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Ha nacido una estrella. Goiuri Zabaleta se proclamó este domingo campeona del Cuatro y Medio femenino con apenas quince años. La delantera de Leitza dio toda una lección a la hora de mover la pelota, castigar en el peloteo y sellar dejadas. En un prodigio técnico, la navarra apenas dejó opción a la tricampeona Amaia Alday, que no pudo concretar el repóquer consecutivo. La dimoztarra asomó con carácter y fuerza, pero la calidad de Zabaleta convirtió la final en un potro de tortura. Sufrió la vizcaina, incómoda, sin apenas incidencia en los remates de aire, encontrándose de bruces con una pelotari que atrasa fácil, tiene buen encuentro con la pelota y goza de dos manos alegres.
Se arroja al clasicisimo Zabaleta, ese del que hablaba Julián Retegi cuando masticaba horas y horas dentro del mano a mano. Ese que se asfalta de kilómetros en la cancha, de dotar al salpicadero de profundidad, de no rendirse al peloteo e, incluso, abrazarse a él para abrir brechas, a jugar a bote, arrimar, buscar los pies y castigar al contrario. Ese de resistencia y calidad a la hora de sellar las jugadas a apenas un centímetro de chapa. Y poner al rival como una marioneta de un lado a otro.
Alday, experimentada, cayó en la trampa de Goiuri, que se despidió de Sestao con la txapela en la cabeza y una hoja de servicios de pura gloria. La de Leitza acabó quince tantos y sumó cuatro saques, por apenas cinco errores, entre ellos alguna chapa en ataque que era tanto de haber besado frontis. Zabaleta fue justa vencedora en un 11-22 debatido en 264 pelotazos y 41 minutos de juego. El marcador pudo ser, incluso, más abultado, pues la vencedora llegó a dominar el luminoso por un dramático 5-15 que auguraba un paseo militar. Zabaleta fue todo el partido por delante.
Una tacada letal
Una tacada marcó el devenir de la txapela. El 4-4 fue una volea al txoko de Alday. Se mostró agresiva, espumosa, radical. Acababa de levantar un 1-4 a base de cargas de profundidad y velocidad. La dimoztarra buscó un gancho. Sonó la chapa. Y cambió la película. El guion quedó escrito por manos leitzarras. Un saque arriesgado le abrió la puerta. En un par de parpadeos, al 4-14. Y no hubo más historia.
Pudo maquillar el resultado Amaia, pero zanjó la final con un sabor amargo en la boca y malas sensaciones.