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Guantazo a la igualdad

Rercuerdo la polémica del boxeo femenino durante los últimos Juegos Olímpicos. De los dimes y diretes sobre el género de –la que acabó siendo campeona olímpica– Imane Khelif quedó más el ruido que los hechos. No sé cuántos recordarán que a la argelina la acusaron de ser una atleta transexual camuflada, lo que supuestamente le confería una ventaja genética y de su estructura musculoesquelética frente a sus rivales. Nadie ha presentado prueba analítica de que esto sea verdad pero el runrún no cesa. Ahora, una de las asociaciones mundiales de boxeo –la IBA– se ampara en el decreto de Donald Trump contra deportistas transexuales para prohibirle competir en su circuito.

En ausencia de evidencias contrastables que digan que Khelif no es una mujer, lo único que queda es su aspecto andrógino. Es decir, un criterio meramente estético del estereotipo femenino que la IBA considera que debe definir a una deportista. Eso y que pega fuerte. El fenómeno trans es una evidencia que puede afectar a la igualdad de oportunidades en la competición profesional. Esto dificulta la categorización y el derecho. La primera tiene exige parámetros objetivos; el segundo debe facilitar el acceso a la práctica deportiva en igualdad.

Pero, en este caso, todo es más oscuro. La IBA es una asociación que se encontraba ya suspendida por el Comité Olímpico Internacional (COI), con el que mantiene una disputa hasta el punto de que los próximos Juegos podrían no incluir el boxeo. Las razones del pulso no son un debate sobre el género y la competición sino que la sucesión de irregularidades financieras, administrativas, y lo que en materia de competición es incluso más grave, en los arbitrajes conllevó su inhabilitación como miembro del COI. Así que, la credibilidad que atesora para erigirse en garante del juego limpio está cuestionada. Reglas claras, datos objetivos y menos misoginia.

2025-02-18T07:01:04+01:00
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