En octubre de 1922, Benito Mussolini lanzó a sus camisas negras hacia Roma para hacerse con el poder. Comenzaba “la marcha sobre Roma”, un episodio mítico para la historia del fascismo, ante el cual un aterrorizado Víctor Manuel III entregó el poder de Italia a las escuadras fascistas de Mussolini, comenzando así la tenebrosa era de los fascismos, que terminaría más de veinte años después con media Europa bajo escombros.
A punto de cumplirse 100 años de la “marcha sobre Roma”, una heredera política del movimiento que creó Mussolini acaba de vencer con más de un cuarto de los votos del censo en las últimas elecciones italianas. Un terremoto político en una de las grandes potencias de la Unión Europea, que ha revivido viejos fantasmas a un siglo del comienzo de la Italia fascista. Para la izquierda estamos ante el retorno del fascismo de toda la vida bajo una nueva máscara, mientras que para la derecha tradicional nos encontramos ante la victoria del populismo de extrema derecha que llevará a Europa al autoritarismo. Pero, ¿qué es lo que realmente se puede esperar de la victoria de Giorgia Meloni?
En una entrevista, Meloni fue preguntada si era más de derechas que su aliado de la Liga, Matteo Salvini. La previsible próxima primera ministra respondió: “Yo soy la historia de la derecha italiana”. Desde luego Meloni y su trayectoria política entroncan con la turbulenta historia de la derecha italiana de las últimas décadas. Un recorrido histórico que merece la pena recordar para conocer la herencia histórica de la que procede Meloni y la metamorfosis política que la ha llevado a la victoria. Un viaje al pasado de la extrema derecha italiana para conocer su actual auge y lo que podemos esperar de él en un futuro.
El 28 de abril de 1945 Mussolini y su amante Clara Petacci fueron ahorcados en Milán por un grupo de partisanos. Pocos días después Hitler se suicidaba en su búnker de Berlín. El fascismo parecía ya cosa del pasado. Pero en Italia no fue así. De las cenizas de una Italia devastada y derrotada surgió el Movimiento Social Italiano, un partido político que trataba de recoger lo que para algunos era recuperable de los últimos años del fascismo de Mussolini. Al contrario de lo que ocurrió a otros movimientos fascistas en Europa, el MSI no quedó limitado en la marginalidad. .
El MSI se mostraba como la “derecha dura” frente a democratacristianos, liberales y monárquicos, descubriendo su oportunidad de oro con las revueltas del 68. En 1969 el nuevo líder misino, Giorgio Almirante, trató de aprovechar aquella coyuntura para reformar el movimiento, siendo fiel a la tradición, pero olvidando antiguas nostalgias con el fin de agrupar en su seno a toda la derecha más allá de la Democracia Cristiana. Con Almirante el MSI comenzó a mirar hacia adelante y no sólo hacia el pasado, rasgando votos a la Democracia Cristiana e incluso rebañando votos a una izquierda incapaz de parar los excesos de las revueltas del 68.
En 1993 llegaría una oportunidad aún mayor con la denominada tangentópolis, el gran escándalo de corrupción que terminó con los partidos que gobernaron Italia desde la finalización de la II Guerra Mundial: socialistas, liberales, republicanos y demócrata cristianos. Esta vez también fue un nuevo líder, Gianfranco Fini, el que tras unos buenos resultados electorales después de las debacles de la Democracia Cristiana, reformuló el movimiento neofascista uniéndolo con los fugitivos de lo que quedaba de la DC y los liberales. Surgía de este modo Alianza Nacional, a la que el propio Fini trató de aligerar de lastres ideológicos comprometedores. Llegaban nuevos tiempos para la ultraderecha italiana.
Este cambio no gustó a los más nostálgicos del pasado que abandonaron el barco neofascista para seguir antiguos caminos. Mientras, Fini siguió con su intento de normalizar su proyecto, llegando a fusionar Alianza Nacional con la derecha liberal de Silvio Berlusconi.
Por aquella época una joven proveniente de uno de los barrios más de izquierdas de Roma, que había decidido dedicarse a la política horrorizada por el asesinato del juez Paolo Borsellino a manos de la mafia, consolidaba una fulgurante carrera política desde las juventudes del MSI hasta convertirse en la ministra más joven de Italia y candidata a alcaldesa de Roma con el Pueblo de la Libertad. Giorgia Meloni se convertía en una de las caras jóvenes más importantes de la Italia de Berlusconi.
Imposible convivencia
Pero pronto quedó claro que la convivencia entre la derecha heredera del MSI y los escándalos financieros de Berlusconi era muy difícil. El mero hecho de la presencia de Il Cavaliere hacía imposible una retórica contra el establishment político y económico, o contra las élites globalizadoras de la economía mundial mientras apoyaba al gobierno tecnocrático de Mario Monti. Además, la colaboración con el Partido Democrático de Renzi atacaba a una de las señas de identidad de la herencia posfascista, el anticomunismo. En 2012, un grupo de descontentos pertenecientes a Alianza Nacional, liderados por Giorgia Meloni, formaron su propio partido tratando de retornar a las raíces de la derecha dura de la tradición del MSI.
Surgía así Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), nombre que remite a las primeras palabras del himno italiano, tomando como símbolo la llama tricolor, el emblema histórico del MSI y uno de los iconos más conocidos del fascismo italiano. Toda una declaración de intenciones. Como el profesor del Palacio explica, Hermanos de Italia ha retornado a una posición soberanista e identitaria, volviendo a otorgar un valor central a conceptos como patriotismo, patriota e italianidad, sintonizando en mayor medida con el antiguo MSI que con su heredero Alianza Nacional.
Aquella nueva generación de líderes que propiciaron la escisión son conocidos como la generación Atreiu. Para esta nueva generación surgida de las juventudes de Alianza Nacional, tal como Atreiu luchaba en la novela de Ende contra la Nada que absorbía el mundo de la fantasía, la política que ellos quieren llevar adelante trata de defender los valores eternos de la patria italiana frente al nihilismo relativista occidental. Toda una cruzada que busca defender la identidad italiana y la civilización occidental de la globalización y el multiculturalismo del siglo XXI.
“Dios, patria y familia”
Estos modernos Atreius, con Giorgia Meloni a la cabeza, buscan la salvación de Italia a través de aquellos principios identitarios que han hecho, según ellos, que Italia sea lo que es hoy en día. “Dios, patria y familia” ha sido el lema de la formación, que deja claro cuál es su programa electoral. Meloni se ve como una conservadora que trata de resucitar aquellos valores de la derecha que, según ella, tanto la izquierda como la derecha tradicional han olvidado. Pero, al igual que Almirante o Fini en el pasado, Meloni ha sabido enlazar con los nuevos aires de la derecha populista europea, haciendo suyo también el discurso anti-inmigración, las críticas a los colectivos LGTB o a lo que denominan ideología de género. Su participación en un mitin de Vox y su arenga exaltada en él dejó claro su concomitancia con la derecha radical populista europea y la capacidad de la extrema derecha italiana para adaptarse a las nuevas oportunidades ideológicas que surgen en su entorno.
Igual que Marine Le Pen, Meloni ha tenido que soltar lastre respecto a su oscura herencia política. La líder italiana adujo que la derecha transalpina hace décadas que había relegado al fascismo a la historia, afirmando su condena a la privación de las libertades democráticas y a las “infames leyes anti-judías”, recalcando su condena del nazismo y del comunismo, sin olvidarse de decir que esta última es la única doctrina totalitaria del siglo XX que continúa viva.
Pero más que esta normalización de su discurso, la clave del éxito de Meloni ha estado en ser la única en enfrentarse al gobierno Draghi, incapaz de afrontar los graves problemas económicos y sociales que vive el país. Esto ha convertido a Meloni en la única esperanza para los italianos para encontrar una alternativa al sistema actual, sobre todo tras el fracaso de los otros dos grandes proyectos anti-sistema del panorama político italiano, el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte.
La última carta de la baraja
Para los italianos, Meloni se ha convertido en la última carta por utilizar que quedaba en la baraja. Quizás el perdurar en el tiempo sea para Meloni su máximo reto. Y posiblemente sus mayores peligros en ese punto no sean los burócratas de Bruselas, el lobby LGTBI o la izquierda de salón como ella misma pregona, sino sus propios aliados, Berlusconi y Salvini. Esperemos que la historia no se repita como hace un siglo, aunque probablemente lo que nos tocará ver en un futuro cercano sea un nuevo episodio de inestabilidad política made in Italy.