Osasuna

Fútbol sin fronteras

Juez de línea
Juan Cruz se tira al suelo

A veces pecamos de injustos cuando por defender a pluma y folio la filosofía de cantera desviamos del foco la aportación de los futbolistas foráneos. Entiendo que no hay ningún tipo de maldad en los comentarios, ni desprecio hacia el trabajo y talento que aportan esos jugadores que, además, tratan de meterse en la piel del club y de la afición. Recuerdo, entre las muchas sentencias de Fermín Ezcurra, aquella que a principios de los años ochenta defendía como modelo deportivo a seguir el de un once formado por nueve navarros y dos elementos llegados del exterior (en referencia a España). Eso ocurría antes de que la globalización también acampara en el fútbol, de que en la Primera división haya equipos sin ningún arraigo y formados a golpe de transacción económica, pero también ejemplares excepciones como la Real Sociedad.

Hablo de Ezcurra, quien tuvo que romper a regañadientes una tradición de sesenta años y fichar a un danés, Michael Pedersen, para intentar reanimar a un equipo que enfilaba la Segunda división. La compra le salió mala –le vendieron gato por delantero–, pero logró su objetivo. A partir de aquel momento, más de un centenar de futbolistas extranjeros han defendido la camiseta roja. Los hay que han dejado una huella perdurable y quienes ni siquiera llegaron a debutar. Una gran mayoría vive en la memoria de los aficionados. Posiblemente en un hecho inédito en la historia del club, los tres extranjeros que estaban en el campo marcaron los tres goles de Osasuna. No son de Tajonar, pero son de casa.

Chimy, Budimir y Brasanac reivindicaron, si hacía falta significarlo, que Osasuna es también un equipo abierto a todos. A todos los que se impliquen en la idiosincrasia de este club. Me viene ahora a la cabeza aquel partido en Segunda a finales de los noventa en el que el ruso Kuznetsov llamó "cabrones" a los aficionados que le reprochaban su bajo rendimiento.

Fue este un episodio extraordinario que, a la inversa, tuvo que soportar Chimy Ávila después de su metedura de pata veraniega. Pero, como el argentino, esa legión de futbolistas que vienen a Pamplona y, en ocasiones, no saben ni el lugar que ocupa la ciudad en el mapa, aportan ese plus de profesionalidad que supone vivir con las maletas hechas y a la espera de un buen contrato. El argentino responde al perfil de un trabajador del fútbol, su personalidad es como sus remates a gol: demoledor. Como Darko, peón infatigable capaz de cubrir mucho campo sin reparar en el cuentakilómetros o de perseguir el balón hasta montarse él mismo, por pura codicia, la jugada del gol. Tampoco es fácil el papel de Budimir, que debe cargar con la etiqueta de ser la compra más cara de la historia.

Entre los Moncayola, García, Martínez, Barja y Benito hay un hueco para los Ávila, Brasanac y Budimir. Para entender que en Osasuna se sientan como uno más basta mirar las imágenes de los abrazos tras el gol del croata: su alivio por marcar era compartido por todo el grupo. Si Osasuna es un sentimiento, antes de empaparse del sistema de juego está el sintonizar con los valores de la casa. Calleri pedía a gritos el poder quedarse el año pasado. Visto lo visto, y lo de ayer, habrá que convenir que los osasunistas nacen donde las da la gana.

19/03/2022