Gee se descorcha en Europa

El sol musculado irrumpió, al fin, golpeando la puerta con violencia, en el Dauphiné, atrapado por la humedad, el frío y la niebla el día antes. Se asemejaba la carrera a la París-Niza, hasta que el astro rey recuperó el vigor de la cita que anuncia el Tour de Francia y su canícula.

Estupenda la jornada, con el paladar azul el cielo, alguna nube decorando la postal a modo en el que los niños imaginan un día soleado con el plastidecor sobre un folio en blanco, verdes las praderas, todo parecía en su sitio en los paisajes abiertos del Alto Loira y sus carreteras secundarias.

La esperanza de la escapada duró hasta el portal de Les Estables, una ascensión sin pretensiones, escaso el porcentaje. Un esprint en la montaña.

Abierto el fuelle, un acordeón de distintos colores tomó toda la calzada. Froome se deshizo en ese escenario. Desintegrado en una cuesta. Su tiempo ha pasado. El ocaso de Froome reveló el amanecer de Derek Gee, su compañero, en el Dauphiné.

El canadiense, que rozó el triunfo en cuatro ocasiones en el Giro de 2023, siempre en fuga, se bautizó en Europa, al fin descorchado fuera de Canadá y de las cronos. Sus dos victorias anteriores las había logrado en el campeonato de contrarreloj de su país.

“He estado esperando mucho tiempo una victoria en Europa, he quedado segundo muchas veces y es realmente bonito conseguirlo”, dijo tan feliz como emocionado.

La grata sorpresa la compartió con su pareja, que le esperaba al otro lado de la felicidad. Se abrazaron y se besaron. Victoria compartida en la intimidad del Alto Loira. Una bella postal.

El logro sobre Les Estables ungió del amarillo del líder al canadiense, que apostó por su candidatura después de que Dylan Teuns, su compañero, negara con la cabeza. Era el plan.

La alternativa, tras el fogonazo de Neilands, fueron las piernas, la fe y el coraje del canadiense, que no esperó al reparto de los jerarcas, ensimismados en sus pensamientos. A 500 metros, Gee lanzó su apuesta.

Romain Grégoire se subió a la chepa de Gee, pero el canadiense taló al francés en el final, mientras los nobles, atónitos, esperando otro desenlace, se soldaron los unos a los otros, sin más ambición que cicatrizar la etapa.

Ellos esperan a la crono que fijará la foto del Dauphiné. De momento, Gee, campeón contrarreloj de Canadá, será el último en partir. La prebenda por ser primero en Les Estables, el bautismo de Gee.

El maillot y el culote agujereado de Roglic tras la caída. Bora-Hansgrohe

Caída de Primoz Roglic

En el tercer día del Dauphiné se cayó Primoz Roglic al comienzo de la jornada como si se tratara de una tradición perversa que le persigue. Amor a quemarropa.

El esloveno salió vapuleado de la Itzulia tras dos caídas consecutivas. No quiso tirar los dados una vez más. Tenía cara de perdedor. No parecía que el azar estuviera de su lado.

Abandonó la carrera vasca, que parecía maldita para él. Mejor no seguir danzando en el alambre. Las carreteras francesas han rasgado la piel de Roglic, que abandonó dos veces el Tour (2021 y 2022) por culpa de dos duras caídas.

Perdió una París-Niza por otra caída. Afortunadamente, su accidente apenas le dejó unos rasguños en el culote y otro recuerdo siniestro sobre la vulnerabilidad.

Recuperado del susto, de ese escalofrío que recorre el espinazo siempre que muerde el asfalto, Roglic se reincorporó al paso sereno del pelotón, que no se apuró por la fuga de Prodhomme, Juul-Jensen y Sweeny.

Les dieron tiempo y espacio porque no molestaban. Les manejaron con el carrete, a veces un poco más tenso el sedal, en otras ocasiones, suelto, hasta que le atraparon en Les Estables, un lugar para siempre en la memoria de Derek Gee. El descorche en Europa.