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Cultura

Gioconda Belli protagoniza el acto central del 10º Encuentro de Clubes de Lectura de Navarra

La escritora nicaragüense comparte con las/os lectoras/es sus ideas sobre la escritura, anécdotas sobre su vida y opiniones sobre el momento que atraviesa su país

"La lectura es la gran maestra de la escritura”. Así lo cree la escritora nicaragüense Gioconda Belli (Managua, 1948), responsable de títulos célebres como La mujer habitada o El infinito en la palma de la mano, que el sábado 12 de noviembre protagonizó, junto a la autora navarra Consuelo Allué, el acto central del 10º Encuentro de Clubes de Lectura de Navarra en castellano. Belli se encuentra “exiliada” en España desde hace más de medio año a causa del “mamarracho” gobierno de Daniel Ortega, cuya “tiranía” no duda en criticar. Más, teniendo en cuenta que en su día fueron compañeros de lucha contra la dictadura de Somoza desde el Frente Sandinista de Liberación Nacional, donde tuvo distintas funciones, entre ellas la de recopilar información y la de difundir materiales dentro y fuera de su país.

Mucha vida tiene a sus espaldas la escritora, lo que es bueno, “porque para escribir hay que vivir”, explica. Y leer. Siempre leer. Ella empezó a devorar libros muy joven, a los 9 años, cuando pasó por una hepatitis “que me permitió estar en cama, mimada, comiendo dulces y leyendo todo el día”. Luego, a los 14 años, estuvo interna en un colegio en Madrid, y escribía cartas para escapar, siquiera mentalmente, de aquella ciudad, “lúgubre” y sumergida en el franquismo. Ya a los 20, “casada muy joven y con un hombre extremadamente aburrido”, Belli empezó a trabajar en un agencia de publicidad, donde conoció a personas relacionadas con el ámbito artístico y con el Frente Sandinista. Allí “encontró la literatura”, coincidiendo, además, con los movimientos mundiales de liberación de los años 70. “Con esta efervescencia, dentro de mí surgió una fuente de palabras y empecé a escribir”, y pronto a publicar, ya que, a través de algunos de sus colegas consiguió que le publicarán los poemas en un periódico casi de inmediato. Y llegó el escándalo. “Por lo que parecía, porque yo no me daba cuenta, rompía tabúes” a la hora de describir el cuerpo de la mujer, el deseo femenino...”

Así, poco a poco fue evolucionando y adquiriendo más conocimientos, “sobre todo a través de la lectura, que es la maestra de la escritura”. “Hay tantístima gente que ha escrito antes que nosotros... Es maravilloso poder comunicarnos a través de los siglos y compartir las mismas preocupaciones”, apunta la autora, que subraya el consejo que le dio la brasileña Nélida Piñón: “Me dijo que el tono es lo más importante, y yo lo fui entendiendo y viendo que hay que encontrar una voz propia”.

El erotismo en su poesía. Sublimar el deseo fememino

El erotismo es uno de los ingredientes de la obra de Gioconda Belli, para quien este es más sencillo de abordar desde la poesía. “El sexo es delicado y se puede abarcar desde lo bello o desde lo descarnado”, comenta, y aclara que nunca tuvo problemas con esta temática, en gran media “gracias a que tuve una mamá muy avanzada que me habló del amor y de lo carnal sin ningún problema”. “Me contó que hacer el amor era el momento en que se pierde la soledad y yo quise sublimarlo desde el punto de vista femenino”. Y es que, en su opinión, las mujeres “hemos sufrido mucho”. “El rol biológico, que nos tenía que haber colocado en un lugar destacado de la sociedad, resulta que nos ha costado la discriminación y hemos tenido que luchar mucho que alcanzar el lugar que nos merecemos”, señala la autora de El país de las mujeres.

Y, frente a un erotismo sin prejuicios, una crítica a la hipersexualización de la mujer que se produce en las redes sociales. Sobre todo de la mujer joven. “Muchas acaban por ser definidas por una fama absurda”, y citó el caso de Tamara Falcó como uno de esos “iconos que quieren ponernos de ejemplo”, que “es otra manera de convertirnos en muñequitas”, dice Belli, que no sabe escribir sin desnudarse, sin entregarlo todo. “Un día me di cuenta de que estaba haciendo striptease, pero es que esa es la esencia del arte. Mi poesía es muy autobiográfica, en ella pongo al aire libre lo que siento, lo que no, lo que me duele...”. Ahí radica “la capacidad de comunicación de la literatura”, en “presentar las interioridades del ser humano”. Por ejemplo, dice, “es impresionante cómo Virginia Woolf, que es mi ídolo, entra dentro de la señora Dalloway”.

Gioconda Belli, en Baluarte.

Gioconda Belli, en Baluarte. Patxi Cascante

Un arma cargada de futuro. Nicaragua, país de poetas

La poesía es consustancial a los nicaragüenses, según Gioconda Belli. “Es un país de poetas”, aunque ahora no se note, afirma, por el “gobierno mamarracho de Daniel Ortega”. Durante la dictadura de los Somoza, “tenían enterrada la figura de Sandino, así que, antes de la revolución, el único personaje del que podíamos sentirnos orgullosos era Rubén Darío”. “Nosotros decimos que nuestro deporte nacional es escribir la poesía, todo el mundo lo hace”, agrega la escritora, que comparte la anécdota de una de sus detenciones durante su militancia sandinista: “Me paró un policía y me dijo ‘compañera, para mí es un honor detenerla porque me encanta su poesía”.

Así es Nicaragua, un país en el que “teníamos un festival de poesía, ya no porque Ortega lo ha cancelado, en el que se reunían más de 5.000 personas a escuchar durante dos horas; hasta los perros del vecindario guardaban silencio”, bromea, y a la vez recuerda cómo en el FSLN “repartimos el Canto Nacional de Ernesto Cardenal” porque les parecía importante que llegara a todas las personas. Del mismo modo, uno de los versos de la propia Belli se ha utilizado por todo el mundo por distintos motivos. Se trata de “la solidaridad es la ternura de los pueblos”. Así que, sí, como decía Gabriel Celaya, la autora cree que la poesía “es un arma cargada de futuro”. “Te toca el corazón, que es lo que hay que hacer para construir el futuro”.

En los últimos tiempos, Gioconda Belli cultiva más la narrativa que la poesía, aunque en 2020 publicó El pez rojo que nada en el pecho. “La poesía es como un rayo que me cae, un impulso por el que me pongo a escribir; la novela es un proceso más complejo, como crear una ciudad. Vargas Llosa dice que es como matar a dios y convertirte en un dios de ese mundo que estás creando”, por eso la concentración es fundamental, “algo que a las mujeres nos ha faltado mucho”; no tanto a los hombres, “que tienen mujeres que les apartan todas las distracciones para que puedan trabajar tranquilos”. En su caso, las interrupciones eran continuas al principio, pero “ya no”. “Necesito escribir todos los días, tener esa disciplina, y me angustio cuando tengo que dejar ese mundo que estoy creando”, confiesa. Lo que no le pesa es la presión, pensar en qué esperan los demás de su próximo libro. “Si te centras en eso, no haces nada”.

Toda novela tiene su momento. “Ahora estoy muy triste por lo que pasa en Nicaragua” 

La presión exterior no le afecta, pero sí el momento personal, social o político. “Cada novela responde a un momento de la vida”, dice. Y cuenta que escribió cuarenta veces las primeras páginas de La mujer habitada. “Aquello me sirvió como lección de humildad; entonces me di cuenta de que eso es lo que podía dar en aquel momento”. Luego, “a medida que envejeces, una no sabe cuántas novelas más va a escribir” y se plantea otras cuestiones.

En el presente, Belli dice estar “muy triste por lo que pasa en Nicaragua desde 2018 con la tiranía de Daniel Ortega”, al que en alguna entrevista no ha dudado en llamar “traidor”. Esto le ha afectado en su capacidad de concentración a la hora de ponerse a escribir. “Somos el país de Sísifo”, asevera, en referencia al mito del hombre que cada día debe elevar una roca hasta la cima de la montaña para observar, impotente, cómo vuelve a caer hasta abajo y empezar de nuevo al día siguiente. “La existencia humana es así. Una tiene que aceptar esa parte absurda de la vida y volver a subir la piedra con alegría una vez más. Entender eso me ha dado consuelo”. Parte de ese concepto estaba en su libro Las fiebres de la memoria, donde constata cómo los frutos de la Revolución Francesa tardaron casi un siglo en verse. “Después de la revolución vino el terror, la restauración, Napoleón, el imperio... y tras casi 100 años, la República. Uno no vive lo suficiente para ver sus sueños cumplidos”, por eso hay que “creer y hacer lo mejor en el tiempo que vivimos, aunque no vayamos a ver los resultados”, dice.

En el Encuentro de Clubes de Lectura de Navarra, Gioconda Belli quiso compartir unos poemas que van en esta línea. Uno de ellos tiene un verso que dice así: “No tengo donde vivir, escogí las palabras”.

2022-11-13T18:50:03+01:00
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