En treinta años de ejercicio profesional, el anestesista José Luis Peña, ha experimentado en primera persona cómo ha aumentado la edad de sus pacientes. "Lo he visto claramente. Antes éramos reacios a hacer intervenciones en enfermos de 70 años y ahora, vemos bastantes de 90".
Pacientes de noventa años en quirófano. Son muchos años.
—Sí, ahora algunos pacientes llegan mucho mejor a los 90 años que antes a los 70, y parece que no los tienen.
El envejecimiento ha disparado las intervenciones de mayores, usted lo comprueba casi cada día.
—La edad del paciente ya no es un handicap como lo podía ser hace unos años. De hecho, ahora yo no te diría la mayoría pero sí que hay un porcentaje muy elevado de intervenciones por encima de los 70 años. Hay un envejecimiento muy importante de la población, vivimos más años, tenemos mucha mayor calidad de vida y debemos intentar hacer intervenciones que antes no se hacían.
Ustedes lo ven diariamente en el hospital San Juan de Dios que practica mucha cirugía traumatológica.
—Sí, en San Juan de Dios, lo que más hacemos es cirugía traumatológica, eso es un clásico. Incluye todo tipo de intervenciones salvo los politraumatizados que, lógicamente, no hace un hospital como el nuestro. Hacemos prótesis de todo tipo, muchas cosas de mano, pie, artroscopias de rodilla, de cadera... Últimamente estamos practicando mucha cirugía oftalmológica, y mucha cirugía plástica. Salvo las grandes intervenciones de cirugía cardiovascular, cirugía torácica o neurocirugía, hacemos un poco de todo.
¿Los problemas de oftalmología son lo más habitual?
—En principio las cirugías que más se hacen en personas mayores son de Oftalmología, por ejemplo cataratas ya que la mayor parte de ellas son en gente añosa. Esa es la patología por excelencia. Es una operación muy frecuente y muy poco cruenta por lo que se hacen cataratas incluso en pacientes de cien años. En el resto de patologías, y fundamentalmente en trauma también se hacen muchas protésis por encima de los 70. No hay límite, más que lo que dictamine la patología que tenga asociada el enfermo.
Pero, por ejemplo, el desarrollo de su especialidad, la anestesiología, permite ahora abordar problemas que antes eran inalcanzables, y eso ha facilitado operar a pacientes más mayores.
—La gran diferencia que existe es que cada vez tendemos más a la anestesia local y a lo correccional para muchas intervenciones, lo que hace que sean menos agresivas. Y eso es lo que ha permitido intervenir a gente más añosa.
¿Qué factores determinan que sean o no aptos para una intervención? Supongo que antes de operar a una persona de edad es preciso valorar su estado físico, mental, nutricional, la medicación que toma e, incluso, su entorno.
—Nosotros manejamos una estratificación de riesgos potenciales de las intervenciones quirúrgicas que es la clasificación ASA y, en función de eso, y de cómo esté el enfermo, evaluamos el riesgo. Normalmente pacientes muy añosos con riesgo ASA 3 o superior, nos hacen ser más cautos y valorar más el beneficio-riesgo para esa operación. Pero los enfermos con riesgo ASA 1 o 2 se someten a la intervención con mucha frecuencia y sin ningún problema.
¿Qué les cuesta más? ¿Superar la intervención o las secuelas?
—Es un conjunto de factores. En principio, a mayor edad, la recuperación de la propia intervención quirúrgica es peor. Ya no por el efecto de la anestesia, el problema es intraoperatorio. Por eso con los riesgos ASA valoramos si merece o no la pena. Pero luego es la intervención la que va a determinar si el enfermo sale adelante o no. Los riesgos del enfermo son más derivados de la intervención quirúrgica que de la anestesia en cuanto a la edad se refiere. l