Los escenarios son su hogar desde hace décadas. En el año 1996 vimos nacer a La Oreja de Van Gogh y, a pesar de los cambios vividos en los últimos años dentro de la formación, la esencia de la banda sigue intacta, con puro ADN guipuzcoano. Pero, ¿quién es el guitarrista Pablo Benegas? Su historia la descubriremos a lo largo de las páginas de su libro Memoria.
¿Escribir un libro difiere mucho de componer canciones? ¿La inspiración surge de los mismos rincones?
-Hay partes comunes, pero es verdad que hay otras muy diferentes. Yo era la primera vez que me enfrentaba a escribir un libro, y es verdad que te permite profundizar mucho más, te permite matizar todo mucho más e ir a lugares que yo desconocía de mí o que he sentido que no había procesado. Es diferente. En una canción hay que tener la capacidad de en tres minutos contar una historia, y la vida se va complicando y las canciones duran lo mismo. Cuando teníamos veinte años le escribíamos al amor de una manera mucho más directa, iba del corazón al papel, pero ahora con la edad que tenemos y lo complicada que se vuelve la vida es mucho más difícil sintentizar todos los matices que tiene ahora la vida en los mismos minutos. Pero es verdad que para mí este libro ha sido terapéutico en muchos sentidos.
Además de mucha musicalidad, en este libro encontramos retazos de su infancia, de su más tierna adolescencia... Algunos momentos son bonitos, otros trágicos. ¿Cómo ven los ojos de un niño esos años tan convulsos?
-En aquel momento, como para mí era habitual lo que ocurría, tampoco conseguía verlo con distancia. Yo creo que es ahora cuando, con otra perspectiva y otra madurez, me acerco a aquellos momentos y realmente te das cuenta de lo terrible que fue todo lo que tuvimos que vivir. Sobre todo yo haría mucho hincapié en el odio. El odio fue el origen de todo lo que ocurrió aquí, y además es un odio que todavía en según qué partes de esta sociedad sigue vivo, y creo que es nuestra responsabilidad intentar drenarlo e intentar sacarlo de ahí. Es parte de lo que creo que tenemos que hacer como sociedad para mirar hacia un futuro y hacia una convivencia en paz. Parte de ese odio, volviendo un poco al niño, yo creo que somos padres de la primera generación de niños que van a vivir sin el terrorismo de ETA en Euskadi, y creo que tenemos la responsabilidad de contarles qué pasó, precisamente para drenar ese odio de la sociedad.
¿Con qué motivación nació La Oreja de Van Gogh?
-Yo creo que La Oreja de Van Gogh es un canto a la esperanza, a lo cotidiano, un canto a las pequeñas cosas de la vida. Es un refugio de todo aquello, un canto a ver que entre tanta tristeza la vida se hace su camino, que la cotidianeidad de las cosas que se viven cuando eres joven -enamorarte, la amistad, la música...- siguen teniendo cabida en aquellas circunstancias tan duras. Y el origen del grupo es una profunda amistad que surge entre nosotros, ese es el profundo origen de la banda. Para nosotros además el local de ensayo era un refugio.
En el Velódromo de Anoeta ha vivido muchos momentos intensos, como el concierto de U2. ¿Cómo se vive una experiencia así?
-Además, mi primer concierto. Fui con dos amigos y realmente ese concierto me llevó a otro planeta. Estuve dos días como en una nube intentando entender qué había pasado. Y es verdad que a partir de ahí intenté ir a todos los conciertos que había en Donostia, que por suerte teníamos el lujo de que venían las bandas internacionales. Mi generación pudo formarse y crecer en ese contexto de música en directo, que creo que marcó a muchas generaciones.
Si hablábamos antes de enamoramientos, no podemos olvidar su primer amor, María, esa joven que le animó a escribir. ¿Siente que cuando nos enamoramos la música suena en nuestro interior?
-Bueno, igual no le podemos poner esas palabras, pero en cierta manera sí, en cierta manera en mi caso detonó esa necesidad de contar cosas, de expresar eso que estaba sintiendo que yo igual no conseguía poner en palabras y entender, pero al escribirlo de repente le das forma. Tuve esa necesidad. Supongo que todos hemos pasado por ese primer amor y esas emociones. Las primeras veces se marcan a fuego y son experiencias increíbles. Yo creo que hay que conseguir salir de ellas. Es verdad que hay gente que se queda colgada de esa emoción que tiene la primera vez en todo y esa emoción no vuelve a ser. Pero es verdad que la primera vez que me enamoré generó en mí una necesidad de contar y de escribir que me ha llevado a poder vivir de contar mis experiencias y mis emociones.
Describe la música como el latido de cualquier fiesta. ¿Siente que hay una música para cada estado de ánimo?
-Yo creo que la música tiene ese poder de trasladarte a muchos momentos, de profundizar en esas emociones cuando quieres o de sacarte de ellas cuando lo necesitas. La música tiene ese poder. A veces cuando estás dentro haciéndola y escribiéndola no eres consciente de la fuerza de una canción. Y es muy bonito crear una especie de banda sonora de momentos de la vida de alguien.
¿Qué canción de La Oreja nos recomienda para cuando estemos tristes o contentos?
-Tenemos muchas canciones. Y además yo creo que lo bonito de las canciones es que cada uno las haga propias. Muchas veces explicamos de qué van algunas canciones y generamos decepciones. La gente había llevado esa canción a su mundo, a su lugar, le emocionaba o le entristecía, y de repente le cuentas que no es eso lo que tú pensabas cuando estabas escribiendo y muchas veces generas un disgusto. Yo creo que lo mejor es escucharla y disfrutarla.
Lo que está claro es que en estos años se han hecho un buen hueco en el panorama musical nacional e internacional. ¿Qué sintió la primera vez que, en lugar de Pablo el hijo de Txiki, le llamaron Pablo el de La Oreja?
-Es verdad que yo, durante una etapa de mi vida, el que me reconocieran por mi apellido o que yo escuchara mi apellido en la calle para mí era una amenaza, me ponía alerta porque yo había sentido solo por el hecho de ser hijo de mi padre el odio en la calle, había sentido miradas que no comprendía, y durante mucho tiempo mi apellido fue algo que me ponía alerta. Es verdad que fueron pasando muchas cosas, el grupo me fue sacando de ese contexto, y me llevó a vivir una vida de luz y alegría donde al tener distancia con todo eso empecé a no sentir que cuando me reconocían era una amenaza, sino todo lo contrario. Es un cambio muy fuerte que me costó un poco procesar, pero fue muy bonito ver cómo mi apellido se convertía en otra cosa.
¿Recuerda la primerísima primera vez que pisó un escenario?
-Sí, pero ni siquiera nos habíamos formado como banda. Con Amaia desde luego, ese primer concierto en El Moro lo recordamos todos perfectamente. Fue muy emocionante. También es verdad que escribiendo el libro me he dado cuenta de lo frágil que es la memoria. Yo sabía que la memoria personal siempre tiene tu sesgo, y alteramos muchas cosas. Pero yo creía que en la memoria colectiva siempre hay alguien que se acuerda de lo que pasó. Y escribiendo el libro y poniendo en común ciertas cosas me he dado cuenta de que no. Había cosas de las que no nos acordábamos ninguno. Por eso creo que muchas veces es tan importante contarlo y que esté ahí, porque van pasando los años, vivimos a una velocidad tremenda y es necesario que las cosas perduren.
Personal
Pablo Benegas lleva décadas como guitarrista de La Oreja de Van Gogh, banda nacida en Donostia que ha cosechado multitud de éxitos, y cuyas letras y ritmos pegadizos resuenan aún hoy. Rosas, París o Jueves son solo algunos de los hits que posee la banda, que se despidió en 2007 de su vocalista, Amaia Montero, para dar la bienvenida a Leire Martínez, y que ahora está de gira.
Hijo del político Txiki Benegas, en Memoria descubriremos su infancia, marcada por el terrorismo de ETA, su adolescencia y sus primeros pasos en la música. Tan conmovedora fue la obra que Amaia Montero no dudó en dedicarle las siguientes palabras: “No todo el mundo tiene un amigo que llega con algo que te cambia como un escenario, bien lo dices tú. Confieso que al marcharte lo miré y no pude evitar ojearlo… ir a la mitad, al final , al principio y vuelta…, y me paré con la sensación de cuando no puedes esperar a entrar en un mundo precioso y me encontré contigo”.