Sentado en el sofá de su casa en el Casco Viejo de Pamplona, Gabriel Ezpeleta, observa con nostalgia un álbum de fotos que recoge toda su trayectoria en la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. La primera foto es de 1982, cuando comenzó llevando al kiliki Pamplonica. Ese fue su debut como miembro oficial pero su relación con la comparsa había comenzado varios años antes. Desde pequeño ha tenido una gran pasión por estos personajes tan carismáticos de Pamplona, cuenta que “cuando era crío les acompañaba y llevaba una cantimplora con agua”. “Poco a poco fui haciendo amistad con todos y tuve claro que quería formar parte”, explica.
Dicho y hecho, en cuanto cumplió la edad límite fue hablar con los encargados. “Mi cumpleaños es en septiembre y justo después de San Fermín txikito me apunté”, recuerda Ezpeleta. La primera vez que desfiló fue con fecha de Día del Niño, hizo el recorrido de la plaza del Ayuntamiento a la Estación de Autobuses, “ me acuerdo perfectamente”, afirma. Cuando entró a formar parte, consiguió “algo que tenía muy claro pero no sabía como decirlo”. Su objetivo era no salir de Pamplona y ser miembro de la Comparsa “era la excusa perfecta”. En aquel septiembre de 1982, recién cumplidos los 16 años, comenzó una relación para toda la vida.
Después de llevar al Pamplonica también formó parte del equipo de zaldikos, incluso en alguna ocasión se ha encargado del Coletas o del Barbas. Recuerda esa época con mucho cariño y afirma que le encantaba jugar con los niños. Del mismo modo, también compara el comportamiento de ahora con el de hace unos años y concluye que “antes era la leche, era mejor”. Recuerda que cuando él recorría las calles con la verga los niños vacilaban más que ahora. “Eran muy provocadores, nos cantaban el que no pegue no pasa, hasta hacían montones para gritarnos y protegerse”- continúa Ezpeleta- “Siempre mirábamos si estaba Teresianas abierto (ahora el Palacio de Ezpeleta). Había unas escaleas con dos entradas, así que íbamos dos, cada uno por un lado y les acorralábamos”, relata.
Tras una época guerrillera pasó a otra más pacífica y cambió al equipo de los cabezudos, donde ha llevado a los cinco en al menos una ocasión. Desde 2004 se estableció como el titular del cabezudo Japonés. Juntos han recorrido las calles de Pamplona durante 19 años y han forjado una relación de amistad. “Me quedé con él y hemos ido juntos todos los años, le quiero mucho”, cuenta. Uno de los momentos más especiales que han vivido juntos es el homenaje que le hicieron por los 25 años, con pasacalles incluido.
Jubilación
“Siempre van a ser mi familia”
La despedida 41
Gabriel ha vivido 40 Sanfermines como integrante de la comparsa, lo que implica 40 txupinazos, 40 procesiones y 40 despedidas de los gigantes y cabezudos hasta las próximas fiestas. Sin embargo, este años la despedida es definitiva.
“Ha llegado el momento. Lo hago con mucha pena, pero es lo que tengo que hacer”, explica Ezpeleta al hablar de su jubilación de la comparsa. Con 56 años, distintos motivos de salud le obligan a dejar su labor, “son recorridos muy largos, con mucho calor”, explica. “No quiero salir e ir con miedo, pensando que me puede pasar cualquier cosa. Prefiero salir por la puerta grande que por la falsa”, sentencia. No tiene muy claro cómo van a ser estas primeras fiestas sin llevar al Japonés ya que sus fiestas han sido la comparsa. Explica que aprovechará para “ir a los fuegos o dar una vuelta. Tengo ganas de ir a las barracas”. Lo único que tiene claro es que no se va a desvincular, “seguiré yendo con ellos a ratos, podré volver a llevarles el agua”.
Se emociona al recordar toda su trayectoria y “la familia que es la comparsa” y, en concreto, de su amigo Andoni Iribarren, miembro de la comparsa que falleció en 2016, con quien “tenía muy buena relación, nos queríamos mucho”. Van a ser unos Sanfermines complicados y extraños. “Me va a poder la nostalgia, le voy a ver y le voy a querer coger”, confiesa. Aunque ya no vayan a ir juntos, seguirá acumulando fotos para completar el álbum. “Algo pondré”, asegura.