Es a pie de plaza donde Gozategi ha hecho su camino, cerca del público, bailando, disfrutando, compartiendo. Por eso estos dos últimos años han sido tan complicados, más allá de que el grupo también encontró la fórmula para seguir a pesar de las restricciones. Ahora toca volver a recuperar sensaciones. Hoy, justo a medianoche, la formación se adueña de la plaza del Machete.
Para un grupo que, sin desmerecer el trabajo en el estudio, es carne de directo, ¿cómo han vivido estos dos últimos años?
Preparamos un acústico que nos sirvió para seguir tocando a pesar de las restricciones. Para nuestra música es muy importante el feedback con la gente. Cuando haces música de fiesta, el estar tocando en una sala donde la gente está sentada, separada y con la mascarilla puesta, es complicado. Sobre todo al principio, es durillo, aunque luego ves que la gente empieza a aplaudir y a cantar. Así que estos dos años, profesionalmente han sido duros, pero también valoramos las oportunidades que hemos tenido de tocar. Estos conciertos acústicos han sido una alegría para nosotros y creo que también para el público.
Por fortuna se está recuperando el formato habitual. ¿Están notando a la gente con ganas especiales de soltarse el pelo, por así decirlo?
Sí, sí. En cuanto empiezas a tocar notas como la gente tiene muchísmas ganas de salir y de estar en la plaza. La reacción es inmediata y estamos viendo como, en todos los conciertos, es empezar y el lugar estalla al instante. Llevamos un verano muy, muy bonito, porque, en este sentido, todos los conciertos están siendo de mucha emoción. Sientes al instante cómo la gente necesita sacar muchas cosas de esos cuerpos que han estado, sobre todo, con mucho miedo. Para mí, es la mejor terapia que puede hacer una persona, es decir, ir a la plaza y disfrutar de la música. Después de estar tanto tiempo encerrado, tienes la posibilidad de estallar y eso se nota en el ambiente. Además, creo que nuestra cultura tiene los ingredientes suficientes como para poder desatascar esa situación. Por lo menos para mucha gente. Por supuesto, hay gente que sigue con miedo y que no se ve capaz de, por así decirlo, ir a esa terapia del concierto. Pero la gente que si está siendo capaz de ir, sale supercontenta de las actuaciones y, de hecho, así nos está llegando.
En este caso, ¿cómo será el concierto de esta noche, un repaso amplio a estos 30 años de camino?
Va en la línea de lo que estamos hablando. Nosotros lo que queremos es transmitir emoción y alegría, algo a lo que el público se pueda enganchar y vivir el momento con mucha fuerza. Así que tenemos hecho un repertorio especial con canciones nuevas y con temas de la trayectoria del grupo. Las versiones que hacemos de las canciones antiguas tienen mucha fuerza y creo que nuestro directo, en estos momentos, suena más potente que nuestros discos. Siempre hemos dicho que la música que hacemos nosotros es una sencilla. Y esa sencillez a nosotros nos da la posibilidad de poner todo el alma en cada canción. Claro, este año nos estamos encontrando con que el público está recibiendo todo esto con una energía especial. Antes también había mucho disfrute, claro, pero se nota que este 2022 está siendo diferente.
Pasan los años, ya 30, y el grupo está siendo capaz de enganchar también a mucha gente joven, que se sabe las canciones, que canta y baila.
Eso es impresionante. Cuando estás cantando canciones que tienen 25 o 30 años y ves que la gente de 16 se las sabe, es increíble. Y no creas que solo el estribillo. No, no. Las cantan a viva voz, desde que empieza la primera letra hasta la última. Es algo muy curioso. Además, te hace mucha ilusión porque te das cuenta de que esas canciones son parte de la cultura de nuestro pueblo. Es muchísima la gente que se las sabe. Es una experiencia vital enorme. En esta vida, el poder sentir sensaciones así no te lo puedo describir. A medida que va pasando el tiempo, a lo mejor porque nos estamos haciendo maduritos (risas), somos capaces de apreciar todo esto de una manera mucho más consciente.
De cuando Gozategi empieza a ahora han cambiado mucho las cosas en la escena vasca y, por ejemplo, hoy tenemos varios grupos y artistas que hacen trap en euskera. ¿Cómo ve ese escenario? ¿Su banda ahí puede durar no sé si otros 30, pero igual otros 60?
Cuando nos juntamos, lo hicimos porque nos encantaba la música que podíamos crear. Con el paso del tiempo, nos han ido clasificando en una carpeta o en otra, nosotros no hemos sido muy conscientes de estar en una categoría o en otra. Lo más grande que de la música es que cuando la estás haciendo, claro que la puedes clasificar, pero yo no puedo decir dónde me encuentro. Hago música, ya está. Cada vez que cojo el bajo y salimos al escenario solo pienso en que lo que hacemos sea capaz de llegar a la gente, no en si es esto o lo otro. Eso es la música. La esencia de la música es compartida, más allá de que lo que haga Gozategi sea diferente a lo que propone otra banda o artista. Así que me da igual que estén haciendo tecnho, trap o heavy metal, me importa que están haciendo música y que eso que hacen genera un feedback con la gente. A partir de ahí, nosotros seguimos nuestro camino, aunque lo de otros 60 años... (risas).
Por cierto, ya que habla del público. ¿Le está dando tiempo a ser espectador de algo ahora que se ha recuperado casi la normalidad?
Muy poco. Está la banda, sí, pero también tenemos familia e intentar organizar el tiempo para llegar a todo, a veces es complicado. Tener un grupo es tener conciertos, ensayos, furgoneta y demás, hay que priorizar. Y es un problema no tener más tiempo porque nos encanta ir a ver otras actuaciones.
El resto del verano lo tienen sin huecos. ¿Pero después, a descansar, a pensar en nuevo disco o...?
Tenemos un manager que hace su trabajo y hace unos días, tras terminar un concierto, Asier y yo le dijimos: mira, ahora lo que tenemos que hacer son unas actuaciones muy buenas, pero lo demás, ya llegará cuando toque. La composición siempre está en la cabeza. Van apareciendo ideas, más o menos vamos componiendo canciones nuevas y en el momento en el que decidamos hacer un disco, iremos con todo ese material. Pero sin plazos. Ya veremos cuándo toca. Ahora lo más importante son los conciertos, que es mucho trabajo. Y además duro porque cuando haces actuaciones con mucha intensidad, el cuerpo lo nota. Es un trabajo lo suficientemente exigente como para no estar pensando en otras cosas.
¿Pero es cansado, o igual placentero, estar en una gira sin casi huecos cantando cada noche temas ya veteranos como ‘Nor-Nori-Nork’?
No, no, no, pero no es algo duro o cansado. Para nada. Cada plaza es un mundo. Cuando ves que en cada escenario se reacciona de una manera diferente a cada canción, la notas distinta aunque sea la misma. Haces música en este instante y lo que estás haciendo en este momento, en esta plazas, e único y diferente. Por lo tanto, no es algo tan repetitivo como pudiera parecer desde fuera.