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Gogora, un respeto

La consejera de Derechos Humanos, María Jesús San José, flanqueada por Alfredo Retortillo y el nuevo director de Gogora, Alberto Alonso / Irekia

Así como, en general, veo bastante lógica y explicable la redistribución de espacios de gestión en el nuevo Gobierno vasco, debo confesar que hay algo que no es que no me guste, sino que me disgusta profundamente. Hablo de la asunción del PSE de las políticas de Memoria, particularmente encarnadas en el Instituto Gogora. Al hecho de por sí doloroso, se unen las tan injustas como creo que voluntariamente ignorantes declaraciones del secretario general de los socialistas vascos, Eneko Andueza, arrumbando a la entidad un presunto sesgo ideológico en sus actuaciones.

Volvemos a estar, amén de ante la enésima deslealtad lenguaraz del socio principal, frente a un ejercicio de adanismo del nueve largo. Lo cuenta muy bien hoy en las páginas de este diario Iñaki Anasagasti: durante decenios, al PSOE le ha importado un comino la Memoria, empezando por su propia casa, con ancestros reivindicables que han sido sistemáticamente orillados. En los catorce años de gobierno de Felipe González no hubo una pajolera iniciativa para propugnar la dignidad de los aplastados por el franquismo. Y cuando Rodríguez Zapatero se sumó a la onda, por estas pecaminosas tierras vasconas llevábamos un rato largo abriendo fosas, investigando torturas e, incluso, indemnizando a represaliados. Se hacía por convicción, no por postureo ni estrategia de comunicación, como vemos que hace Pedro Sánchez, utilizando lo que la derecha llama (por desgracia, acertadamente), “el Francomodín”.

Así que sobran las lecciones impartidas por parvulitos a doctorados. Gogora es uno de los mayores aciertos de los gobiernos liderados por Iñigo Urkullu, quien, desde que llevaba pantalones cortos, es un convencido de la causa. Para él no hay mil memorias sino una en la que no caben exclusiones ni amnesias selectivas. Tengo muy serias dudas de que seguirá siendo así.

08/07/2024