"Hoy termina este ciclo. Han sido 58 años compartiendo cada día con todas las personas que habéis venido a nuestro comercio. Mari Pepa y yo os damos las gracias por vuestro apoyo y todos los buenos momentos vividos. Betira arte. Auzo Maitea. Ana".
Con estas emotivas palabras, la mercería Mari Pepa se despide de su clientela. El lunes 31 de octubre este mítico comercio entre los barrios de Aranbizkarra y Zaramaga pone fin a casi 60 años de historia en Vitoria.
Desde que se conoció la noticia de que este año cerraba, son cientos los vecinos y clientes fieles de toda la vida los que han pasado por la mercería para hacer las últimas compras y despedirse de Ana.
Ha estado al frente del negocio desde que su madre Mari Pepa se jubiló, y quien estuvo detrás del mostrador a diario desde el año 1964 de uno de los negocios más icónicos y con más historia de la capital alavesa.
Ana ha decidido que se jubila, con lo que comienza para ella una nueva etapa en su vida con más tiempo para su familia (su marido también ya está jubilado), para viajar y, sobre todo, para retomar su formación.
Su madre María Josefa Fernández de Gamarra, más conocida en todo el barrio como Mari Pepa, falleció el pasado mes de enero a los 91 años.
Una noticia que pilló a muchos vecinos por sorpresa al ver la mercería cerrada y la esquela puesta en el escaparate. Clientes de toda la vida la recordaban con nostalgia y destacaban sobre todo el trato personal que recibían cada vez que llegaban a la tienda.
Pionera y emprendedora en la década de los 60
Mari Pepa abrió la mercería en el año 1964, animada por unas cuñadas de Oñate que tenían un negocio propio.
"Mi padre falleció a los cinco años de haber puesto en marcha la tienda, y mi madre se quedó viuda muy joven y con cuatro hijos, así que siempre ha dicho que fue una de las mejores decisiones que tomó en su vida, abrir la tienda", recuerda Ana.
Ana ha estado vinculada a la mercería desde el principio. "Mi madre abrió cuando yo tenía seis años. Después del colegio, yo estudié en Samaniego, venía aquí todos los días", recuerda con cariño.
Siempre había ayudado en la tienda, incluso había trabajado en otro sector como comercial pero sin desvincularse de la mercería, donde ayudaba a su madre sobre todo los viernes, sábados y Navidades. "Una frase que siempre me decía mi madre y que no he olvidado nunca es que en la tienda había trabajo para dos pero sueldo para una".
Clientela fiel y de toda la vida
Una vez que Mari Pepa se jubila, Ana lo tiene claro, toma el relevo y se pone al frente del negocio, ubicado la calle semipeatonal Senda de los Canónigos, muy cerca del centro cívico Iparralde, desde donde ha visto todos los cambios que ha vivido el barrio.
Un pequeño comercio que desde la década de los 60 ha atendido durante años a cientos de clientes, pasando incluso por aquí hasta tres generaciones en busca de artículos de lo más variado, desde ropa interior, medias, calcetines y pijamas, hasta botones, hilos, ropa de bebé, camisetas y bañadores.
Esta mercería tradicional se había convertido en todo un referente cuando llegan fechas señaladas como cumpleaños, Navidades y Reyes. Y es que muchos vecinos del barrio llegaban hasta Mari Pepa en búsqueda de un regalo para dejar en el árbol de Navidad.
"Nunca hemos cerrado un mes entero, ni 15 días seguidos, por respeto al cliente; ha sido un negocio sacrificado en cuanto a horarios pero muy gratificante", asegura Ana.
Explica que antes trabajaban de lunes a sábado, pero después de haber superado ella un cáncer, redujo el horario de lunes a viernes, lo que supuso todo un cambio el hecho de poder tener libre el fin de semana completo.
Retos del pequeño comercio de Vitoria
Sin relevo generacional para continuar con la tienda (su hija sigue estudiando y trabaja en otro sector), Ana explicaba ya el pasado mes de abril que "hemos empezado a dar salida a mucho género que hay en la tienda, pero habrá artículos que tengo aquí desde hace años que no llegarán a venderse; por ejemplo, tenemos una inversión importante en botones e hilos".
El pequeño comercio de los barrios de Vitoria, que se ve obligado a competir con las grandes superficies y las ventas online, ha tenido que hacer frente a otro importante reto, como ha sido el confinamiento por la pandemia.