Aunque acaban de terminar y están algo serios, lo cierto es que han sido unos meses muy divertidos y entretenidos. Así lo asegura un grupo de lodosanos que ha formado parte del proyecto piloto de espacio joven que han impulsado en la localidad ribera para ofrecer oportunidades de ocio saludable; aunque solo comenzaron esta aventura 6 vecinos de entre 12 y 13 años, lo cierto es que poco a poco se fueron sumando más y llegaron a estar en torno a 20. Ha sido un programa, cuentan, con el que han tratado de fomentar el tiempo libre a través de la participación y las relaciones interpersonales.
Los monitores que han estado al frente de este espacio han sido Ainara Rescalvo, Amaya García, Enera Robredo, Irene Esparza y Murtala Ndiaye. Durante el verano, explican, realizaron el Curso de Monitores/as de Tiempo Libre, un programa impulsado por el Ayuntamiento y la Mesa de Prevención, que impartieron desde Urtxintxa, y que fue reconocido por el Gobierno foral como Buena Práctica en Desarrollo Sostenible. Una vez terminada esta parte, insisten, tenían que hacer 120 horas de prácticas, que es donde surgió la idea de potenciar esta área joven y abordar temas como el medio ambiente, la igualdad o el bullying para concienciar.
Tres meses
Las sesiones arrancaron el 5 de noviembre y se han estado reuniendo desde entonces los sábados de 10.30 a 13.30 horas en la sala Lanton de la casa de cultura (además de las reuniones internas para preparar los encuentros).
Aunque empezaron con actividades más distendidas y con muchos juegos, poco a poco fueron profundizando y realizando talleres más serios; también fueron a El Ferial, vieron películas, estuvieron presentes en la Exaltación del Pimiento del Piquillo, en la cata de vinos, en el 25N y realizaron una gymkana con los vecinos más pequeños.
Para terminar, el sábado fueron al pabellón a realizar aerosport, una actividad que los participantes habían demandado y que “era una forma divertida de acabar”.
“Todos han venido con muchas ganas y quieren alargarlo; es cierto que están en una edad un poco mala en la que, de no estar aquí, solo pueden quedar en la calle. La idea sería poder consolidar este espacio joven”, exponían los monitores.
Ganas de más
Los txikis que han participado en estas sesiones se mostraban encantados y, a la vez, un poco tristes de que terminen. De hecho, muchos de ellos aseguraban que les gustaría que continuase el programa durante todo el curso e incluso que perdurara con el paso de los años.
Es el caso, por ejemplo, de Omaima Mam: “Me ha parecido muy divertido porque, a través de juegos, nos ayudábamos entre todos”. Además, y de acuerdo con Vega Harto, “es una forma de hacer algo el fin de semana”.
Aunque se conocen del instituto, y ahí fue donde les animaron a participar, lo cierto es que no coincidían en otras extraescolares fuera de las aulas. “Nos gustaría que esto siguiese más tiempo porque para nuestras edades no hay muchas actividades”, insistían también Ainhoa Ibarbo, Yurena Vaquero, Carmen Roldán, Héctor Viedma o Leyre León. Algunos, además, no descartan la posibilidad de ser monitores cuando sean más mayores.
“No tengo que hacer nada por las mañanas y, en vez de estar en casa, vengo aquí a divertirme”, exponía Amina El Fatihi, que coincidía con el resto de participantes en que lo que más les ha gustado han sido los juegos; Las sardinas enlatadas (alguien se escondía y lo buscaban por toda la casa de cultura), El mega mata pollos (una especie de balón prisionero), una versión de El juego de las sillas, o La abeja reina.
“Ha sido una gran experiencia. Animamos a la gente a que, si se repite, vengan, sin duda. Además, los monitores son muy, muy majos. Estamos encantados”.
Desarrollo personal
Este proyecto pretende promover los derechos humanos y los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), contribuir a la igualdad efectiva de género, fomentar la sostenibilidad medioambiental, el consumo responsable y promover la convivencia. Es un espacio colectivo y de cooperación, una forma de encuentro, de descubrimiento de las propias capacidades y de maduración. Se trata de estar en grupo, de asociarse y de interiorizar valores humanos; potencian el desarrollo de la identidad individual y colectiva, así como las actitudes positivas, y sensibilizan sobre la importancia del cambio de actitudes que favorecen las relaciones entre las personas rompiendo roles y estereotipos.