“He seguido toda tu carrera y nunca te he visto tan emotivo”. Así describió Jenson Button, expiloto y excompañero, los instantes posteriores a la victoria de Lewis Hamilton, que no subía al cielo del podio desde Arabia Saudí 2021. Fue un triunfo poético por todo lo que representa: es la demostración de que la perseverancia da frutos, es la señal de que la edad no es sinónimo de decadencia absoluta, es la expresión de la ambición, es el divorcio entre el piloto con más victorias y títulos mundiales –donde solo le iguala Michael Schumacher– y la escudería que le eligió para construir una de las épocas de mayor dominación que ha conocido la historia de la Fórmula 1, es el récord de mayor número de conquistas de un piloto en un mismo gran premio, y precisamente en su Silverstone, el circuito que ejerce de hogar. Es la victoria número 104, pero quizá la más emotiva de todas. Puede que ninguno de sus éxitos anteriores permitiera verle exteriorizar tanta emoción, tantas lágrimas de alegría que simbolizan su nivel de motivación. Por fin salió ese Hamilton que pocos han podido conocer.
Con la voz rasgada, los ojos vidriosos, agitado aunque reflexivo, Hamilton confesó las penas acumuladas durante todo este tiempo de sequía, una eternidad para un ganador nato que debe educarse en afrontar el presente como la resaca de tiempos pretéritos plagados de gloria. Es la pesada exigencia del deportista de élite, para el que solo parece contar el aquí y el ahora. “Aún estoy llorando”, dijo sin soltar la toalla que secaba su rostro. “Desde 2021 todos los días me levanto para luchar, para entrenar, para centrarme mentalmente y llegar todo lo lejos que pueda con este equipo tan increíble, y es la última vez que compito aquí con ellos, quería ganar por ellos”, repasó el piloto de Stevenage a sus 39 años, para quien no asoma todavía el ocaso de su carrera puesto que emprenderá un nuevo periplo en Ferrari el próximo año. “Estaré eternamente agradecido a todo el mundo de Mercedes”, añadió. Palabras de despedida. “No hay mejor sentimiento que terminar arriba en Silverstone”, prosiguió. Sabe Hamilton que incluso en su tierra hay detractores a los que ha tratado de convencer con éxitos.
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Admitió el británico que ha sido “dificilísimo” mantener la motivación estos últimos años alejado de las victorias. “Pero lo importante es seguir levantándote, seguir sacando de donde no hay. Ha habido días desde 2021 en los que sentía que no podía llegar adonde he llegado hoy, pero lo importante es que tenía a mucha buena gente alrededor que me apoyaba. Os adoro”, ahondó el Hamilton más sentimental, el más humano, el pasional. Conmovedor.
La victoria, segunda consecutiva de Mercedes, llegó además con suspense, como suele suceder cuando las condiciones son radicalmente cambiantes. Silverstone ofreció diversos contextos que se fueron alternando en una sucesión que se puede expresar así: seco, semiseco, mojado, semiseco, mojado, semiseco y seco. Llovió en dos ocasiones, lo que desplegó el abanico de estrategias. El plan de McLaren condenó a Lando Norris y Oscar Piastri, que tuvieron el triunfo a tiro. Verles rodar con las primeras gotas de agua sobre el asfalto fue una delicia. Ambos se pusieron al frente de la carrera en la vuelta 20, tras superar a los Mercedes, que patinaban en exceso. Los McLaren conservaban mejor la temperatura de los neumáticos, por lo que gozaban de mayor tracción en condiciones adversas.
Verstappen salva los muebles
Max Verstappen se hundía. Resultó muy evidente que Red Bull estaba por detrás de McLaren y Mercedes. Pero su escudería acertó en los cambios de neumáticos cuando la pista estaba en condiciones cambiantes y también a nivel de compuestos, lo que sumado al talento del tricampeón propició un segundo puesto que enmascara el pobre rendimiento del monoplaza. “Simplemente, no teníamos ritmo”, dijo Mad Max. Sergio Pérez, su compañero, acabó decimoséptimo y ya ha caído a la sexta posición del campeonato. Debería ser una señal importante de la realidad.
La prueba dejó dos pilotos especialmente tocados anímicamente. George Russell lideró la prueba hasta que apareció la lluvia. A partir de ahí, todo le fue mal al poleman, que venía espoleado tras su victoria en Austria. Finalmente tuvo que retirar su coche por problemas en el sistema de refrigeración del agua. Pese a que mantiene un intenso duelo por la supremacía en Mercedes, se dirigió elegante a dar la enhorabuena a Hamilton.
El otro damnificado, en este caso por las decisiones de su equipo, fue Norris. En la segunda y última parada en boxes, McLaren decidió montar neumáticos blandos para protegerse de Hamilton cuando rodaba en cabeza. Además de sufrir una parada lenta, la elección no fue certera; de haber calzado compuesto medio probablemente hubiera ganado una carrera que parecía llevar inscrito su nombre.
Mercedes, sin embargo, atinó con Hamilton, que vistió gomas blandas, pero sobrevivió al empuje de Verstappen, que viajaba con neumáticos duros en el último stint a la caza incluso de la victoria. Pero las gomas de Hamilton no desfallecieron como lo hicieron las de Norris y Lewis alzó los puños en alto. “Esa decisión ha sido crucial. Los Mercedes han ido mejor con los blandos. Como equipo no hemos hecho el trabajo suficientemente bien. No estoy tomando decisiones adecuadas y me culpo a mí mismo. Me da mucha rabia este resultado”, expresó Lando, que susurra a la gloria de manera cotidiana. Pero esta victoria, poética, fue de Hamilton.
Por otro lado, Carlos Sainz y Fernando Alonso pasaron desapercibidos. El madrileño fue quinto y el asturiano terminó octavo, ambos con pocas oportunidades de hacer más pese a ser un día propicio para las alternativas.