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Gervasio Sánchez: “No he estado en una guerra tan censurada como la de Ucrania”

El periodista de guerra Gervasio Sánchez expone en Bilbao, a partir de la semana que viene, 40 imágenes de mujeres en conflictos bélicos de todo el mundo
El periodista Gervasio Sánchez.

La semana que viene se cumple un año desde la invasión de Rusia en Ucrania, un año en el que Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) ha llegado a la conclusión de que el cinismo del Gobierno español y la pasividad de la sociedad ante la barbarie resultan sangrantes. Tras casi cuatro décadas trabajando en más de 25 conflictos armados del mundo, sus previsiones sobre la guerra resultan esclarecedoras: “Negociar la paz es una entelequia”. En Bilbao presenta una muestra que girará por los centros municipales de Begoña, Abando y San Inazio del 15 de febrero al 31 de marzo. El periodista andaluz acudirá a la inauguración antes de poner rumbo a Ucrania de nuevo, desde donde seguirá informando a pesar de la censura.

El libro ‘Violencia. Mujeres. Guerra’ del que parte la muestra se compone de 90 imágenes de 25 conflictos armados y graves crisis humanitarias. Detrás de las cifras siempre hay personas con vivencias irrepetibles. 

Hay una especie de sumisión a las cifras por parte de los periodistas. Ha habido un caos en Turquía: miles de muertos. Pero son miles de historias de vidas inconclusas. ¿Y qué perdemos con un niño de 14 años matado en una guerra? Una persona que quizás podría haber sido el inventor de la vacuna contra la malaria. Todos los ciudadanos que estamos ante este tipo de dramas deberíamos empezar a reaccionar contra la violencia y la guerra para evitar que esto ocurra.

¿Qué tiene de particular la violencia contra las mujeres?

En las guerras sí hay violencias específicas contra las mujeres. La más evidente es la violación. Por supuesto que hay hombres que son violados. En las cárceles de Pinochet violaban. Pero se utiliza de forma más masiva contra la mujer. La guerra la hacen específicamente hombres y las mujeres son utilizadas como parte de la rutina de la violencia sexual. 

La violación como arma de guerra es tan internacional como cualquier misil o tanque.

En este libro he intentado mostrar que hay violencias específicas contra las mujeres. Los que mueren en la primera línea de frente son los hombres, apenas hay mujeres. He visto grupos guerrilleros en América Latina donde había muchos niños y niñas; los niños eran carne de cañón en combate, pero las niñas eran esclavas sexuales. Los niños que sobrevivían podían tener más o menos un futuro si se les ayudaba a través de un proyecto humanitario, pero las niñas quedaban atrapadas en la violencia sexual.

Hay una sumisión a las cifras por parte de los periodistas. En Turquía ha habido miles de historias de vidas inconclusas

Esa es una de las muchas formas de morir en vida para una mujer.

En América Latina la inmensa mayoría de los desaparecidos en las guerras son hombres porque ocupaban puestos en partidos políticos o en gobiernos, mientras que las mujeres eran amas de casa. ¿Pero quién busca a los desaparecidos? Las madres, esposas, hermanas… Al final el desaparecido está desaparecido, pero quien le busca acaba décadas mirando en fosas, protestando por su desaparición, sacrificando su vida. Cuando pasas 40 años buscando a tu padre, ¿quién es la principal víctima?

De hecho, si una mujer pisa una mina antipersona a menudo es abandonada por su marido. 

Llevo más de 25 años trabajando con víctimas de minas antipersona. Conozco a hombres que, al ser mutilados, han sido abandonados por sus parejas, pero no es habitual. Lo que sí es habitual es que a las mujeres mutiladas por minas o en bombardeos las abandonen sus parejas o familias. Lo he visto no solo en Angola y Mozambique, sino en Camboya o Afganistán. 

Sofia Elface Fumo es una de las mujeres mutiladas cuya historia ha narrado en sus crónicas. Además de la imagen, es importante el contexto que aporta a las fotos. 

Sofía es la protagonista principal de Vidas minadas. La primera foto se la hice en 1997, pero he estado con Sofía en febrero y marzo de 2022. Hoy tiene 40 años y 5 hijos. Esa niña que tenía 11 años cuando pisó una mina en 1994 sigue sufriendo las consecuencias de esa doble amputación. Con 17 años se hacía 9,7 kilómetros en silla de ruedas hasta el instituto. Con dos piernas su vida hubiera sido otra.

Lo mejor que les podía pasar a las niñas es que un comandante se fijara en ellas. Entonces, en lugar de violarte diez, te violaba uno

Hablar de la perspectiva de género en la consecución de la paz resulta extraño para muchos.

La guerra destruye tanto una sociedad moral y éticamente que reconstruir un país después de una violenta guerra es difícil. En diciembre de 1969 los soviéticos invadieron Afganistán. Estamos en 2023 y Afganistán sigue en guerra. ¿Cómo se puede reconstruir una sociedad y que se tengan en cuenta las circunstancias específicas que han sufrido las mujeres?

¿Tiene algún ejemplo de ello?

En Sierra Leona seguí un proyecto de rehabilitación de niños y niñas soldado durante cinco o seis años. Solamente un 5% de los rehabilitados eran niñas. Tras ser secuestradas por grupos armados en el colegio a los 9 o 10 años, las niñas eran violadas salvajemente. Lo mejor que les podía pasar es que un comandante se fijara en ellas y dijera: “A esta no la toca nadie”. Entonces, en lugar de violarte diez, te violaba uno. Las niñas que no se rehabilitaban habían muerto a consecuencia de las violencias masivas, enfermedades venéreas o palizas. Otras incluso terminaban prostituyéndose. 

¿Y qué conclusión se extrajo?

Los propios dirigentes se dieron cuenta de que no habían hecho bien las cosas. Las niñas necesitaban un apoyo psicosocial. Los niños hablaban de sus proezas bélicas, pero las niñas nunca hablaban de las violaciones. Al final, se metían en la prostitución con el argumento de que antes las violaban y ahora tenían sexo a cambio de dinero. Era como una especie de mejoría, aunque sea increíble. 

La guerra se acaba cuando las consecuencias se superan. A veces es años después; otras, décadas después; y otras, nunca

Esto ejemplifica que las consecuencias de una guerra siguen siendo devastadoras para la población mucho después de su final.

Siempre lo he dicho: la guerra no acaba cuando lo dice Wikipedia. La guerra se acaba cuando las consecuencias se superan. A veces es años después; otras, décadas después, y otras, nunca. Invertimos en la guerra a través de la industria armamentística. Y luego somos rácanos en invertir en la paz. Un buen proyecto para la rehabilitación de niños soldado habría hecho que la sociedad salvadoreña fuera menos violenta tras el final de su guerra en 1992. 

El miércoles participará en una conferencia que dice ‘La guerra no es un espectáculo’. Y, sin embargo, algunos mandatarios se empeñan en contrariar esta afirmación.

Llevamos tanto tiempo matándonos que, ahora, con toda la tecnología militar las guerras se han ido haciendo cada vez más infernales. El año pasado comenzó la segunda fase de la guerra de Ucrania. Había empresas armamentísticas preparando dividendos. Hemos visto a las potencias europeas vendiendo o regalando las armas obsoletas para volver a meter en el mercado armas con nuevas tecnologías. Es un gran mercado. Pero no podemos ser tan cínicos de creernos que en esos negocios los ciudadanos no tienen nada que ver. 

Salimos a gritar en 2003 ‘No a la guerra’ pero nadie lo va a gritar en 2023. ¿Por qué la izquierda está tan callada ante la guerra de Ucrania?

¿A qué se refiere?

Los ciudadanos mantenemos una actitud pasiva ante los acontecimientos bélicos que hay en el mundo. Salimos a gritar “No a la guerra” en 2003, pero nadie va a gritar “No a la guerra” en 2023. ¿Por qué la izquierda está tan callada ante la guerra de Ucrania? ¿Alguno cree que Rusia es distinto a los Estados Unidos? Somos unos cínicos. Tenemos el gobierno español más izquierdista de la historia y va a multiplicar el presupuesto en defensa. Y todo el mundo está callado.

Dentro de poco se cumplirá un año de la invasión de Rusia en Ucrania. ¿Ha estado sobre el terreno?

Estuve en noviembre y ahora vuelvo, después de mi estancia en Bilbao. 

¿Qué pronóstico le augura?

Muy complicado. Negociar la paz es una entelequia. En la época de los Balcanes pasaron varios años de pasividad diplomática y política hasta que al final se tuvo que negociar la paz sobre un matadero de muertos. Parece que va a pasar igual: intentar hablar de una solución negociada es casi irreverente. Putin es el máximo responsable de este desastre y no se va a marchar de la mesa de negociaciones humillado. Y los ucranianos tampoco lo van a poner fácil, porque no van a permitir ceder sus territorios.

¿Cuáles son las consecuencias?

El conflicto va a ser muy duro y la población civil lo va a pasar muy mal. En Europa el músculo es tan fuerte que los gobernantes pueden permitirse el lujo de subvencionar las subidas del gasoil. Pero, ¿qué va a pasar en África o en Asia, donde productos básicos como el trigo, el arroz o el aceite están duplicando su precio? Eso va a provocar serias hambrunas. Hay países con gobernantes muy corruptos y sociedades civiles muy frágiles. 

¿Cómo ha evolucionado su oficio desde sus inicios hasta la sobreestimulación de imágenes de ahora?

En 40 años de actividad periodística he pasado por más de 25 procesos armados del mundo. Cuando acabé Periodismo pensaba que estimularía a los ciudadanos a protestar contra los abusos o la venta de armas y ahora siento que hemos fracasado como periodistas. Las sociedades son cada vez más pasivas y más difíciles de convencer hasta con imágenes. 

¿Y cómo influye la evolución digital?

En noviembre estuve en Nicolaiev, que estaba machacada de punta a punta por los rusos. No había ni agua ni luz. Y, sin embargo, mientras miles de personas hacían cola para coger agua estaban utilizando 4G. ¿Cómo puede ser que internet funcione mejor en Ucrania que aquí? Durante muchos años lo difícil ha sido mandar mis crónicas desde Sarajevo o Kabul. Ahora puedes mandar megas y megas desde un teléfono. Pero también sirve para retransmitir propaganda y mentiras.

¿Y cómo es cubrir una guerra en el siglo XXI?

Los medios han llegado a la conclusión de que no merece mandar a periodistas especializados si pueden recibir información transmitida por las partes. El gobierno ruso censura todo lo que puede e impide trabajar a los periodistas, pero el gobierno ucraniano no va a la zaga. Es muy difícil trabajar con ellos; ponen mucha atención a que los periodistas no se salgan del guion oficial. No he estado en una guerra tan censurada como la de Ucrania. Muchos medios no están invirtiendo en cubrirlo. Algunos porque dicen que no tienen medios; otros, que no tienen interés; y otros, que el interés mediático de una guerra funciona el primer mes.

13/02/2023