Si todo va como debe ir, cuando se publique esta entrevista Julen Leuza, director musical, compositor y arreglista de Goxua’n Salsa, ya se habrá recuperado de los que habitualmente son para él unos intensos Sanfermines −acompaña desde hace años a la comparsa de Gigantes y Cabezudos como gaitero por las mañanas y por las tardes a la charanga de una peña−, pero estará sumergido de lleno en los conciertos que afronta este verano esta peculiar y numerosa orquesta, compuesta por colombianos y navarros, y que cuenta en su repertorio con varios temas de salsa cantados en euskera.
Tras la gran acogida de su primer trabajo, en el que incluyeron la arriesgada versión salsera de Bueltatzen, un tema de Berri Txarrak, en marzo publicaron el segundo disco, Urak eginen du bide, ya con nueve temas propios. El pasado jueves, 25 de julio, telonearon en el festival Pirineos Sur ni más ni menos que a Chucho Valdés. Aunque, sin duda, su mayor logro ha sido poner en movimiento unas caderas a priori tan poco engrasadas para la salsa como las nuestras.
¿Cómo surge la idea de montar un grupo tan singular como Goxua’n Salsa?
-Siempre solemos explicar que los cantantes de salsa americanos, cuando cruzan el charco, nunca vienen con un grupo entero. Suelen venir con un productor que organiza la orquesta en cada sitio al que van, y algunos de los que estamos en Goxuan estábamos en ese circuito, acompañando como músicos a los cantantes que venían solos. Fue así como conocimos y nos interesamos por este género musical, nos empezó a gustar mucho y de una manera natural decidimos armar una orquesta propia de salsa. Ese es el gen del grupo. Nosotros arrancamos como empiezan todos los grupos, haciendo versiones, en nuestro caso versiones de temas clásicos de salsa. Luego ya dimos el paso de hacer versiones de canciones de grupos en euskera, Berri Txarrak, Gatibu…, con arreglos propios, y ahora estamos ya en otra fase, que es la de hacer temas propios. Ese ha sido más o menos el recorrido del grupo.
Goxua’n Salsa es un grupo u orquesta muy numeroso, con casi una quincena de músicos…
- Sí, somos catorce, y a pesar de eso la formación es bastante estable, somos casi los mismos respecto al primer disco. Y esa es la apuesta, ser una orquesta grande, ya nos han pedido en alguna ocasión ir con un grupo más reducido, pero no, lo que hacemos es esto. Sabemos que hoy en día es una apuesta suicida −un grupo con tantos músicos, con canciones largas, música vieja-, pero al final hacer algo desconocido en la zona ha sido un plus.
Y a ello se suma el combinar la salsa con el euskera, en una orquesta formada por músicos nacidos a ambos lados del océano.
-Somos colombianos y navarros, mitad y mitad, más o menos, tendría que pararme a contar. Los de aquí ya nos conocíamos de charangas, el Conservatorio… Desde el principio teníamos muy claro que tenía que ser así, que tenía que haber latinos, porque ya conocíamos a los músicos latinos de Pamplona, habíamos tocado con ellos, y son los verdaderos maestros, que, además, son maestros sin ser profesores; no te dicen cómo hacer las cosas, pero tú al final te das cuenta de cómo las van haciendo, como las sienten, y te pegas a ellos. Al final hemos ido aprendiendo todos un poco a la vez.
¿Ese mezcla de navarros y colombianos ha tenido un efecto positivo en temas como la integración? Por ejemplo, ¿qué tipo de público va a ver sus conciertos?
-Eso ha sido muy bonito para nosotros, un pequeño triunfo sin que fuera un objetivo primario del grupo. No veníamos a dar lecciones de nada, pero nos dábamos cuenta de que en nuestros conciertos se juntaba gente euskaldun con comunidad latina, más todo el ejército de las escuelas de baile, que van en masa… Y ver a toda esa gente mezclada… Algunos como yo venimos de un contexto euskaldun en el que en los conciertos somos el mismo tipo de gente, y ver que hacíamos algo que resultaba atractivo para gente tan distinta, a la que era difícil juntar en un mismo espacio, ha sido muy emocionante, la verdad.
Para los autóctonos hay un inconveniente, y es que igual no es la música más apropiada para nuestras caderas.
-Ja, ja, eso desde luego.
O igual es un tópico.
-No, no, es una realidad, pero también vemos que esta es una música que invita al baile y cada uno la baila como le sale del cuerpo. Luego, claro, los latinoamericanos tienen una tradición, se mueven con mucha más soltura… Pero estamos apreciando que, efectivamente, cada uno baila como le sale. A nosotros, los blancos de Goxua, también nos pasa, antes parecíamos robots y ahora estamos ya más tranquilos, nos dejamos llevar.
¿La salsa combina con todo? Porque ustedes tienen en su repertorio versiones de grupos como Berri Txarrak...
-Sí, cuando se trata de una música melódica, con una melodía reconocible, con armonías que se pueden traspasar a otros estilos, se puede hacer. Luego ya vas viendo qué puede funcionar o con qué te quedas más a gusto. Yo tenía claro que esa iba a ser una de las primeras fases del grupo, tampoco es que reneguemos o queramos matar esa parte de nosotros. Seguimos tocando esas canciones, pero la idea era partir de canciones del repertorio popular de aquí, de grupos pop-rock, grupos que, en lo personal, yo escuchaba: Berri Txarrak, Gatibu, Gozategi… Le di muchas vueltas y elegí las que mejor creía que iban a casar con la salsa. Yo soy trompetista y los arreglos los hago fundamentándome en eso, en los vientos, que es como empezar la casa por el tejado, pero a mí me funciona, así que tiramos de ahí. Se puede decir que esa fue la puerta de entrada al panorama, y ahora nuestra lucha es no quedarnos en “el grupo que ha hecho una versión salsa de Berri Txarrak”, aunque nos guste mucho, y aunque detrás de esa versión haya mucho trabajo. La de ahora es una apuesta más arriesgada, antes teníamos esa baza de que fuera una canción conocida… Ahora lo que queremos es conseguir esa acogida con canciones propias, y yo creo que ya lo estamos consiguiendo. El segundo disco, por ejemplo, tiene nueve canciones propias y una versión de Ken Zazpi, y es un disco que está teniendo muy buena acogida.
En lo que se refiere a las letras, también tienen un toque popular, con referencias a barrios de Iruña como la Txantrea o La Milagrosa…
-Sí, hemos buscado referencias locales. La canción de la Txantrea del primer disco es una versión de una canción de salsa de Colombia, en la que hablaban de la ciudad de Cali y del barrio de Juanchito, que nosotros lo adaptamos a la Txantrea e Iruña, y luego está la historia de Guaguancó al chilindrón, en el que mezclamos el patxarán con las arepas, etc. y que es la historia de un latino que viene a Pamplona y no le dejan entrar en las cuadrillas, utilizando el humor para hacer una visión crítica de la falta de integración, desde las dos partes, de quienes no se integran, y de quienes no dejamos que se integren...
Claudia Rodríguez, la cantante, es la única mujer del grupo, pero se ha convertido en uno de los puntales…
-Sí, al principio no estaba con nosotros, y fue una alegría que se incorporara, porque nos chirriaba un poco la idea de un grupo de quince hombres sobre un escenario. Estuvo muy bien que ella entrara y aportara una voz femenina. Además una cantante euskadun, porque ha sido muy bonito que los colombianos cantaran en euskera, pero a la vez también un poco tortuoso para ellos y para nosotros, por el tema de la pronunciación, etc. Ellos se lo han trabajado y siguen cantando en directo esos temas, pero a la vez es un alivio tener una cantante que habla euskera y que canta en su idioma natural. Claudia es sin ninguna duda la front-woman y casi se ha convertido en el icono de Goxua’n Salsa, y nosotros encantados.