Polideportivo

Gloria y dolor

La sensacional victoria de la Strade Bianche dejó a Tadej Pogacar con el cuerpo vapuleado por todos lados tras una dura caída que asustó al esloveno y a su equipo
Joseba Elgezabal, masajista de Pogacar, observa preocupado los gestos de dolor del esloveno. / Strade Bianche

Después de la cascada de adrenalina, del estímulo de la conquista de una Strade Bianche que parecía utópica, de la entrada triunfal en la Piazza del Campo como un general victorioso después de una guerra cruenta que le deja el cuerpo marcado y la mente pensativa, Joseba Elgezabal, masajista personal de Tadej Pogacar, recibió al genio esloveno con el rostro preocupado. Reconoció de inmediato el sufrimiento de Pogacar, lacerado.

La grave caída que se produjo el campeón del Mundo erizó a todo su equipo, que comprendió que Pogacar es frágil, vulnerable y humano a pesar de su apostura de héroe alado. “En esta clase de carreras siempre hay riesgos”, apunta Elgezabal. Pogacar festejó el triunfo de la Strade Bianche con una sonrisa que no aplacó el gesto casi inmediato de padecimiento cuando el flujo de la adrenalina dejó de regar su organismo.

Alcanzado el éxtasis con una remontada meteórica tras caer de mala manera, en la trastienda del podio, serenado el pulso, el dolor irrumpió con fuerza. El doctor del equipo estuvo pendiente del esloveno, al igual que Elgezabal, el fiel e imponente masajista que le cubre las espaldas y le cuida con celo.

En el reverso del podio, donde los ciclistas se cambian y se asean para lucir en el escaparate y recibir los aplausos de los festejos, Elgezabal observó el cuerpo de Pogacar, vapuleado de costa a costa.

“Con toda la adrenalina que tenía ha conseguido ganar la carrera, pero en cuanto el cuerpo se ha enfriado un poco, se le veía muy dolorido. Le ha entrado el bajón de la adrenalina cuando estaba dentro del podio limpiándole. Estábamos con el médico y tenía golpes por todos lados. La verdad es que ha sufrido sufrido un gran golpe. Le he visto muy pocas veces así de jodido. Veremos si se recupera para San Remo. Aún queda tiempo. Al día siguiente de un golpe así no se va a mover del sofá”.

La protección del casco

En la caída, violenta, Pogacar se arrastró por el asfalto antes de caer sobre una zona de hierba. Se levantó de inmediato a pesar del susto y se centró en la carrera. Solo tenía ojos para perseguir el rastro de Swift, primero, y Pidcock, después. El esloveno tuvo que pedalear con el hombro izquierdo en carne viva, al igual que la rodilla y el codo, magullados, decorados de la sangre de las heridas. Las abrasiones, aunque llamativas no fueron lo más preocupante.

Un mal menor teniendo en cuenta que en el fuerte impacto al perder el control de la bici se golpeó la cabeza contra el suelo. El casco el protegió. “De hecho, en la caída golpea con la cabeza sobre el asfalto. El casco le ha protegido de algo que podría haber sido peor”, expone Elgezabal, consciente de que la protección craneal evitó males mayores a pesar de la gravedad del accidente.

El esloveno tuvo fortuna porque fue a parar a la hierba tras deslizarse sobre el asfalto y esquivar el impacto con un pequeño muro de piedra rematado con una cruz. El dios de la fortuna le rescató.

“Ha tenido suerte de que la caída haya sido en un tramo que no había ni gravilla, ni arena. La caída ha sido en el asfalto y por fortuna ha salido hacia la hierba. Si en lugar de ser hierba es piedrilla, eso te deja hecho polvo, las heridas se infectan…”, apunta el masajista del UAE, que el día después contempló a un Pogacar dolorido pero con mejor cara. “Está más dolorido que cansado”, cierra Elgezabal. El dolor tras la gloria.

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10/03/2025