunca más se supo de él. Hoy día, su sobrina, Ainhoa Lizaso, investiga para tratar de conocer cuál fue su paradero.

“Si quieres comer barato, en Cuello Pato. Si quieres otra cosa, en casa la Fructosa”, se decía en la ciudad de aquellos años. Había clientes del bar y de los prostíbulos que pertenecían a la Iruñea “bien” que, al cruzarse con Fructuosa fuera del barrio, miraban para otro lado.

“Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”

En una ciudad dividida entre partidarios de Hitler y quienes apoyaban a los aliados, hubo familias que ayudaron a escapar a quienes huían. Los Lacasta-Zabalza, por ejemplo, ayudaron y acogieron a un piloto de aviación inglés en su casa tras haber sido derribado en el sur de Francia por los alemanes. El iruindarra Alberto Quintana, por su parte, hermano de Juan, dueño del Hotel Quintana, formó parte de la Red Comete, junto a Consuelo Olorón Osés, su mujer. Dicha red fue ideada por los gobiernos belga y británico para salvar la vida de los pilotos de aviación que caían derribados. Otra, la Red Ponzán, fue una alianza de anarquistas y el gobierno británico con el mismo objetivo. Y así fueron miles los pilotos que lograron pasar la muga.

Hubo otros que, como diría Ayuso, eligieron el lado incorrecto de la historia. Es el caso del golpista Antonio Lizarza, quien llegó a reunirse con Mussolini y firmar un documento de apoyo a Hitler, además de maniobrar para que Natalio Cayuela y sus compañeros de junta directiva dimitieran tras el ascenso a Primera. Meses después serían asesinados. Lizarza presidió Osasuna en Segunda División y, con su mando, llegó el descenso a Tercera, momento en el que intentó la venta del club rojillo al Real Madrid para saldar las deudas. En 1970, ante las cámaras de TVE, se reivindicó como el “salvador” de Osasuna.

En aquella posguerra la prostitución era ejercida por mujeres golpeadas por la pobreza en general, y por la represión y la guerra en particular: muchas de ellas eran viudas de republicanos, de rojos.

Fructuosa rescindió el contrato del bar en otoño de 1942. Su hijo Ernesto viajó a Argentina al encuentro de su amigo Ángel y terminó casándose con su hermana, María Esther Bengaray. En diciembre de 1957 se instalaron en Venezuela. Fructuosa regresó a su querida Iruñea, que tanto le hizo sufrir pese a su carácter fuerte, donde vivió con su hermana Benita en la calle Estafeta. En ese período, Pablo Saraldi, sobrino de José, vendió la tienda de pastas Beatriz, de la calle Estafeta, en honor al nombre de su mujer. Fructuosa regresó a Venezuela ya mayor y enferma a la llamada de su hijo Ernesto, y allí falleció en julio de 1987. Antes, tuvo tiempo de contarle a su nieta Mari Cris su secreto.

Casa Saraldi actualmente es un local de la peña Los de Bronce; y el antiguo bar Eslava, una oficina de Loterías y Apuestas del Estado.

05/07/2022