Polideportivo

Groenewegen sale de caza

El velocista neerlandés vence con contundencia el esprint en Dijon en la antesala de la primera crono del Tour
Dylan Groenewegen celebra la victoria en el esprint de Dijon. / DANIEL COLE / POOL

El realismo mágico es el Tour. El asombro como hilo conductor. Acumula la carrera francesa un hito tras otro. La victoria y el maillot amarillo de Romain Bardet en su despedida; el triunfo de Kévin Vauquelin en Bolonia; la histórica huella de Biniam Girmay, el primer hombre de raza negra en vencer en la carrera francesa; la exhibición de Tadej Pogacar en el Galibier y el histórico récord de Eddy Merckx superado por Mark Cavendish

El Tour es un relato enfatizado, hiperbólico, atestado de hazañas extraordinarias y de criaturas mitológicas. Lo parecía Dylan Groenewegen, con el pico de una rapaz y la musculatura de un león atacando la presa.

Se asemejaba el campeón de los Países Bajos a un grifo, una bestia que se representaba en el teatro griego y cuya parte frontal es la de un águila gigante, con plumas blancas, pico afilado y garras poderosas. Enmascarado como Batman.

Con esa estampa, Groenewegen cazó se sexta victoria de etapa en la carrera francesa, la primera de la presente edición. El diseño revolucionario de sus gafas le confiere un aspecto extraño, de mascara veneciana. A pesar del apéndice nasal, el neerlandés olió antes que nadie la flores de meta.

Desplegó las alas en un esprint sin obstáculos, alejados los patricios de la acción en su preparación. En el debate entre los más rápidos, el legendario Cavendish ni asomó. Curioso. No entró ni entre los diez primeros a pesar de que su equipo le situó en un buen lugar. De repente volvía a tener 39 años. El neerlandés venció con autoridad.

Nadie se acercó lo suficiente a Groenewegen, que dominó con agonía y suspense ante Jasper Philipsen, otra vez sucio su esprint. Cerró contra las vallas a Van Aert.

Jasper Philipsen, sancionado

"Philipsen me ha encerrado otra vez. Tiene esa mala costumbre. No fue muy peligroso porque pude frenar, pero estaba a su lado, me sintió y se fue hacia las vallas. Eso no es de un profesional", dijo el belga sobre la acción de Philipsen. Fue relegado posteriormente por los jueces. Girmay y Gaviria tampoco pudieron con el neerlandés.

A Groenewegen siempre se le mira de refilón, con cierto desafecto y recelo. Una maniobra suya en un esprint en el Tour de Polonia en agosto de 2020 supuso la espeluznante caída de Fabio Jakobsen, que se destrozó la cara después de que el neerlandés le lanzará contra las vallas.

Jakobsen se partió la cara por el impacto. Recibió 80 puntos de sutura. Las imágenes delataron inmediatamente a Groenewegen y su movimiento suicida. Jakobsen necesitó varios meses para recuperarse de un accidente que pudo ser fatal. Rehabilitado, volvió a vencer.

Groenewegen supera a Philipsen y Girmay. Efe

Nueve meses sin competir

De aquel episodio, a Groenewegen le quedó la mancha de la culpabilidad y un castigo de nueve meses que le impuso la UCI debido a su temeridad. Purgó los pecados el neerlandés, que después de muchos meses sin competir le costó enlazar con el triunfo. Se plegó sobre sí mismo. Se reinsertó con cautela en el pelotón, donde se convirtió en sospechoso, Groenewegen era persona non grata. En el destierro.

En mayo de 2021, ambos esprinters se reunieron en privado para cicatrizar las heridas. La cita transcendió porque Groenewegen la aireó. A Jakobsen no le gustó ese gesto. Después de aquello achicaron las distancias y recompusieron los puentes. Nunca serán amigos, pero se respetan. Jakobsen también está en el Tour, pero no apareció en el esprint. Groenewegen sumó su victoria número 74.

El peligro de los abanicos

Ululó el viento, de costado, por un instante y el pánico se abrió pasó en el Tour. Las cuchilladas del viento son las más lacerantes. Cruz de navajas. El Visma se afiló con la mirada aviesa. Aceleraron con saña y se abrió el abanico. Cortes, grietas, heridas. La bandera del UAE, que ondeó en el Galibier con orgullo y altivez, se deshilachó con el viento.

Solo Pogacar, el todopoderoso líder, se mantuvo intacto cuando la muchachada de Vingegaard cuarteó el pelotón. No tiene intención el Visma de entregar el Tour sin pelear. Siempre dispuestos al enredo, a encontrar el ángulo muerto, la debilidad. A generar inquietud. El esloveno miró hacia atrás y entendió que estaba aislado.

Sus centinelas, dispersos ensimismados, quedaron retratados con la guardia baja a pesar de lo envalentonado de las banderas, que anunciaban el peligro. La falta de atención fue notoria. Pogacar, su propio salvavidas, no rehuyó el combate y entró en la cadena de relevos de sus rivales. Mejor boxear el viento que el suspense de seguir una rueda. El enemigo mejor tenerlo cerca. Los amigos se le alejaron, perdidos como las hojas caducas que manosea Eolo, siempre caprichoso.

Se retrasaron casi medio minuto. Delante, con Vingegaard, centelleaban Pogacar, Evenepoel, Roglic, Carlos Rodríguez, Landa, Pello Bilbao, Aranburu o Lazkano. Faltaba Juan Ayuso, al que el ventilador activado por el Visma le cogió fuera de plano, tal vez observando la simetría de los viñedos que festoneaban los márgenes.

La soledad de Pogacar

Pogacar, que remató un esprint locuaz y fantástico en el Galibier impulsado por la marcha marcial de su equipo antes de caer como una furioso avalancha sobre Valloire, comprobó que nadie de sus ayudantes de cámara estaba con él camino de la Borgoña. Regusto amargo en el paladar.

Un mal síntoma porque en caso de que hubiera padecido cualquier contratiempo, nadie le rescataría a pesar de su simpatía y carisma. El hombre a batir no hubiese encontrado misericordia ni clemencia. No es nada personal, solo negocios. El Bora y el Ineos no se alistaron a la propuesta del Visma. Incomprensible.

Tras coche de Cavendish

Nunca se sabe cuándo puede aparecer otra oportunidad, menos aún a modo de un obsequio. Después de un puñado de kilómetros, amainó el viento y regresó la calma. También Cavendish. El velocista, que se quedó colgado, regresó a la acción tras un vergonzante tras coche. En realidad avanzó tras refugiarse en la luneta trasera de unos cuantos vehículos.

Hasta el coche de dirección de carrera contribuyó para que el héroe de la Isla de Man no perdiera un palmo. La escena fue lamentable. Acumula varias el inglés, al que promueven desde el Tour porque conocen su impacto.

Cuando se reunificó el pelotón, la muchachada de Pogacar envolvió al esloveno. Un edredón de bienestar le abrazó. Se abrió el fuelle del acordeón para bloquear las aventuras a modo de una barrera. Un paso fronterizo vigilado por los centinelas de los velocistas. Se trataba de espantar cualquier búsqueda de lo imposible. Se formó el esprint, más académico que los precedentes. En el pleito de la velocidad, la gloria se la quedó el neerlandés, mitad rapaz, mitad león. Otra criatura mitológica para el Tour. Groenewegen sale de caza.

05/07/2024