Gonzalo y el mar: para surfear, para pasear, para observar, para por debajo de él mirar, para concienciar y, siempre, para pintar. Gonzalo Aróstegui ha entrelazado y fundido sus pasiones en su próxima exposición: Los colores del mar, que se podrá ver en el batzoki Ondarreta, de Las Arenas, desde el próximo miércoles hasta el 8 de enero. Son 24 cuadros de este getxotarra que maneja los pinceles con certeza y agudeza.
"Mi unión con el mar es muy profunda, desde pequeñito he andado entre olas, he surfeado, soy submarinista, me he buceado medio mundo... Siempre he estado muy unido a él", explica. En efecto, desde que era un bebé ha sentido la brisa y el salitre... "He veraneado siempre en Sopela y nací un 2 de julio, así que yo estaría ya con 15 días de vida en un capazo y debajo de una sombrilla, porque mi madre tenía que sacar a otros ocho hijos a disfrutar de la playa. Es lo que he vivido. La playa de Sope es mi infancia", suspira. Por eso, esta colección de obras es una retrospectiva por las huellas en la arena. "Cuentan mis hermanos mayores que antaño, cuando bajábamos a la playa, mi madre llevaba un silbato para llamarnos, cuando aún no había socorristas. Cuentan que todas las familias de Larrabasterra se regían por su silbato", sonríe este artista al recordar a su madre, a la que va dedicada esta exposición.

Además, Gonzalo escucha al mar. Que llora. Que está enfurecido. Que pide ayuda. "Siempre he estado muy preocupado por su futuro. En el catálogo de presentación de esta muestra, he incluido datos, toques de atención, cifras... Este no he puesto, pero es escalofriante: en 2050 habrá más plásticos que peces. O hacemos algo o...", se enfada el pintor del mar. En este sentido, algunos de esos mensajes que disparan al alma son: en una misma playa se pueden encontrar, traídas por la corriente, basuras vertidas en diez países diferentes. Naciones Unidas cifra en 6,4 millones de toneladas de basura que acaba cada año en el mar. Una colilla tarda en degradarse diez años en el mar, una lata de refresco 200 años, una botella de plástico 450 años, un neumático mil años, una botella de vidrio nunca. "Se dice que las nuevas generaciones están mas concienciadas, pero aún hay mucho por hacer, no hay más que ver cómo queda Aixerrota después del día de Paellas o las playas en la sanjuanada", se lamenta.